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Rechazó el chaqué que usan los premiados porque “puestos a disfrazarme, iría con chilaba (vestido típico de Marruecos)”

Discurso de Goytisolo, cargado de rebeldía

Discurso de Goytisolo, cargado de rebeldía
24 de abril de 2015 - 00:00

La primavera es una aliada del recuerdo. Al menos lo es para el escritor Juan Goytisolo, Premio Cervantes 2014, que ayer recibió el galardón en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares vestido con una corbata comprada hace 35 años, “la única que tengo”, confesó, y un terno de color verde que jamás saca del armario.

Rechazó calzarse el tradicional chaqué que utilizan los premiados porque “puestos a disfrazarme, iría con chilaba (el vestido típico de Marruecos, donde reside)”, aseguró en la recepción que antecede a la entrega del galardón más importante que se realiza en lengua castellana.

Fue la muesca del espíritu rebelde que lo acompaña desde que nació hace 84 años en Barcelona. Por eso contempla con aprensión este tipo de jornadas. Para este ensayista, poeta y novelista es preferible protestar en las calles de París, donde está su otra casa, contra esa Europa que lleva camino de convertirse en la vergüenza para el mundo “por no poner en marcha políticas justas que frenen el número de muertes en el Mediterráneo”. Para Goytisolo, tanta ceguera y tanto cinismo se pagará caro.

Pero que nadie se asuste porque fue un hombre educado. Participó en los ritos programados con toda su energía y toda la santa paciencia que pudo reunir. Respondió a cuantas preguntas le hicieron, soportando de pie “una paliza pese a que mi caudal de voz es muy reducido”, entre el rey Felipe VI y su esposa Letizia.

Hasta que, por fin, al mediodía, justo cuando un fugaz rayo de sol iluminaba las sombras de la ciudad natal de Miguel Cervantes, le entregaron la medalla y el auditorio estalló en un aplauso tan sonoro que los viejos muros universitarios temblaron. Premiado “por su capacidad indagatoria en el lenguaje y propuestas estilísticas complejas; por su voluntad de integrar a las dos orillas y por su apuesta permanente por el diálogo intercultural”. Reconoció que tanto halago le hace dudar de sí mismo.

Autor de obras magistrales como ‘Señas de identidad’, ‘Campos de Níjar’, ‘El sitio de los sitios’ y ‘Makbara’ conoce la obra de Cervantes de memoria por lo que alguno de los invitados a la ceremonia decía que ya era hora de que el premio que lleva el nombre del autor del Quijote le inscribiera en su palmarés. No cree en las patrias, pero sí acepta alguna, esta es la lengua castellana, la lengua en la que trabaja desde hace más de medio siglo, siempre a mano, estableciendo una relación trascendente entre el acto físico y el acto intelectual. No cree en dioses, profetas ni sacerdotes y está convencido de que la mirada de la periferia al centro, de América Latina a España “es más lúcida que a la inversa (...) La luz brota del subsuelo cuando menos se la espera”, dijo en su discurso ceremonial.

Resulta coherente que se pregunte si el hecho de que ahora le hayan concedido el Premio Cervantes puede significar que su obra ha perdido carácter heterodoxo y subversivo. Él que siempre ha vivido y escrito en permanente rebeldía contra el canon nacional-católico, el que reniega del origen mestizo del castellano, “el que intenta uniformar su fascinante pluralidad y siempre intenta prohibirle la expresión del erotismo”. Considera que ‘Las mil y una noches’ y el Quijote son las madres de todos los relatos, las obras maestras de la conversión del narrador en un loco poseído por la pasión de narrar. Un loco benigno y bendito, como los padres que calman a sus hijos con un cuento en una noche de viento aterrador.

Quizá sea uno de los últimos grandes autores al que se lo puede calificar de intelectual. Como Voltaire, Zola y Camus, dejó muy claro ante la audiencia real allí presente que los escritores deben comprometerse con las causas que hacen progresar a la humanidad, es decir, con la libertad y con la justicia. Goytisolo plantó cara a Franco en su juventud y hoy se considera republicano y federalista. Nunca quiso sentarse en la mesa de un príncipe. Ni español ni de ningún sitio. “No se trata de poner la pluma al servicio de una causa, sino de introducir el fermento contestatario de esta en la escritura. Las razones para indignarse son múltiples y el escritor no puede ignorarlas sin traicionarse a sí mismo”, concluyó su discurso.

Fue como si el aroma del desierto del Sáhara, donde vive, hubiera acercado sus labios ardientes a Alcalá de Henares antes de expandirse por América Latina. Pero no fue más que un grato recuerdo primaveral que ayer fusionó a Cervantes con tan prolíficas culturas. (I)

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