Patricio Palomeque reúne obras que ha realizado desde 1989 hasta 2012 y la expone en la muestra “La otra parte de la diversión”. A través de un diálogo se pretende revelar aspectos de la factura de las obras y su entramado teórico-artístico. 

A parte de la reverberación de sus brochazos, la estridencia cromática y la expresividad en su trazo, hay una variedad de cuerpos difuminados y fantasmagóricos que están en movimiento en sus cuadros. ¿En esa vislumbre de lo no elaborado se ocultan ciertos elementos para dilucidar su obra?

En la muestra se pueden ver parte de mis primeras pinturas, en donde el flujo y la acción son características y exaltan el acto de pintar. Los temas de representación aclaman al cuerpo humano: figuras levitando en un vértigo constante; la mayoría de veces estos cuerpos representan lo ausente, esa desintegración de lo físico, y muestran una significación del rastro del acontecimiento o acción. Igualmente, pasa con los textos que incorporaba en mis telas, casi a manera de grafitis dentro de la obra,  una forma de subrayar e insistir en lo fallido como lenguaje expresivo, mis primeros años se caracterizaron por un impulso en la acción de pintar.

En sus telas y lienzos hay múltiples desintegraciones, entre estas la irrupción de un lenguaje ilegible. En el catálogo y en obras de la exposición circulan textos de escritores como Fernando Pessoa, Mario Montalbetti,  Huilo Ruales, entre otros. ¿Qué tan importante ha sido la relación con la literatura para  su creación?

La incorporación o la cita de textos ha sido una constante en mi obra. Son básicamente textos poéticos como es el caso de una de mis primeras instalaciones llamada “Una para cada día” de 1996. Esta obra revisa y cuestiona el tema de lo patrimonial y arquitectónico, estaba constituida en base a la trascripción del texto “Catedral Salvaje” de César Dávila Andrade.

Con la intención de que sea releído y resignificado  entregué a cada espectador copias del extenso poema. Es importante mi relación y el diálogo constante con poetas, sobre todo con Cristóbal Zapata, quien ha sido fundamental en diferentes etapas de mi trabajo hace muchos años. En algunos casos el texto antecede a la obra, como es el caso del video “La cita”, con el texto de Pessoa. En otros casos, el texto termina redondeado a la obra, o multiplicando el valor semántico de la misma, como en el video “El afilador”, acompañado por un poema de Montalbetti.

“Circulante” es una instalación ambiciosa y de gran dimensión con múltiples registros, cuyo eje es el dinero como objeto y símbolo. ¿Es cierto que los billetes de sucres utilizados fueron parte de un botín de asalto a un banco perpetrado por usted?

Efectivamente, son parte de un botín, pero los que robaban eran los banqueros causantes del salvataje bancario de 1998 y 1999, que nos llevaron a la dolarización. “Circulante” empieza en 1988 y se expuso en la VI Bienal de Cuenca.

Nace a partir de un auspicio de $ 2.000 para participar en la Bienal. En ese momento el sucre era nuestra moneda y la población cambiaba sucres por dólares. Mi acción consistió en entregar al Banco Central los $ 2.000 para obtener a cambio sucres, una cantidad asombrosa de papel moneda, la misma que me permitió elaborar “Circulante” y algunas otras obras, todas inscritas en este conflicto de lo monetario. El sucre luego de un tiempo terminó siendo solo papel,  perdimos uno de nuestros elementos simbólicos más importante: nuestra moneda. “Circulante” tiene muchas capas simbólicas, por ejemplo, en la hamaca que mide 15 metros, detiene, suspende, aletarga el tiempo, el dinero o la riqueza desvelada, devaluada, suspendida. El texto “La huella de la palma de tu mano” habla de las manos como el principal o más valioso instrumento que poseemos. Manos que dan caricias y extienden afectos, que al final quizá estén limitadas solo por dar y recibir, o por el acto de contar dinero como se ve en el video que está dentro de la carpa de camping, que simula a un banco, a punto de desmoronarse y que subsiste por pura inercia. 

En su obra hay un fondo político, bastante verbena y profunda reflexión existencial. En una explosión de perspicacia artística, la instalación “Siempre te diré que sí”, un perrito de plástico no deja de mover la cabeza ante un ventilador,  la inocencia de ese gesto supone nuestra capacidad de domesticación y sometimiento. ¿Es en obras como esas donde vive el “esplendor de la ruina” como usted ha dicho?

En “Siempre te diré que sí”, efectivamente se habla sobre nuestra capacidad de domesticación y sometimiento, ese su trasfondo político. Pero también hay ambigüedad en muchas de mis obras, en este caso lo afectivo amatorio puede ser el sí. Ese sí, mecanizado, artificial o perpetuo ante el poder del amor, es una forma de revisión de lo sentimental en estos tiempos, otros.

