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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Cuando el humor que intenta refrescar no logra superarse

Con un humor que afina un poco el tono de “Solteros sin compromiso” se puede definir a “Nada personal”, película dirigida por Charlie Pérez, con guión de Xavier Pimentel. El jueves pasado, la cinta abrió en el MAAC el festival de audiovisuales Ojoloco. Hubo risas en el cine, muchas. Tal vez más de las necesarias.

Ya “Solteros”, que tenía el mismo guionista que “Nada personal”, traía una propuesta de comedia a la televisión nacional que no dejaba de ser, de alguna forma, refrescante. Acaso una aproximación al humor gringo de las sitcoms. Y lo que muestra “Nada personal” es también eso: tiene la onda de las comedias que se transmiten en los horarios de la madrugada en la TV por cable.

La historia trata de Pancho y Tati, una pareja de recién casados (Pimentel y Frances Swett) que se cambia a una casa antigua del sur de la ciudad, y aquella misma noche planean una reunión con sus amigos para ver un partido de la selección. Llegan más de los que quisieran.

Desde el inicio, en que Francisco Pinoargotti da consejos a Pimentel en un supermercado sobre cómo enseñar a la mujer quién manda en casa -hasta que llega su esposa a recolocarlo en el lugar de mandarina, claro, no podía faltar el gag-, y Flor María Palomeque hace de una cajera que masca un chicle con un ruidito continuo y desagradable, empiezan a aparecer las figuras conocidas de la producción televisiva del país, lo que hasta cierto punto le construye a la película esa imagen de comedia que no ha superado el quehacer diario de los canales locales.

Son otros los famosos de TV que intervienen: David Reinoso, Priscila Negrón, Roberto Chávez, Diego Spotorno, Marcelo Gálvez, Marcela Ruete, Carolina Jaume, “Pepe” Sánchez, y los actores que interpretan a los padres de Tatiana, Marina Salvarezza y el infaltable Antonio Aguirre, que se ha convertido en una especie de Morgan Freeman de los audiovisuales en Ecuador: uno de los actores de reparto más comunes, ya encasillado en un mismo personaje -todos los papeles que interpreta son del señor extremadamente estricto que carga una cuota de poder sobre el resto-, que por lo demás no se parece mucho al actor, muy lleno de risas, que lo encarna.

La mayor parte de la trama gira en torno a un partido de eliminatorias entre Ecuador y Perú. En algún momento, los anfitriones hablan de la hora, son las 18:00 y el juego empieza a las 20:00, lo que les da tiempo, creen, de un arrumaco antes de la llegada de sus invitados. Pero suena el timbre y aparece, en primer lugar, la vecina curvilínea (Marcela Ruete) y luego la pareja de amigos  (David Reinoso y Priscila Negrón).

Reinoso y Pimentel hablan de las posibilidades de clasificar que tiene la selección. Que si Chile pierde por más de un gol, y si Colombia no le gana a Venezuela, pero el próximo partido es con Paraguay...

Ocurre que empieza el partido, ese que decían que era a las 20:00, y las tomas que se ven en el televisor son las del Ecuador-Perú de las eliminatorias a Sudáfrica, jugado en noviembre de 2007 (el día que Sixto Vizuete debutó como técnico) en el estadio Atahualpa... a las 16:00. Visible error de falsa microonda en noticiero matutino.

Reinoso se aleja de los papeles caricaturescos que acostumbra en los programas que lo han vuelto famoso. Es un sujeto que por darse una buena vida se convierte en “dealer” de aniñados por las noches -Aladino hace de su proveedor-.

Y mientras siguen los gags de sitcoms -que han estado, la mayoría, aceptables: la película se deja ver- no dejan de salpicar esas exageraciones que buscan dar risa amparándose en el estereotipo. Acaso el ejemplo más claro es el personaje de “Pepe” Sánchez, que interpreta a un amigo gay de Tatiana. Más bien hace el personaje de “loca” escandalosa. Al parecer, eso es lo gracioso: que es homosexual.

Y así, poco a poco, el guión comienza a perder. Surgen acusaciones de infidelidad entre las dos parejas protagonistas (siempre aupadas, por supuesto, por el personaje de Sánchez), que son alentadas después por los padres de Tatiana, pareja adinerada que mira con desdén el lugar en que vive su hija y la gente que la acompaña -ya para ese entonces estaba presente el personaje de Spotorno, Chucho, y su amigo Lucho-. Buena expresión y gestualidad, buen tono, buena actuación, líneas tristes.

El partido termina, Ecuador golea 6-0, y mientras se van esclareciendo los malentendidos, a la casa llega la Policía y se lleva a todos porque se descubre que hay dos kilos de coca, cortesía de Reinoso.

Un cierre a negro con la leyenda “un mes después” precede a un final inexplicable, que deja la impresión de que simplemente había que cerrar la película de cualquier forma: Pancho pidiendo otra oportunidad a Tatiana, que lo abandona. “Han pasado muchas cosas, estuvimos en la cárcel”, replica ella. Lo dice unas cuatro veces, casi como para que nadie deje de notar que esta última escena ha sido demasiado halada de los pelos, que ha estado de más.

La película hasta incluye la escena, muy propia de “Vivos”, en que el protagonista está en primer plano y tiene de fondo a todos los demás. “Nada personal” apela a actores tan conocidos que solo con verlos causan la gracia del “a este lo he visto en la farándula”. Eso sí: esta crítica no es nada personal.

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