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Ecuador, lleno de notas que afinan su patrimonio

Ecuador, lleno de notas que afinan su patrimonio
10 de diciembre de 2012 - 00:00

El dúo Benítez Valencia, que interpreta la melodía “Vasija de barro”, compuso alrededor de 700 canciones. Su obra forma parte del patrimonio intangible del país. El Municipio de Quito publicó un segundo libro sobre Gonzalo Benítez y tiene previsto recoger las historias musicales de las hermanas Mendoza Suasti, los hermanos Miño Naranjo y de Segundo Bautista.

“Yo nací en Otavalo el 14 de enero de 1915. ¡Carajo! No se olviden porque voy a cumplir noventa años. No se ofendan porque mi carajo no es ofensivo, es el carajo de Don Ulpiano, que ustedes pueden ver en el retrato”, dijo el cantautor Gonzalo Benítez a Pablo Guerrero y Adrián De la Torre, dos investigadores de música ecuatoriana que realizaron una serie de entrevistas durante dos años con el artista.

Guerrero y De la Torre empezaron con las entrevistas hace ocho años, en mayo de 2004, porque las leyendas musicales se estaban yendo, y con ellas su trabajo artístico, contó uno de los investigadores.

Al cantautor, quien llevaba el peso de la vejez encima, le cayeron bien las visitas continuas, en las que los investigadores recogieron con fidelidad, dicen, los testimonios. Con ese material escribieron dos libros. El primero, narrado desde una perspectiva musical, habla de la obra del dúo Benítez Valencia. En el segundo decidieron contar más bien la vida del cantautor, cuyo compañero, Luis “Potolo” Valencia, murió en 1970.

“Tras una cortina de años. Conversaciones con Gonzalo Benítez”, es el nombre de ese segundo tomo, presentado el pasado noviembre. El primero se publicó en septiembre de 2006, un año después de la muerte del artista, que nunca alcanzó a ver ese texto que lo ilusionaba.

En una de las páginas del segundo libro, el cantautor deja sentada la preocupación que tenía sobre el destino de la música ecuatoriana. “Las cosas han cambiado diametralmente y uno ya no puede intervenir. A veces vienen jóvenes para ver qué puedo decir de la música nacional y siempre les digo que hay que respetarla y hacerla valer por todos los medios posibles”, dice en el capítulo 38, titulado “El alma en los labios”.

“Ahora están matando la música nacional. Casi no hay radios que la pongan. Lo que más coraje me da es que hasta las radios pioneras en música ecuatoriana han declinado”, añade el texto. Los Benítez Valencia se caracterizaron por popularizar ritmos ecuatorianos como el albazo, yaraví, danzante, aire típico, pasillo, entre otros. La melodía de “Vasija de barro” es un danzante compuesto íntegramente por Gonzalo Benítez, según el libro. La letra es de varios escritores y pintores ecuatorianos que describen el ritual de la muerte en tiempos pasados.

La “Vasija de barro” tiene dos elementos que pueden convertirse en patrimonio: el ritmo tradicional del país y su letra.

Creada en 1950, sencillamente encantó. “Una canción es más que la suma de dos elementos, nos lleva a otros niveles de entendimiento, y esa forma de transmitir nuestra historia y valores la convierten en patrimonio”, dijo De la Torre, que enfatiza que la música cantada es la sabiduría popular. Precisó además que el yaraví y el danzante tienen una raíz indígena probada, mientras que el albazo, pasacalle y pasillo son de corte mestizo, de la época republicana, que dio un perfil cultural al país por aquellos tiempos. Pero es el sanjuanito el más popular, según el investigador, que asegura que ese género se puede encontrar en más lugares del país.

Los ritmos mestizos, popularizados por la clase burguesa y los intelectuales, decayeron en los años 70, cuando el rock irrumpió en la escena local. Su llegada creó un “conflicto en el modelo nacional”, explican los investigadores, pues las melodías autóctonas llegaron a ser consideras como propias de viejos, borrachos y tristes.

De la Torre señala que en ese momento se pierde continuidad en la música ecuatoriana, que empezó a complementarse con los nuevos ritmos que los jóvenes fueron adoptando. Así se refirió al movimiento de rock del sur de Quito.

Fue cauto al hablar de la tecnocumbia y las nuevas interpretaciones de la música nacional que han hecho algunos artistas.

Explicó que la tecnocumbia nació como un espacio de resistencia para mantener ritmos como el sanjuanito, pues los jóvenes no estaban complacidos con el pasillo de la rockola, que hablaba de traición y tristeza. Ellos querían ritmos más dinámicos, bailables. Es así que introdujeron nuevos instrumentos como los sintetizadores, las cajas de ritmos, y así apareció la tecnocumbia.

El investigador señaló que el trabajo al inicio fue apreciable, pero que con el tiempo la cumbia tomó un protagonismo exagerado, cuando existen alrededor de 70 ritmos diferentes. “Hay que decirles a los músicos que amplíen su trabajo, y no por cuestiones comerciales, pues talvez se sacrifique el patrimonio, y nos olvidemos de la gran variedad que hay”, reflexionó.

Sobre las interpretaciones adaptadas al género pop, dijo que está bien innovar, pero que hace falta ir más allá y estudiar el contenido, para presentarlo con un conocimiento profundo. Insistió en la importancia de mantener las técnicas tradicionales.

Para declarar patrimonio a una obra, dice De la Torre que debe haber “un estudio histórico, sociológico y técnico, que ayude a entender la calidad, la pertinencia y las lecciones que deja para el futuro”.

El musicólogo Julio Bueno tiene una mirada más abierta. Asegura que la música patrimonial está formada por “varios repertorios que pertenecen a una época histórica de alguna cultura”. Así abrió el abanico de la diversidad musical y se refirió a los pasacalles, albazos y las melodías primigenias y cotidianas de las comunidades shuar, saraguros, chibuleos, simbayas, entre otras. “Son tantos patrimonios como las culturas musicales que existen. Dentro de estos existen otros subrrepertorios musicales”, enfatizó este académico apasionado por las notas musicales, que citó conceptos que se fueron añadiendo al desarrollo musical. Dijo que existe una “desterritorialización”, que es la introducción de instrumentos extranjeros en las melodías ecuatorianas.

Se acogió a una frase de Alejo Carpentier que dice “no importa de dónde es el instrumento, lo que importa son las manos que lo toquen”, justificando los nuevos géneros como la tecnocumbia, el tecnosanjuanito y tecnopasillo.

Recordó también que ese desarraigo fue determinado por otros autores y por él mismo como un “hibridismo tecnológico”.

Habló sobre las fusiones de géneros, de instrumentos y de las nuevas interpretaciones musicales que les dan algunos cantantes del género pop a los temas viejos o tradicionales.

Para Bueno, lo que demuestran esas innovaciones es que los géneros musicales ecuatorianos “aguantan todo y siguen incólumes”, y citó a Jaime Guevara, que lleva años haciendo pasillo y albazo rock con letras urbanas, como en la “Canción del remiso”, que dice “aquí les dejo este himno de todos los remisos, que pasará de generación en generación”, tal como el patrimonio.

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