Hay una fluctuación de sensaciones antagónicas a lo largo de la muestra. Por ejemplo, se advierte la perturbación del espectador con las tensiones políticas latentes en sus obras “Multitud en Gracia” y “18h00”, para inmediatamente trasladarlo a un estado de sosiego y melancólica meditación en las obras  “Horizontales” y “La cita” que son las que siguen el recorrido. ¿Esa era la intención?

En estas obras son visibles las fluctuaciones que van desde lo conceptual hasta lo formal en múltiples técnicas, en un libreto sujeto al tiempo que nos ha tocado vivir. Atravesado por todo el drama y el conflicto de lo político y económico; acompañado de la intranquilidad por el irse, por salir, por encontrar de alguna forma una salida, tanto en lo creativo como en lo personal.

En mi obra última “Horizontales”, reviso el paisaje y la travesía, o esa condición intranquila de existir entre el estar y el irse. Quizás la situación ideal sea la del desplazamiento constante, la ruta, el recorrido como condición básica.

El trabajo de curaduría, de armonía museográfica, (más allá de la precariedad de la sala), además del prolijo, amplio y fulgurante texto de Cristóbal Zapata en el catálogo, esclarece la riqueza de su obra. Cuéntenos  acerca del proceso del traslado, montaje, puesta en escena, elaboración de textos y demás entretelones de la muestra…

“La otra parte de la diversión (obra escogida 1989-2012)”, es una suerte de muestra panorámica en casi 25 años de trabajo. Quisimos ante todo reunir obras de mi colección, es decir, no pedí a ningún coleccionista obras a préstamo, esto de alguna forma le da un toque más intimista y fetichista a la muestra.

Las obras expuestas pertenecen a mi colección y a la de mi hija Sayana; algunas no tienen valor comercial, nunca las podría vender, además, hay un par de obras que nunca fueron expuestas y que en la revisión de mi archivo decidimos mostrarlas. Otras, que fueron seleccionadas, llegaron a Quito desde Cuenca y no se mostraron.

La curaduría fue tarea de Cristóbal Zapata y es producto de un trabajo muy cuidadoso. Está elaborada bajo un libreto o como en literatura se llama “Obras escogidas”, y que a su vez guardan una armonía con la edición del catálogo; además, es importante anotar que el montaje museográfico fue realizado por Kenneth Ramos en una tarea de mucho diálogo. El espacio de la sala Joaquín Pinto, aparentemente no es un espacio ideal que permita una museografía limpia y que preste todos los recursos.

Sin embargo,  escogí la sala por lo complejo de sus espacios interiores, que justamente son ideales para el montaje instalativo de “Circulante” y de “Ring Said”, instalación que pretendí montar en el primer óvalo de la sala y que lamentablemente no se pudo por su alto costo y en vista de que no salió el auspicio con el  que quise contar. Es importante en el arte contemporáneo el respaldo institucional para que estos proyectos se den, es por eso que extiendo mis agradecimientos a la Casa de la Cultura Ecuatoriana y a la Fundación Bienal de Cuenca, por hacer  posible esta muestra.

Zapata escribe: “En la pintura ecuatoriana, junto a Jorge Velarde, Luigi Stornaiolo y Wilson Paccha, Patricio Palomeque ha conseguido lo que Maurice Reynal hace a todo artista verdadero: rehacer el cuerpo humano” ¿Qué diría con respecto a la identidad de los cuerpos en sus cuadros?

Sí,  Paccha, Stornaiolo y Velarde son pintores con sus propios códigos,  a los cuales les debo mucho respeto y admiración, además de ser mis panas. Me agrada que Cristóbal me incluya en esta lista, en lo personal creo que soy terriblemente infiel con la pintura, ahora mismo pinto muy poco, pero tengo que reconocer que siempre vuelvo, a pesar de mis inquietudes por la fotografía y el video. La pintura es un lugar común, hay proyectos que solamente son pensados y solamente puede ser resueltos en los territorios de la pintura.

Entre la variedad de técnicas utilizadas en su obra están: dibujo, pintura,  obra gráfica, instalaciones, fotografía, video, impresión digital, impresión UV sobre acero inoxidable, serigrafía sobre espejo, pan de oro sobre madera, escultura y demás; en las que usted ha procesado la riqueza de su repertorio visual que va desde religión, historia, política, medios, habla coloquial, el centro de la ciudad, el paisaje puro hasta la pornografía, etc. ¿Eso lo ubica dentro de lo que se llama artistas de la ubicuidad en esta parte de la diversión?

En   2000, en una de las últimas muestras de La Galería de Quito, presenté mi exposición pictórica “Intemperie”. En el catálogo de la muestra adjunté una cita del gran pintor Gerhard Richter,  cita con la cual me identifico y de alguna forma describe parte de mi personalidad y de mi conducta en el arte, que dice: “no tengo intenciones, ni sistema, ni dirección. No tengo programa, estilo, objetivo. No me interesan los problemas del oficio, los temas del trabajo, las variaciones hasta la maestría, rehuyó del encorsetado, no sé lo que quiero, soy inconsecuente, indiferente, pasivo; me gusta lo indeterminado, lo desmesurado, la inseguridad permanente”.