El cine latinoamericano mira hacia la familia
El cine latinoamericano tiene una tradición política en la que sus autores se confrontan con el poder de una manera panfletaria -a veces- o crítica, en otras.
El Festival Latinoamericano de Cine de Quito (Flacq) que empieza este miércoles 19 en la capital, y se extenderá hasta el domingo 23 de junio. Pone en perspectiva cómo esa tradición ha mutado hacia miradas más intimistas sobre la maternidad, la familia, las comunidades y sus líderes.
La familia engrana, sin que haya sido una consigna de los curadores, una parte de los 13 largometrajes y 14 cortometrajes que seleccionaron Tomás Astudillo y Carolina Benalcázar, quienes programan esta sexta edición.
El tema es una casualidad, tras la búsqueda de filmes latinoamericanos en festivales como Lorcano, en Suiza; el Bafici, en Argentina, el de Rotterdam, en Holanda o la Berlinale.
Según Astudillo, estos filmes están “lejos de la moral y cuestionan la relación familiar”. Entre ellas se encuentra el enfrentamiento entre una madre y su madre en De nuevo otra vez, la película con la que la escritora argentina Romina Paula incursiona en el cine.
En otra, un padre busca a su hijo, como ocurre en El viaje macho, del peruano Luis Basurto.
En El despertar de las hormigas, de la costarricense Antonella Sudassassi, una madre cuida a sus hijas y pone en duda el carácter reproductivo de la mujer.
En otras propuestas como Tarde para morir joven, de la chilena Dominga Sotomayor, se cuentan las historias de varias familias y en Monos, la película de Alejandro Landes, que inaugura esta selección, se habla de una comunidad y cómo se crean liderazgos, en los que las decisiones extremas pueden poner en peligro a todos.
“¿Por qué se abre el tema de la familia en el cine de América Latina? Si bien los años anteriores había una mirada hacia los sistemas que sorprendían en cada país, ahora hay una mirada hacia dentro, un intento de poner en valor lo que está enfrente tuyo. Mirar hacia las relaciones, hacia dentro es un acto político muy asumido”, recalca Astudillo.
Piensa que este grupo de filmes busca un lenguaje propio, en el que cada vez las películas se alejan más de los formatos establecidos en la narrativa, en la manera de filmar, para mostrar maneras representaciones distintas, muy particulares, que mientras más personales sean se vuelven más universales.
"Me gusta pensar en esta selección como un rompecabezas, donde las películas tienen antecedentes distintos pero se terminan encontrando. Hemos encontrado a lo largo de este trabajo este interés compartido, en los afectos, en la familia. Ahora que Tomás y yo vivimos afuera encontramos en estas películas una necesidad de afirmar ciertos lazos, que además se relaciona con situaciones políticas de la región, pensar la familia fuera de los cánones de la religión. Estas películas nos invitan a pensar en la familia como algo móvil", agrega la otra curadora, Carolina Benalcázar.
Junto con esta selección se estrenarán además tres filmes ecuatorianos: Panamá, de Javier Izquierdo; La mala noche, de Gabriela Calvache y Azules Turquesas, de Mónica Mancero.
Aunque hubo un recorte del presupuesto que entrega la Casa de la Cultura (CCE) para la realización de este encuentro fílmico, lo cual incidió en la cantidad de películas seleccionadas, por primera vez se pagaron a todas derechos de exhibición.
La CCE entregó $ 12.000 de presupuesto y la Prefectura de Pichincha $ 7.000. Las embajadas de los países que participan financiaron los traslados y derechos de exhibición.
Pedro Orellana, otro de los organizadores, indica que en 2017 el presupuesto de realización fue de $ 45.000; en 2018 de 25.000 y este año se redujo a $ 22.000. (I)