Las sonoridades se repotencian en Culebra Cascabel
En una circunferencia se ubican un pianista, una cuentera-bailarina, una performer-actriz, un guitarrista-flautista con su cajón y un técnico de sonido que toca el violín. De pronto comienzan a tocar los instrumentos de la manera menos esperada. Un reciclador también es parte del grupo, pero ahora no está en escena.
Los seis conforman un ensamble sonoro al que llaman Culebra Cascabel. No hacen música, ‘culebrean’. La idea es producir sonido, experimentar con la corporalidad y los instrumentos sin escalas melódicas o ritmo. Nada es previsible. Todo se improvisa y lo que ocurre en una presentación puede tener un segundo round, pero no sonará ni se verá igual.
Hace un año empezaron la gestación de este ensamble, desde entonces son capaces de controlar el tiempo de una intervención que se improvisa sin tener un reloj a la mano. Manuel Larrea es uno de los integrantes y gestor de esta idea desde que regresó al país luego estudiar composición de jazz en Berklee.
Culebra Cascabel es un grupo de experimentación sonora. Larrea, un pianista que se cansó de las formalidades del único instrumento al que no puede trasladar en sus presentaciones. Decidió usar un teclado para aproximarse a la sonoridad con los objetos que tiene cerca, como el banco con el cual golpea -con una técnica incomprensible para el público- las teclas negras o blancas. Se plantea invitar “a imaginar un mundo con ceguera, sobredimensionado, fascinante, sensible en sus otros sentidos”.
Ángela Arboleda integra esta agrupación desde su corporalidad. Zapatea como española cuando encuentra adecuado hacerlo o mueve sus castañuelas. En escena la acompañan los cuentos que le gustan, la poesía que prefiere y repite. Su intervención parece alineada con la de María Coba, otra de las intérpretes.
Coba fue parte del Teatro Arawa y ahora dirige el Centro de Prácticas Corporales de la Universidad de las Artes. En su intervención reacciona a la sonoridad del ensamble con el golpe de una pera de boxeo, desbarata las páginas colgadas de un solterón o abre un libro para reproducir el intento de escribir sobre páginas que ya fueron escritas, o simplemente danza un poco y lento.
Carlos Murgueitio interpreta la flauta, el primer instrumento que tocó en su vida. Con él regresa a la niñez. Piensa que los instrumentos de viento representan la inhalación y la exhalación a la hora de establecer una conversación verbal. En el miniteatro del ITAE, donde culebrean esta vez, hay gente que se altera con el sonido.
Luego sube a la silla para interpretar de pie su guitarra, para experimentar con la sonoridad del rock y dejarse llevar por ella indiferentemente de lo que haga el resto.
Murgueitio tiene la influencia del músico brasileño Hermeto Pascoal a la hora de producir sonoridad. Quiere jugar como John Coltrane a la hora de introducirse en el mundo de la improvisación sonora más que tonal, que es la que se usa en el jazz. “Para salir de la tonalidad debes primero reconocer las tonalidades; para crear tus propias reglas debes conocer las reglas”, dice.
Jorge Cevallos, el violinista del grupo, controla el eco de los sonidos a través de la computadora y cuando cree necesario interviene con la dulzura del violín. Una señora del público se pregunta por el mensaje de este ensamble. “Simplemente producir sonoridad”, dice Larrea al concluir una hora exacta de diálogo entre elementos distintos. (I)
Datos
Antes de culebra cascabel
La agrupación inicialmente tuvo 15 miembros, en ella la experimentación se producía a partir de unas cartillas que los participantes podían repetir, de acuerdo a sus ganas. Entonces el grupo se llamaba Cobra
6 personas integran el ensamble. El que faltó este viernes fue Juan Carlos Zambrano.
Influencias
Los intérpretes parten de la influencia de autores como Pierre Schaeffer, el brasileño Hermeto Pascoal. La idea es generar juegos con la sonoridad, cuestionarse los instrumentos y la linealidad.