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Cuadernos del Guayas y el ruido de las cosas al caer

Cuadernos del Guayas y el ruido de las cosas al caer
03 de febrero de 2014 - 00:00

Con la complementación más erótica posible de unidades –6 y 9- como número de la edición, circula Cuadernos del Guayas, de cuyo contenido poco alentador se salva una selección de poemas de David Ledesma Vásquez, autor injustamente olvidado. Sería bueno que la Casa de la Cultura Ecuatoriana (el núcleo del Guayas) hiciera una edición de su poesía completa.

Por lo demás, la publicación trae breves (y justos) homenajes a autores muy ligados al núcleo y a la ciudad, como el escritor Rafael Díaz Ycaza, el dramaturgo José Martínez Queirolo y el muralista Jorge Swett.
Cristóbal Garcés Larrea aparece como director de Cuadernos del Guayas, revista del núcleo, cuyo formato de libro hizo que algún tarado con iniciativa -los mas peligrosos de su especie- decidiera llamarlo Libro de la Casa y no revista.

Debo explicar que Garcés Larrea (el eterno, tiene casi 100 años de edad) merece la más respetuosa consideración por su labor en el ámbito cultural.

A contra vía recuerdo ahora a Ubaldo Gil, director de Mar Abierto, editorial con sede en Manta, desde donde, venciendo limitaciones y dificultades por su ubicación, hizo un trabajo excelente y de proyección nacional en los 49 años que le permitió la vida.

Mis condolencias a Bahí, su señora.

Me cumple consignar también que, como lo marca Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) hay en Cuadernos -como en muchos textos, más allá de sus propósitos estéticos- una descomposición de la realidad que produce “el ruido de las cosas al caer”.

Debo remitirme ahora a El ruido de las cosas al caer (Premio Alfaguara de Novela 2011), del joven escritor colombiano, ni tan joven puesto que tiene 41 años, quien ha publicado dos novelas: Los informantes e Historia secreta de Costaguana; un tomo de relatos, Los amantes de todos los Santos; un volumen de ensayos; una biografía de Conrad; varias traducciones y tiene una columna en El Espectador, solo que yo soy tan viejo que cualquier cuarentón me parece un niño.

El narrador de esta realidad  trata de organizar su discurso eludiendo esa  distorsión.El ruido de las cosas al caer obtuvo el Premio Alfaguara y el autor vive desde l999 en Barcelona. En este libro, Juan Gabriel Vásquez nos hace conocer una realidad distorsionada a tal punto que no es raro que aparezca de pronto, en alguna ciudad o en el campo, un hipopótamo escapado del zoológico de Pablo Escobar (parte de su negocio del narcotráfico) o cualquier otra situación o cosa insólita.

Al mismo tiempo, el narrador de esta realidad distorsionada trata de organizar su discurso eludiendo esa distorsión e inocentemente alineándose en una historia que en su trasfondo solo deja el ruido de las cosas (que debían, pero no podían salvarse) al caer.

Paso ahora a enumerar –entre coles y nabos- otras cosas que suceden en nuestro día a día.

Leo entonces, entre una sarta de noticias ‘horripelentes’ (de horribles y repelentes), que Jorge Martillo -alias el conde (por Drácula y sus colmillos prominentes)- presentó un volumen de crónicas titulado Guayaquil de mis desvaríos.

Aplausos. Y va uno.

Dos. Gol de “Traca”. Titular a seis columnas de un matutino guayaquileño. Con eso bastó: era un gol de Stracqualursi, un verdadero trabalenguas.

Después de más de un año retirado de las canchas, el retorno de Iván Kaviedes al gramado duró solo seis minutos; fue expulsado por protestar airadamente una decisión arbitral.

La Copa Mundial de Fútbol anda de gira, lo que emociona a los dirigentes locales. Ridículo, por decir lo menos.

Una invitación difícil de descifrar. Dice: “Presentación, en una noche de literatura y bohemia, de la novela Solo de vino a piano lento de la doctora Sonia Manzano”. La dificultad se presenta ante el hecho de que la doctora Manzano es pianista.

El galón de leche de Wawrinka. Octavo en el ranking mundial de tenis, este suizo lo ganó todo en el Grand Slam de Australia, derrotando a Nadal en la final y dejando fuera a otros grandes del tenis del mundo como Novak Djokovic y Federer.

Los morlacos (cuencanos) nos dan un gran ejemplo. Ante el deterioro de la catedral, considerada un ícono de la identidad de la capital azuaya y un monumento patrimonial, han decidido aportar un dólar por cráneo para restaurarla. Aplausos.

Ahora solo me queda mirar a mi alrededor, y observar, por ejemplo, que hay apellidos que no pueden emparejarse, como Vaca y Gando, porque si fulano de tal Vaca Gando, resulta sucio por decir lo menos. Hay nombres que junto a ciertos apellidos, Linda y Hermosa, digamos, son un pleonasmo.

Por último, hay expectativas. Cuando aparezca este artículo ya se habrá jugado la Copa Davis con Venezuela.

Yo me la juego aquí a que les hemos ganado. Ya veremos, dijo el ciego. Y el ciego vio. ¿Qué habrá visto el ciego? Veamos.

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