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“Ecuador ha impulsado nuevas reglas de juego”

“Ecuador ha impulsado nuevas reglas de juego”
14 de diciembre de 2013 - 00:00

Su exposición se centró en la construcción social del miedo en México. ¿Qué papel cumplen los medios dentro de este proceso?
Mucho. La construcción social del miedo -que a su vez da el título a mi libro: Terrorismo mediático- tiene que ver con el manejo que hacen los medios corporativos, medios bajo el control monopólico privado de la información, o cómo a través de la información que generan los medios hegemónicos manipulan a las audiencias.

Esta construcción del miedo tiene como eje tres caballos de troya para militarizar al Estado: el terrorismo, el populismo radical y el crimen organizado (narcotráfico).

Muchos de sus ejemplos versaron sobre la intervención histórica que Estados Unidos ha tenido en Latinoamérica.

Sí, sobre todo cuando se trata de la guerra psicológica. Por ejemplo, el de la mentira del Pentágono como arma de guerra; es decir, cómo EE.UU. a través del Pentágono o de la CIA, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, y lo que llevamos de este, construye y fabrica consensos con base en matrices de opinión, ideas que logran introducirse en los medios, cómo desde las oficinas de generación de ideología, a través de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), se diseminan determinadas categorías de análisis que en aquella coyuntura tenía que ver con la lucha del capitalismo y comunismo. Una vez desaparecido el comunismo, esas mismas oficinas tienen que construir un enemigo interno en nuestros países (para el caso de Colombia o México puede ser el narcotráfico), pero a partir de 2001, el sustituto del viejo fantasma comunista ha sido el terrorismo. Un terrorismo que a su vez puede adquirir múltiples rostros porque justamente los medios distorsionan la realidad de quienes son, supuestamente, terroristas.

¿Algún ejemplo específico de lo que usted llama ‘la creación del enemigo interno’?
Pueden existir terroristas (el ‘Chapo’ Guzmán, en México o Pablo Escobar, en Colombia), pero como los medios muchas veces tienen que ver con los gobiernos de la época, potencian, construyen y fabrican a estos enemigos, porque con base en potenciar al ‘Chapo’ Guzmán, el Gobierno mexicano y el estadounidense pueden generar y elaborar políticas más represivas, como aumentar la ley penal, todo esto bajo la excusa de una guerra a las drogas. Sin embargo, lo que en realidad se llevó a cabo en México fue una guerra estatal no contra los traficantes de droga, sino que degeneró una guerra en la que el Ejército, la Marina y la Policía Federal participaron como parte de esa guerra que en definitiva fue contra el pueblo.

Usted sostenía que esta guerra se dividía en dos fases.

Sí, una es por el control de los territorios de los mercados, de la ruta de la droga, de las zonas de producción, donde el Estado no es una confrontación entre los ‘criminales malos’ y el ‘Estado bueno’, sino que hay una guerra real que está dirigida a la segunda fase: la monopolización de los negocios de la economía criminal.

Por otro lado, esta falsa guerra de las drogas, que sirvió para meter miedo, está en función justamente de poder aterrorizar a la población para inhibir la protesta social, para criminalizarla, para llegar a lo que Estados Unidos quería hace 50 años, que es que se privatice Pemex (Petróleos Mexicanos).

En su libro menciona un ejemplo de cómo la violencia puede ser un arma para confundir la opinión pública. Este es el caso de los colgados del puente de Morelos.

Sí, hasta la guerra de Calderón (2008) comenzaron a aparecer cuerpos semidesnudos atados y con un tiro en la nuca en algún parque, cabezas en un antro en Michoacán tiradas sobre una pista de baile, mujeres colgadas con el torso desnudo, disparadas desde la carretera y, finalmente, lo que mencionas, justo en el Día del Grito (Independencia de México), en la ciudad de Morelia, tiraron 23 granadas, hubo heridos y una docena de muertos. Estas formas de violencia, el gobierno las atribuyó a los narcotraficantes, pero lo cierto es que esa metodología no la usaban ellos; alguien la introdujo, ya que no era propia de este grupo de criminales, justamente para generar un terror paralizante dentro de la población. De manera que fue una guerra que tenía una finalidad: que Felipe Calderón fuese puesto en la presidencia para generar una política de miedo que, en el fondo, tenía que ver con el reparto del territorio.

¿Pese a que su libro tiene la mirada en México, cómo ve esta construcción social del miedo a nivel de América Latina?

Bueno, el libro en el primer capítulo tiene que ver con EE.UU.: la mentira como arma de guerra y esto lo explico basado en un autor que no puede ser considerado marxista ni comunista: el lingüista de Massachusetts, Noam Chomski, quien habla de la ‘masa atolondrada’, que para estar en ese estado necesita unos mediadores, que somos nosotros, la prensa, que tenemos la función de reproducir las categorías dominantes. Pero si nosotros, como clase intermedia (periodistas, academia), generamos pensamiento crítico, la gente sabría que puede llegar a ocurrir lo que ahora mismo sucede en Bolivia, Venezuela, Uruguay o Ecuador, llevar al Gobierno a quienes justamente los poderes fácticos han tratado de impedir que lleguen.

Uno de los términos que usted utiliza con frecuencia es la ‘homo-sintonización de mensajes’.
Sí, es básicamente lo que hacía la Alemania nazi; consiste en que los grandes medios se sintonizan en el mismo mensaje, reproduciendo lo mismo y, sobre todo, reforzándolo día a día hasta imponerlo.

¿Cuál podría ser la contraparte frente a la parálisis que genera el miedo?

Es muy difícil, lo que pasa es que en México hay muchos México. Hay un México de arriba y muchos México de abajo, estos últimos atomizados porque el papel del gobierno es golpear todo lo organizado a fin de separarlo. Sin embargo, la resistencia adquiere distintas formas en todo el territorio, hay red de redes que se generan abajo, organizan, buscan la horizontalidad de la información, propias formas de comunicación, y, en consecuencia, conforman bloques de poder popular.

¿Como analista internacional, cuál es su perspectiva de los medios en el último tiempo en Ecuador?

No conozco puntualmente el proceso ecuatoriano, pero sé que aquí hay un momento de cambio. Se han impulsado nuevas reglas de juego en materia de comunicación e información.

Viven una transición, se experimenta. Es decir, se inventan la forma de comunicación popular combinada con la comunicación estatal. Es un aprendizaje. En 6 años que va Correa no puede
haber una respuesta acabada para un proceso que tiene que ver no solo con remover las estructuras de dominación, sino, sobre todo, con remover las ideologías que tenemos como individuos, producto de 500 años de dominio capitalista.

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