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El Telégrafo
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De cuando los vampiros jugaban con el truco Jedi

De cuando los vampiros jugaban con el truco Jedi
20 de noviembre de 2012 - 00:00

Hay que admitirlo: cuando uno crece en la sociedad moderna o posmoderna suele pasar más tiempo con una niñera, o en los casos de las familias más tradicionales, con las abuelas. Varias de estas últimas son especialistas en deleitarse con las telenovelas, tanto como ciertas novias o hermanas disfrutan de las películas románticas, los melodramas o una comedia con toques de romance; y no hay nada de malo en ello si pensamos que la cultura popular tiene su pilar principal en lo cursi, pensando en las obras de Corín Tellado, las famosas radionovelas como “El derecho de amar” o las telenovelas de todos los países latinoamericanos. Por ello no sorprende que al acudir a la función de las 23:30, la de la versión subtitulada y en formato digital, ya estuviera una larga columna de parejas con boleto esperando ver el final de la aclamada saga literaria y cinematográfica “Crepúsculo”: “Crepúsculo La Saga: Amanecer Parte II”.

“Crepúsculo” (2008), dirigida por Catherine Hardwicke; “Crepúsculo La Saga: Luna Nueva” (2009), de Chris Weitz y “Crepúsculo La Saga: Eclipse” (2010), de David Slade, a pesar de haberse producido de forma tan rápida una entre la otra, lograron captar el espíritu de los tres primeros libros de Stephenie Meyer, creadora de la historia de amor entre la humana Isabella “Bella” Swan y el vampiro Edward Cullen; pero en realidad su ritmo narrativo era lento, enfocado en las interacciones tal como en los libros, y su metraje bastante abultado para la convulsa y extraña historia que planteaban.

Destacaba, eso sí, la banda sonora, comandada por Carter Burwell en el primer filme, Alexandre Desplat en el segundo y Howard Shore en el tercero. La guionista de ellos y de “Crepúsculo La Saga: Amanecer Parte I” y “Crepúsculo La Saga: Amanecer Parte II” es Melissa Rosenberg, que en el filme hermano del libro “Eclipse” logra combinar elementos de una novelina apócrifa a la saga, “La segunda vida de Bree Tanner”, cuyo personaje principal aporta entre poco y nada en la misma película.

El universo creado por Meyer no es difícil de aceptar porque envuelva al lector o cinéfilo, especialmente a los denominados “twihards” o máximos fanáticos de “Crepúsculo”, en una historia de amor inmensurable entre una humana y un vampiro, que ya no se muere con el sol sino que este astro revela su condición de inmortal al hacer brillar su piel como lo haría un diamante, sino porque se limita al hombre lobo, en algunas historias esbirro o sirviente del vampiro, a una específica tribu nativa americana del estado de Washington y se habla de una chica que desea ser vampirizada para convivir por siempre con el ser que ama, a la par que ambos conciben a una niña mitad inmortal mitad humana que crece a un ritmo acelerado en medio de una historia que más bien aboga por la abstinencia sexual.

20-11-12-cultura-bella-edwardNo es malo que así lo haga mientras los espectadores estén conscientes de ello, ya que a la larga “Crepúsculo La Saga”, refiriéndonos a las cinco películas, las dos últimas provenientes del cuarto libro de Meyer denominado “Amanecer”, es la heredera de las telenovelas de las abuelas, pero para adolescentes. El hecho de que haya hombres también seguidores de los libros y los audiovisuales que derivan de ellos hace más interesante el fenómeno ya que hay una equiparación con otra saga literaria para jóvenes adultos que también causó furor en las letras y el cine, la de Harry Potter, en cuya cuarta entrega Robert Pattinson, desde ahora y para siempre conocido como Edward Cullen por su aparición a lo largo de “Crepúsculo La Saga”, interpretó a un personaje menor cuya muerte tiene un importante efecto en el universo Potteriano.

“Crepúsculo La Saga: Amanecer Parte II” es una película que debe acompañarse de la cola extra grande y el bote de canguil que cubre medio cuerpo de quien lo sostenga, porque a pesar de ser poseedora de una gran historia de amor que conmueve a cualquiera, además de extremadamente fiel a lo escrito por Stephenie Meyer, es lo que quien va al cine espera ver, una película para olvidarse de todo y divertirse sin más. Aunque hay un elemento preocupante, el hecho de que el amor del hombre lobo Jacob Black, interpretado por Taylor Lautner, sea la infante Renesmee, con quien se entrelaza (el término que se usa en películas y libros es “Imprint” y solo aplica al clan de los lobos, algo como cuando el bebé considera su madre al primer ser que ve) desde “Crepúsculo La Saga: Amanecer Parte II”, cuando era apenas una bebé recién nacida.

