Crítica y periodismo “cinéfilos”
El Telégrafo está abierto a todo debate, pero también está consciente de que para ello hacen falta argumentos, planteos, tesis y hasta posiciones sustentadoras de conceptos y no solo alegatos y prejuicios.
Hubo dos opciones frente a la entrevista publicada el lunes y que ha desatado una reacción, en muy pocos casos virulenta, la mayoría de queja y hasta de mofa por las palabras y criterios del cineasta Jorge Aycart: no publicarla tras haberla hecho, revisado y hasta provocado una gran discusión dentro de la redacción; la otra era volverla a hacer para que el periodista que la realizó precise con el entrevistado conceptos y hasta datos de la realidad que Aycart no contempla en su “crítica” apabullante y hasta prejuiciada.
Optamos por publicarla sabiendo de antemano lo que provocaría en la gente vinculada al cine nacional. Y lo hicimos porque el entrevistado tiene un espacio y unos criterios debatibles. Pero también para generar ese debate de rigor que hace falta en el Ecuador sobre estos temas que tienen poca cabida en los demás medios de prensa, pues han optado por ese periodismo banal y de farándula que poco aporta a lo que, en cierta forma, reclama Aycart.
No está por demás decir que la rigurosidad del periodismo también convoca otros retos. Por ejemplo, que para la entrevista con personas que señalan este tipo de comentarios haya mejor preparación y hasta un nivel de criticidad o postura clara ante un entrevistado que se precia de no ver las películas “completas” y de ahí saca conclusiones contundentes.
Nos hace falta profundidad y respeto en el tratamiento de temas complejos y hasta cierto modo “delicados”. No se trata de hacer apologías y menos hacer “leña” a alguien. Lo importante es desatar la mayor cantidad de argumentos y exploraciones conceptuales para arribar, con el entrevistado y de ahí con los lectores, a un conocimiento mucho más sabio de lo que, en este caso, el cine nacional hace en los últimos años.
A la vez, la entrevista no abunda con Aycart en los conceptos de cine arte, identidad nacional y/o producción independiente, porque no se puede intolerar, desde un altar crítico, lo que para el resto de cineastas ecuatorianos ha significado una doble lucha: hacer cine con bajo presupuesto, en un país donde no hay industria y menos cuando no había ningún apoyo público; y porque las audiencias, ese espectador del que habla Aycart, no se hacen pasando por la universidad, desconociendo el medio social en que se “cultiva” intelectual ni artísticamente, pero mucho menos esperando que todos los cineastas se adscriban a una sola corriente como si con ello ya se transformara al espectador en un ciudadano “culto” e “ilustrado” frente a la pantalla.
Eso sin olvidar, que es lo que parece no existe en el imaginario mediático de Aycart, que la gran fuente de “conocimiento” sobre el cine es la televisión, los medios privados que no hacen crítica sino publicidad de las grandes cadenas de cines y un sistema educativo que, hasta hace poco, aunque todavía falta, solo lucha por los salarios de los maestros y jamás por la calidad y excelencia de la educación.
Hay comentarios que nos culpan por la publicación y hasta la califican de mediocridad periodística. Ni lo uno ni lo otro: la exposición de criterios no se supedita solo a la “excelencia” discursiva de unos pocos o a que no es posible tocar a “las vacas sagradas” de cualquier expresión artística. Además, ante el desierto de discusión mediática de estos temas, no solo que refresca y actualiza ciertos asuntos, sino que plantea ese reto enorme de devolver a los periódicos esa función de socializadores y escenarios de circulación de ideas.