Cuando el libro es solo la excusa para reunirse
Aunque el libro debería ser el rey de la cita, el invitado de honor en realidad termina como el convidado feo a la fiesta de gala. Basta recorrer el Palacio de Cristal del Malecón 2000 para constatar que, en comparación con las ediciones 2010 y 2011, son muy escasos los stands que conforman la séptima edición de la Feria Internacional del Libro en Ecuador, Expolibro.
Sí, algunos compran unos cuantos tomos en el pabellón de la única librería no religiosa que queda en esta feria, y donde se encuentran algunas ofertas de $1, $2, $3 y $4, además de un inflado número de ejemplares de lo mejor de la literatura juvenil, como es el caso de “Blancanieves y el cazador, la novela”, mientras en una amplia sección de literatura se empolvan obras “de mayor calibre” como las de la trilogía Millenium.
En un pabellón se representa material didáctico sobre maneras sencillas de aprender ciencia. En otro, un periodista colombiano radicado en el país durante muchos años presenta casi exclusivamente su autobiografía, mientras quien recorre los estrechos pasillos de la Expolibro ni siquiera nota la presencia de los 3 ó 4 escritores nacionales sentados frente al gran pabellón de una conocida cadena de librerías. Dos de ellos son auspiciados por municipios de la provincia del Guayas.
Hay un gran stand para materiales de impresión, pero siguen llamando más la atención, extrañamente, las revistas establecidas e independientes, y los libros -muy pequeños- de la institución que difunde la cultura de la ciudad de Barcelona y su región “semiautónoma” en España.
El libro permanece arrumado en rincones o forrado en plástico, e, incluso, en estantes apresados con cinta aislante transparente, a veces desgastada -incluso ejemplares de la fiable Enciclopedia LNS-. Ahí están, visibles para el público que se sienta a reposar en el amplio stand que ocupa una reconocida cafetería guayaquileña, al fondo de la feria, junto al mejor pabellón en lo que a contenido se refiere (aunque su objetivo no es precisamente ni el libro ni la lectura), el de Radio-Revista Mundo Juvenil, manejado casi enteramente por estudiantes de la ciudad.
En el local de Técnicas Americanas de estudio o en el del instituto especializado en la enseñanza de inglés Koe, nunca falta gente escuchando las ofertas de sus cursos y programas de aprendizaje-enseñanza, mientras los locales de Cuento Cuentos, al otro lado de las urnas del Palacio de Cristal; el gran stand de la Biblioteca Municipal de Guayaquil y el reducido espacio para el Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Educación, tratan de ser los impulsores, defensores de la palabra, el libro y la lectura.
Lo propio hacen los alargados y delgados espacios que ocupan la Universidad de Guayaquil y Editorial Mar Abierto, de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, para los adultos y jóvenes. Mientras la Senplades y el Instituto de Altos Estudios Nacionales son los encargados de la promulgación del pensamiento científico social.
Aunque el personal organizador y de protocolo es muy cordial y certero en su labor, sus buenas intenciones quedan en nada cuando uno pasa por una plaza central que permanece desocupada casi durante todo el día, considerando que las jornadas de Expolibro van de 10:00 a 21:00, y se la usa tan solo para realizar actos al cierre del día.
Ahí, unos grandes parlantes que despiden mal sonido se usan para transmitir música suave como un melodioso jazz y, de vez en cuando, anuncios que resultan inteligibles, aun si uno se detiene frente a cualquiera de las cercanas urnas del Palacio de Cristal.
Es cierto que la feria apenas llegó a su tercer día el 8 de julio, pero eso no justifica la reducida concurrencia que ha logrado, tomando en cuenta que al momento de hacer lanzamientos de nuevos títulos, importantes reediciones o relanzamientos en cualquiera de las urnas, en horarios de la tarde y noche, apenas se congregan unas 20 ó 25 personas por cada evento.
Aunque el espacio para venta de alimentos se ha dispuesto en un sitio alejado de los puntos de venta de libros o de promoción de la lectura, sorprende que los expendedores de soya crujiente y dulces tradicionales estén junto a una casilla para la oferta de programas de asistencia municipal y un espacio vacío sobre el que dice “Festival Peruano”.
A la par, los libros del stand de la Biblioteca Municipal se leen libremente, incluso el material de una improvisada comicteca.
Pero hay demasiados volúmenes detrás de vitrinas que pueden ser vistos pero no tocados.
Mientras uno camina bajo el sol, recibe la propaganda del éxito de los últimos años del gobierno municipal de Jaime Nebot, en formato de libro de lujo.
Lo regalan en el stand de la Biblioteca. En el trayecto se ven más bancas ocupadas y niños que piden a sus padres ir adonde les ponen las caritas pintadas; van junto a los puestos de comida, leen libros o piden que se les compre uno.
Y es que incluso el espacio de la Cámara del Libro de un país hermano solo tiene CD y DVD a la venta, y otro es el stand para la venta exclusiva de libros virtuales.
Cinco tomos de la ecuatoriana Aminta Buenaño invitan a darse una vuelta por la residencia temporal de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, mientras una minicolección del último Premio Nobel de Literatura latinoamericano, Mario Vargas Llosa, se exhibe en los puntos más bajos de los estantes del stand de la conocida librería nacional.
Por lo menos quedan los mantecados...