La exposición pictórica estará abierta hasta el viernes 30 de junio
Divina tragedia, un ensayo sobre la máscara
A inicios de los ochenta, Virgilio Valero dejó de estudiar Medicina y pasó a Diseño de Interiores, una carrera más acorde con su sensibilidad artística. Su intención originalmente era ser pintor. Dedicado al teatro desde hace más de 30 años, este guayaquileño completa su vena artística con sus actividades como pintor y grabadista.
Actualmente, Valero exhibe Divina tragedia, muestra que recoge algunos grabados, pinturas e imágenes con las que ensaya sobre el uso y el significado de las máscaras a través del hilo conductor de la fiesta de la Mama Negra, “pero no desde el folclor, sino desde la posibilidad de trance entre lo divino y lo pagano”, apunta. “Me fascina ese punto medio en el que el individuo está como en un trance en el que puede beber, bailar o hacer de todo, pero siempre en el marco de la religión”.
La exhibición incluye representaciones del Rey Moro, el Ángel de la Estrella, los guacos, ashangueros, curiquingues y otros de los personajes que intervienen en la tradicional fiesta de Latacunga, en Cotopaxi.
Un trapo -listo para desechar, precisa el autor- se convirtió en el lienzo para un retrato con acrílico de la máscara del Diablo Huma. Pero la tela tiene, además, una pátina de tierra pues Valero juega con la forma en que se crea esta máscara. “Tienen todo un proceso de elaboración: se hacen con trapo, pero se sumergen en un río, se entierran y luego se bendicen, como para que tengan esa fuerza”, dice el artista.
En la Galería Mirador de la Universidad Católica de Guayaquil (UCSG), que alberga Divina tragedia, el ambiente se llena de estridulaciones, que son los sonidos que hacen insectos como los grillos. Una de las obras es una serie de pequeñas pinturas que muestran a estos insectos con máscaras bailando sobre fondos en los que se pueden leer dos frases que se contradicen.
“Cogí ese personaje (el grillo) porque es conciencia”, dice Valero. Así como la fiesta de la Mama Negra es un rito que mezcla herencias negras, cristianas, indígenas, árabes y paganas, la conciencia es un entramado de ideas y opiniones distintas que ocurren en una misma cabeza.
Cuatro retratos de la Mama Negra fueron elaborados en monotipia, una técnica que -ahondando en la idea del sincretismo- es como una mezcla de grabado (se hace con capas de impresión) y pintura (no admite una reproducción masiva).
Dado que la simbiosis es la idea que atraviesa la muestra, dos collages juegan con frases del horóscopo chino (“Tu deseo de poseer es demasiado fuerte”, reza una de ellas) traducidas a varios idiomas. Se trata de cuadros que funcionan en dos planos: desde lejos es evidente, por ejemplo, que son hermafroditas y que tienen muchos brazos, y de cerca se pueden percibir que están compuestas de pequeños trazos, recortes de periódico, restos de papel y fotos de actores y actrices -el rostro de Valero está escondido en ese mar de caras-, que aparecen ahí también porque hacen clic con la idea de las máscaras.
Al fondo de la galería se puede ver la reproducción de un video de Carlos Cuenca, graduado de Comunicación Audiovisual en la UCSG. El video muestra la transformación de Valero mientras se maquilla para convertirse en el protagonista de Retrato de mujer con sombra, un personaje transexual.
Valero dice: “Con el pretexto del personaje, hablamos de la capacidad del ser humano de ponerse la máscara. Funcionamos así, como esposo, alumno, maestro, amante, padre, hijo... y con esas máscaras vivimos. El punto es cuando la máscara ya se hace persona o al revés”. (I)
Una de las obras es un video-performance de Valero maquillándose como uno de sus personajes, como actor de teatro, para redondear la idea de las máscaras. Foto: Alfredo Piedrahíta / EL TELÉGRAFO