"Desplazarse no solo es descubrir una cultura, sino a uno mismo"

Desde La Odisea, el exilio, el hecho de estar lejos, en la periferia es un hecho recurrente en la literatura. La migración plantea, en la actualidad, un panorama crítico del mundo y ha desarrollado su propia narrativa. “Un texto más para entender la realidad”, dice la francesa Florence Baillon, quien esta tarde inicia el curso ‘Exilio y Migración en la Literatura. Aproximaciones metodológicas alternativas a fenómenos de movilidad humana’ en el Instituto de Altos Estudios Nacionales.

El Paraíso en la Otra Esquina, de Mario Vargas Llosa, y Querido Diego, te abraza Quiela, de Elena Poniatowska son 2 de los primeros textos que se leerán y que contienen historias ficticias sobre personajes trashumantes y reales: Paul Gauguin, Flora Tristán y Diego Rivera.

¿En qué momento Francia empieza a ser la anfitriona de escritores?

Desde inicios del siglo XX, con Rubén Darío, había una influencia de la literatura y de París, particularmente, mientras muchos escritores latinoamericanos estaban en sus países. Francia fue el centro del mundo cultural a fines del siglo XIX e inicios del XX, entonces desde ahí había influencia de las ideas de la Revolución Francesa y recibió incluso a políticos, como Simón Bolívar y, luego se creó ese imaginario bohemio del boom latinoamericano en París, adonde también había llegado Alejo Carpentier. Lo interesante de desplazarse es que, más allá de descubrir otra cultura, se descubre uno mismo, se ve a la patria propia con otros ojos. Hay una doble mirada cuando se está fuera.

Si admitimos que hay una literatura de migrantes, ¿qué aleja al género de los lugares comúnes?

Hay una literatura del exilio, menos fuerte ahora en América Latina y quizá más fuerte en lugares como Afganistán (...) Hubo un apagón cultural durante las dictaduras, por el exilio de los artistas en el pinochetismo, por ejemplo y, hoy, leeremos a Ana Vásquez-Bronfman porque abarca el machismo en los movimientos revolucionarios o que, también en la clandestinidad, en el exilio, se reproducían las diferencias sociales entre militantes o en cómo se constituían los partidos de clase media u obreros. La palabra se libera luego de la unidad que había contra los dictadores y surge eso.

Existe una suerte de autoexilio: escritores que se ven obligados a migrar hacia los centros editoriales, ¿qué pasa con ellos?

Con o sin ese exilio, en el caso de los escritores latinoamericanos, su mayor público está en Europa, sus lectores están en Estados Unidos. En sus sociedades tienen poco público potencial, un grupo social muy reducido. Ellos están exiliados en su propio país y cualquier ciudadano tiene derecho a vivir en un país que no sea el suyo, eso no significa que vayan a renegar de su patria. Ahí está (Julio) Cortázar, que viajó por decisión propia y no pudo volver a Argentina por persecución.

¿Hay libros que pronosticaron la oscuridad de las dictaduras?

Eso suena emotivo y asusta a la vez, pero ocurrió. Por ejemplo, la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, antes de que haya señales del militarismo en su país, escribió un cuento donde imagina que hay una dictadura en que se mata a todos los revolucionarios y se encierra a sus hijos en orfanatos, a ver si se podían readaptar al nuevo sistema, sacarles el germen de rebeldía. Eso pasó en el Cono Sur y, en el cuento, un dictador ve las obras artísticas de los niños y 2 hacen una escultura móvil que aniquila a todo el mundo. Hay que decir que las dictaduras tuvieron más imaginación que los escritores, lamentablemente. Y Cortázar también tiene un personaje fantástico a quien convoca la administración pública, junto a una chica, que desaparece para siempre como luego ocurrió. (I)