Daniela Rea Gómez: “No creo que hoy seamos más indiferentes ante el horror”
Daniela Rea cubre temas como desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, tortura, desplazamientos e impunidad en México, país en el que 113 periodistas fueron asesinados en los últimos 18 años, la mayor parte de ellos mientras investigaban al crimen organizado. La periodista asumió el reto de trabajar sobre Derechos Humanos, escribir crónicas y reportajes, y dirigir su primer documental, No sucumbió la eternidad.
¿Ha crecido la indiferencia frente a los crímenes y la impunidad?
No creo que seamos peores seres humanos que antes ni que seamos más indiferentes, pero nos está tocando vivir un momento en que somos testigos de mucho horror.
En 15 años que tengo como reportera [NdR. tiene 35] lo que he visto es que detrás de mí, de nosotros, llegan generaciones de chavos muy conscientes, generosos y honestos queriendo escuchar y contar. Decir que somos indiferentes sería borrar esos esfuerzos de jóvenes y gente grande que está replanteándose la manera en que quieren trabajar. Esto también se aplica para la sociedad: gente que está indignándose, saliendo y queriendo hacer cosas.
Pero hay quienes prefieren no enterarse de lo malo...
La precariedad de la vida hace que probablemente la gente esté resolviendo el día a día y eso no la hace indiferente o cínica. Más de la mitad de México tiene que ver cómo paga la comida de los hijos y también hay una necesidad de protegerse a nivel emocional, salvaguardarse de lo que está pasando para no perder la inocencia. Es muy difícil vivir en un país así, apostándole a la vida cuando lo que vemos todos los días son escenas de horror. Comprendo que a veces uno no quiera mirar eso porque necesita tener el corazón a salvo, y eso también se vale, pero de alguna forma tenemos que regresar a la realidad para hacer algo: acompañar a quienes están sufriendo.
¿Cómo has sobrellevado la muerte de colegas periodistas?
De ellos se habla con dolor, se habla con frustración, se habla con rabia, incluso con ganas de vengarse; pero también con sosiego y compromiso, asumiendo lo que nos toca hacer por su memoria. A veces se siente culpa y una se pregunta: ¿por qué el y no yo?, ¿qué hicimos mal?, quizá no lo cuidamos lo suficiente... se habla pensando en otros compañeros que están en los mismos riesgos, en la misma situación, con miedo, viendo estos hechos como una advertencia pero así, diciendo las cosas como son, esto se sobrellevará.
¿Hay reporteros que optan por el silencio en estos casos?
Vimos que en Veracruz—donde ha habido más periodistas asesinados que en otras partes de México: 22 en los últimos 7 años— los compañeros no hablaban. El dolor era tan grande que para poder decir que existe tenían que ponerse unas borracheras. De otra manera no salía lo que tenían que decir. Es muy fuerte no hablar del dolor porque es como una orfandad que a veces dura muchos años.
Has dicho que hay cinismo en el poder frente a estos crímenes...
La hay entre quienes tienen la responsabilidad directa de responder. Eso se debe a que lo que está de por medio ya no es proteger la vida sino exprimirla para sacarle el máximo posible de ganancia. Pero hay excepciones: he conocido a funcionarios públicos que, con mucha dignidad, tratan de hacer su trabajo en medio de una burocracia terrible.
¿Este tipo de coberturas siempre incomoda a los victimarios, eso provoca las represalias?
No es que solo una como periodista los incomode, hay mamás que cuentan cómo se sentaron con los señores que mataron a sus hijos, los desaparecieron o se los llevaron. Ellas hacen una interpelación desde la duda, le dijeron a alguien que cómo era capaz de torturar, cuestionaron cómo llegó a esa situación en que puede hacer eso y volver a su casa a educar a sus hijos, a decirles que deben portarse bien.
¿La escritura de reportajes sigue siendo un trabajo solitario?
Hay que retomar lo que plantea Cristina Rivera Garza con las coescrituras. No escribimos en soledad. Cuando estaba en las noches físicamente sola, con mi hija dormida, escribiendo el libro me sentía acompañada por las mujeres que me estaban compartiendo su historia.
Por Liliana, que no sabía si salir a buscar a su esposo o cuidar a su hijo; por Míriam, que intentaba volver a tener una relación amorosa después de que cinco hombres la torturaron y violaron... en ese sentido el proceso de la escritura era con todas ellas.
Eso conlleva una gran responsabilidad...
No es solo la función social de un periodista, sino la necesidad de entender qué hacer con el miedo, cómo sobrevivir si me pasara algo como lo que ellas viven. La compañía es la de sus luchas y resistencias.
¿Ellas se han enterado de los premios que has recibido?
Cuando nos dieron el Gabriel García Márquez [FNPI] por la serie de “Buscadores en un país de desaparecidos”, Leticia Hidalgo me dijo que compartiéramos el premio con nuestras familias, a las que les hemos quitado el tiempo para acompañarlas a ellas. (I) et
Último libro
Nadie les pidió perdón
Los victimarios en estas historias reales son miembros del Ejército, la policía y hasta enfermeras.