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Una década sin el cronista mexicano Carlos Monsiváis

Una década sin el cronista mexicano Carlos Monsiváis
19 de junio de 2020 - 00:00 - Luis Fernando Fonseca

Había sido una joyería del centro histórico mexicano, casa de bolsa, un banco, oficina pública y hasta un antro, discoteca. El edificio de la Esmeralda (calle de Isabel La Católica) es ahora El Museo del Estanquillo, que alberga más de 20 mil piezas de grabado, pintura, miniaturas, fotografías y cómics que fueron del cronista Carlos Monsiváis (1938-2010).

Fallecido el 19 de junio, hace una década, el coleccionista fue crítico cultural, ensayista y el último intelectual público de su país. Es decir que los mexicanos lo reconocían en la calle aunque no recordaran su nombre, lo saludaban y querían escuchar aunque no lo habían leído necesariamente, sino visto en la televisión o en los periódicos.

A mediados del siglo XX el escritor adquirió 15 caricaturas de Miguel Covarrubias (1904-1957) y empezó a ser un obseso que coleccionaba obras tan diversas como los géneros en que incursionó. “El único patrimonio mental, moral, estético irrenunciable, del que no me desprenderé –afirmaba– es mi biblioteca”. Y lo cumplió, pues lo demás lo donó a ese repositorio.

Se ha especulado sobre el número de gatos que tenía en su casa del barrio Portales, como se especula sobre los millones de habitantes que tiene la Ciudad de México. Hay quienes dicen que tenía 14 felinos, con la facilidad de otros que recuerdan 17. A uno lo llamó Caso Omiso, al más inquieto y juguetón. Por eso las cenizas del autor de Los Rituales del Caos reposan en una gaturna, diseñada por Francisco Toledo (1940-2019). Sí, una urna de cristal (capelo) con forma de gato.

“He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la falta de locura”

Cuando el periodista Fabrizio Mejía Madrid lo visitó, Monsiváis tenía unas cinco mil películas clásicas y pensaba donarlas a una cineteca de su barrio. Tenía también lo que suele llamarse memoria fotográfica. Esta le sirvió para capturar lo que se publicaba en periódicos, de forma más fugaz que la forma en que leía libros. Halló tomos de grabados decimonónicos, y coleccionó todas las revistas de caricatura política de entre 1850 y 1914.

Era un fabricante de aforismos que desentrañó al ser mexicano, mientras advertía: “No sé qué es ser mexicano”. Dueño de un humor más instantáneo que el de Jorge Luis Borges y no tan recurrente como el de Jorge Ibargüengoitia, el gran cronista mexicano vio una vez a Frida Kahlo y Diego Rivera en una manifestación en contra del golpe de Estado en Guatemala (1954), mientras era estudiante de preparatoria.

—Frida no era el mito de ahora —le dijo en 2006 a la periodista Silvia Lemus—, pero era La Dolorosa: la veías y te removía el fondo religioso que podías tener. En su silla de ruedas, conducida por Diego y rodeada por cuatro o cinco fotógrafos... No pude despegar la vista de ellos en toda la marcha, me hipnotizó con algo que no tenía que ver con su pintura, que entonces apenas se conocía, sino por ser un personaje tan poderoso.

“Sólo una revolución obra la saña de anticiparse al cine”

María Félix, Dolores del Río, Pedro Infante, Pedro Armendáriz y el primer Cantinflas estuvieron en sus retratos cinéfilos. Pero podía hacer reflexiones sobre toda la historia del cine mexicano, con conjeturas que reflejaban varias miradas.

Fue amigo de Juan Gabriel, que –lo ha contado el escritor Juan Villoro– cuando veía a Monsiváis entre el público de sus conciertos, lo invitaba a bailar aunque no subiera al escenario. Fue un activista de la alteridad de género. Coescribió un manifiesto –con Elena Poniatowska, José Emilio Pacheco, Juan Rulfo– en pro de la igualdad; cartas y ensayos que se leyeron en la prensa sobre el tema y firmó declaraciones en defensa de derechos.

No podía haber sido ajeno al 68 mexicano, y a la Masacre de Tlatelolco que narró su amiga, Poniatowska. Sobre el tema, él escribió Días de Guardar y La Tradición de la Resistencia. De Carlos Monsiváis se puede decir que fue el mayor cronista de la segunda mitad del siglo XX, sin que haya dejado de lado el siglo XXI.

En 2009 publicó Apocalipstick, la advertencia de la gran tragedia ecológica, política, social y epidemiológica que estamos viviendo.

Y tampoco se limitó a México pues en su libro póstumo, Las Esencias Viajeras (2012), aborda América Latina desde el pasado, con miras a una idea común, compartida. (F)

Un nuevo libro concita debate sobre la homosexualidad
Amor Perdido (1977) es otro de los recorridos de Carlos Monsiváis por la sociedad mexicana, de la mano del poeta Salvador Novo, pero también de figuras como  Isela Vega, La Tigresa, Fidel Velázquez o Alfaro Siqueiros.

Junto al escritor José Agustín creó la banda de rock humorístico Los Tepetatles (por The Beatles), para la que escribió las letras de canciones como “Tlalocman”, un súper héroe a su manera, como El Santo, de quien también escribió.

Ayer se presentó en México el libro Que se abra esa puerta.

Marta Lamas, Alejandro Brito, Genaro Lozano y Estefanía Veloz comentaron la obra que, aunque el escritor no declaró públicamente su orientación sexual, es una ampliación del debate sobre su activismo. Y sobre el libro El clóset de cristal, de Braulio Peralta. (I)

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