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Ecuador, 21 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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Ciudadano Bolívar

Para hablar de ciudadanía hoy en Ecuador, hay que hacerlo desde algún lugar concreto, que sirva tanto como de punto de encuentro, como de punto de fuga desde el cual mirar hacia los procesos democráticos que se dan en el país. Recientemente, el Instituto de Altos Estudios Nacionales propuso pensar a la ciudadanía desde el espacio conceptual elaborado por el filósofo de Riobamba Bolívar Echeverría.

El intelectual ecuatoriano hacía una clara distinción entre la política y lo político. La primera sería fundamentalmente la acción institucional, basada en las prácticas de los partidos políticos, el sufragio y las políticas públicas. Lo segundo sería un campo más amplio donde las acciones de la sociedad civil, la sociedad política, las asociaciones de base y  la verdadera construcción de la vida social, se forman en la reproducción cotidiana de la vida. Esto último era para el autor lo fundamental, más importante aún que la parte institucional. Era en el ámbito de lo político donde se generaba la exigencia de un tipo de ciudadanía que, para ser de verdad igualitaria, obligaba a respetar la diversidad de “los iguales”.

Los derechos de la ciudadanía a la vivienda, a los servicios médicos o a la educación, por ejemplo, han de pensarse desde la diversidad cultural y de los modos de producción y vida. Bolívar Echeverría hacía un llamamiento a formas de organización no capitalistas —a menudo connotadas como “premodernas”, en alusión a los indígenas— que deberían ser respetadas, abriendo paso a derechos de ciudadanía que, más allá de tratar de homogeneizar a los individuos bajo la norma de un Estado, respetasen los derechos políticos de cada comunidad. Insistía en la defensa de lo que llamaba el ethos barroco, basado en el mestizaje cultural y característico de la región desde los tiempos de la colonia, en formas de convivencia mixtas pre y posthispánicas. Veía con buenos ojos la coexistencia de bloques culturales diferentes, pero aun alentaba más el surgimiento de algo nuevo en el encuentro de las diferencias, una cultura tercera, híbrida, superior a la suma de las partes que contactan. Lo cierto es que el mestizaje cultural fue, a lo largo de la historia, una estrategia de supervivencia para los indígenas. Hoy puede entenderse como una estrategia de mejora de la institución estatal. Así lo demuestra la Constitución del Ecuador, cuando se define como Estado pluricultural y pluriétnico. Con el reconocimiento a ser distintos, el grado de libertad que se establece para las diversas culturas que conforman el  país, genera formas nuevas de entender la ciudadanía, la soberanía y la democracia. A menudo, esta creatividad —más o menos elaborada— se entiende como un problema. Y es que no deja de producir fricciones. Pero es también la materia prima con la que da forma a nuevas y mejores organizaciones y distribuciones de la política y de lo político.

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