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El Telégrafo
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Justin y Selena: Los dioses modernos que son el espejo de las relaciones tóxicas

Justin y Selena: Los dioses modernos que son el espejo de las relaciones tóxicas
Foto: Medios Públicos
09 de julio de 2019 - 14:42 - Redacción Cultura

Justin Bieber se niega a dejar de contactar a Selena Gómez”, afirmaba a inicios de julio de 2019 el blog de chismes Online Radar. La noticia fue desmentida el domingo 7 de julio de 2019 en el sitio GossipCop, pero ya era tarde.

Desde el fin de semana circula en Twitter un hilo de la periodista brasileña de farándula Cris Dias (@crisayonara) que ha puesto a hablar a todo el mundo acerca de las relaciones tóxicas y que ha empezado una guerra de información entre Beliebers y seguidores de Selena.

La nota original decía que Justin le había escrito a su ex para pedirle consejo sobre cómo lidiar con la depresión. Selena ha interrumpido su carrera varias veces para tratarse por el lupus que padece y para entrar en rehabilitación.

Bieber está casado desde 2018 con la modelo Hailey Baldwin, con quien se lo ha visto relacionándose desde 2014. Según Radar Online, ella habría descubierto esos mensajes y otros en los que Justin le decía a Selena que se veía muy bien en Cannes durante la promoción de su película, The Dead Don’t Die.

El hilo de Dias (@crisayonara), con más de 100 tuits, fue escrito originalmente en portugués, más tarde fue traducido al inglés y luego al español por la cuenta @MemesDeGomez.


Este último se viralizó entre usuarios de América Latina, que vieron todas las veces que Bieber era fotografiado con otras chicas, sobre todo modelos (como la misma Selena se encargó de señalar), en actitudes íntimas, mientras no dejaba de ser visto junto a la autora de “Perfect”.

Lleno de imágenes de entre 2011 y 2018, con fotos de paparazzis y otras subidas a Instagram y borradas enseguida por los mismos protagonistas, el hilo relacionaba a Bieber con Kylie y Kendall Jenner, las modelos Ashley Moore o Yovana Ventura. Además contaba cómo la relación entre Taylor Swift y Selena se vio deteriorada.

Eso, mientras se iban generando indirectas, especialmente de Selena, quien le respondió así a una fan que le preguntaba por qué no volvía con Justin: “Él es más de modelos”. El hilo lucía lo suficientemente sólido, pero enseguida aparecieron los contrahilos que intentan desmentir lo que decía @crisayonara.


Y aunque hay personas a las que no les interesa ni un poco el tema, las horas que la gente ha consumido leyendo toda esta historia dice algo sobre la sociedad de hoy.

Infidelidad: la narrativa perfecta

“Acabo de perder 35 minutos de mi vida leyendo el hilo sobre las infidelidades de Justin Bieber y Selena Gómez, y nada, supongo que esto es ser adulto”, escribía en Twitter el psicoanalista guayaquileño David Aguirre la madrugada del 8 de julio. ¿Por qué nos importa tanto algo como esto?


Los chismes nos convocan. Desde la mitología hasta la cultura pop, siempre van a representar algo de lo que nos interesa”, dice Aguirre, quien apunta que desde la antigua Grecia, el teatro estaba ahí para darle un lugar a los sentimientos propios de la carne humana.

No es casual que el teatro griego sea una referencia para explicar por qué tanta gente está tan pendiente de la relación entre Justin y Selena, que ya no existe. La infidelidad es de por sí una joya para la narrativa.

Si una historia necesita de un conflicto para ser buena, la infidelidad es uno de los más universales y complicados. Ya sea en la ficción o en la no ficción.

Así lo demuestran libros como La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera, los diarios de Anaïs Nin, que describen su relación de años con Henry Miller, o Ana Karenina, la que Tolstoi consideraba su primera “novela de verdad”, y que narra una de las relaciones más tóxicas de la literatura que recuerda la escritora guayaquileña Mónica Ojeda, la de Ana y Vronski.

“Al final estas historias determinan identificaciones con las masas. Cuando las vemos, nos apropiamos de una historia que no es nuestra. Y hay un efecto de aprendizaje, autodidáctico, en el chisme”, dice Aguirre.

Nuestros dioses modernos: una perspectiva académica

Nuestra sociedad venera a las celebridades como si fueran dioses, pero si son dioses, son más bien dioses griegos, todos llenos de falencias”, escribe Tim Wu, profesor de la Universidad de Columbia, en su libro The Attention Merchants (Los mercaderes de la atención).

Chris Rojek, profesor de la Universidad de Columbia, le dijo a Pete Ward, experto en Teología, que el culto a las celebridades funciona de una forma “religiosa” al ofrecer a la gente algo con lo que identificarse en un mundo cada vez más secular.

Otro académico, James Twitchell, afirma que la publicidad construye una especie de evangelio: “La publicidad y la religión tienen un mismo proceso de construcción de sentido. Intentan tender un puente entre nosotros y los objetos al darnos un orden sistemático y una promesa de salvación”.

Y claro, en la era de la información y las marcas personales, esto funciona también desde el punto de vista de las celebridades.

Selena y Justin son algo más que los Frida Kahlo y Diego Rivera contemporáneos. Y algo más antiguo que eso. Son casi seres mitológicos: tan inalcanzables en su Olimpo del espectáculo como llenos de deseos humanos.

Juno, diosa del matrimonio, persiguió incansablemente a Hércules, el fruto de una infidelidad de su esposo Júpiter. Y esa estuvo lejos de ser la única aventura de este dios adepto a transformarse en animales para conquistar a numerosas mujeres, como muestran las pinturas Leda y el cisne, de Miguel Ángel, y El rapto de Europa, de Tiziano, en el que Júpiter aparece convertido en toro.

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Los artistas del Renacimiento volvieron a la mitología para poder hablar del deseo sin pelearse con la Iglesia, en general para no perder financiamiento.

Ubicando su cosmovisión en los dioses, “hacían un espejo de lo que sentía la población”, dice Aguirre, quien agrega que “la literatura y todas esas imágenes nos dan una forma de especular cómo desea el ser humano”.

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Los personajes mitológicos fueron hechos a imagen y semejanza de los seres humanos. Y ahora que en las religiones mayores se adora a figuras imperfectibles, como la de Jesús —no la versión de Saramago—, las celebridades se han convertido en los dioses griegos modernos. (I)

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