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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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“Dos pájaros” de alto vuelo aterrizan de nuevo en Quito

Quito.-

Durante tres horas, hasta el toque de la medianoche con el que cerró el viernes, no hubo cenicientas en el coliseo Rumiñahui de Quito, hubo gente de pie, que vibró con el dúo “improbable” de Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, dos cantantes que hicieron pedazos la rutina.

Serrat y Sabina se lucieron con un vodevil de canto y buen humor en la recta final de su gira “Dos pájaros contraatacan”, que cerrarán el 15 de diciembre en Argentina, de donde partieron en marzo.

Claro que sembraron en campo arado, pues ya con los primeros acordes de la tercera canción, “Y sin embargo”, tenían a 13.000 almas en pie, el lleno hasta la bandera, descontado el espacio muerto detrás del escenario. El mismo éxito de público han cosechado en México, Estados Unidos, República Dominicana, Costa Rica, Colombia y España con su segunda gira conjunta, cinco años después de “Dos pájaros de un tiro”.

Y como entonces, Serrat y Sabina, uno residente en Barcelona, otro en Madrid, opuestos también en el fútbol, son un dúo atípico y en ello radica parte de su encanto. Hoy presentaron algunas de las canciones célebres de su kilométrico repertorio y cortes de su último disco, “La orquesta del Titanic”, compuesto a cuatro manos por un Serrat racional y metódico, y un Sabina desordenado, aunque ambos brillantes.

Ellos lo saben y en el escenario se rieron de sí mismos, porque ese buen humor les une y también el deseo de hacer canciones que lleguen al corazón de la gente. “El muchacho no anda bien, son las consecuencias de una vida desordenada”, dijo Serrat sobre Sabina, quien confesó que interpretaba las canciones del catalán “para hacerlas populares”.

Sabina, con esa voz arrastrada de callejón, entonó las estrofas con ideas grandes y sentimientos redondos de Serrat, y Serrat, con su voz fértil, cantó las ideas engañosamente pedestres de Sabina, sus amores chiquitos e imperfectos. “Cuando usted canta La Magdalena no parece ni puta”, le espetó el andaluz a su colega.

A Serrat se le pegó la picardía en el concierto y a Sabina le cayó una pátina de seriedad. Y juntos se lo pasaron bien, se multiplicaron, bailaron “El pirata cojo”, hubo malabares con tres pelotas en manos de Serrat y hasta unos pasos de claqué por parte de Sabina.

El tercer jugador en ese tira y afloja fue la audiencia, capaz de reconocer “19 días y 500 noches” con tan solo la primera nota de la guitarra.

Bajo la cúpula del coliseo eran todos iguales, personas a las que dos pájaros con bombín hicieron que olvidasen sus problemas en un espectáculo irreverente y divertido.

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