Si “Crepúsculo La Saga: Eclipse” había gustado por sus inconexas escenas de acción generadas por un conflicto amoroso y de un ojo por un ojo con la vampiresa nómada Victoria, la batalla final que hace que “Crepúsculo La Saga: Amanecer Parte II” sea la despedida explosiva del universo “Crepúsculo” tanto de la literatura como de la gran pantalla agradará a más de un seguidor de las historias de Stephenie Meyer. Aunque hay mucho parecido con las escenas de batalla de los filmes de X Men y hay demasiadas decapitaciones sin sangre, aunque por supuesto un giro de la trama muy interesante para el que conozca la historia de “Crepúsculo La Saga”; se trata  de una confrontación digna de las naturalezas de los vampiros, hombres lobos y consejo de gobierno de los chupa sangre –conocidos como los Volturi, liderados en lo intelectual por Aro, interpretado por el genial Michael Sheen, que en los filmes de “Inframundo” era el líder de los hombres lobos llamados lycan, y en lo “físico” por Jane, interpretada por Dakota Fanning-. Como siempre lo que importa es lo que sucede con los personajes en cada determinado momento, no en diálogos, historia o situación, lo que está bien, ya que eso es lo que hace Meyer en los libros. El verdadero problema es la rigidez de los protagonistas masculinos, Jacob tan movible como un indio de madera de esos que cuidan las tiendas en pequeños poblados, y Edward Cullen con cejas tipo Mr. Spock y sin cambiar ni un ápice de su expresión facial a lo largo de cada una de las cinco películas. El caso de Kristen Stewart como Bella es más grave, ya que al parecer la joven es una pésima actriz, aún más acartonada de lo que su personaje aparece en los libros y que solo se liberó interpretativamente en esta quinta película porque tuvo la oportunidad de interpretar a la Bella vampiresa con todos sus súper poderes.

Ah, los poderes. El truco mental de los Jedi está más que presente en este último filme sobre vampiros sumergidos en la más rompe dientes y encías azúcar que envuelve convenientemente una historia de amor entre la chica torpe e insegura y el torturado adolescente eterno. Todo lo que importa a lo largo de una película en la que el máximo consejo de gobierno vampírico es pintado como la fuerza más terrible sobre la tierra -para que al final simplemente se lo deje retirar  del campo de batalla sin herida alguna- es el poder de la mente, sea para controlar el apetito por la sangre, proyectar los recuerdos en otro, causar dolor desde una distancia considerable y sin tocar a la víctima, envolver al antagonista en sombras y neblina para hacerlo explotar en pedazos, leer la mente, ver el futuro con base a las decisiones que la persona observada tome, entre otros sorprendentes poderes fantásticos. Descubrir que la ex humana y ahora la más fuerte vampiresa en el clan Cullen, Bella Swan, es un escudo y puede bloquear los efectos de cualquier poder vampírico sobre ella y cualquier ser en el que ella proyecte su “don” es sorpresivo, pero no inesperado si se han leído los libros. Casi toda la batalla se limita al dominio de las habilidades mentales que en realidad los vampiros ni siquiera deberían tener de manera tan intensa.

La presencia de una actriz para representar a la Renesmee lo más crecida que aparece en la película parece innecesaria ya que los bebés animatrónicos, intercambiado levemente con uno que otro real, ocupaban mejor su espacio. Es cierto que “Crepúsculo”, en libro o película, es considerado como el material de ficción que arruinó la mitología de los vampiros, pero la última película transforma lo imaginado por Stephenie Meyer para ganar una audiencia mayor jugando especialmente con lo que sucede en la batalla final y enfocando más la historia para que todo el filme sea sobre este conflicto.

Las líneas resultan hilarantes al espectador no por lo mal construidas que están o porque el actor que las dice lo haga de una forma poco convincente, sino por los instantes en que son enunciadas y lo que implican si uno se deja absorber en las historias de Bella, Edward y Jacob, embellecidas con una fotografía acuciosa y paisajística, a veces entorpecida por demasiados close-ups, y una música conducida, desde “Crepúsculo La Saga: Amanecer Parte I”, nuevamente por Carter Burwell.

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