César Dávila resuena en la muestra Albaquía
La Albaquía, una plataforma de gestión cultural, reunió todo lo que pudo de César Dávila Andrade, buscó un emisario en Caracas, la ciudad en la que el poeta cuencano murió, y con la atención de detectives reconstruyó la figura de uno de los autores más importantes del país en vísperas de su centenario, el próximo 5 de octubre.
Las voces de quienes lo conocieron, facsímiles de su letra y sus poemas, fotos recortadas que aparecieron en diarios han sido transformadas en una muestra que ocupa todos los rincones de la pequeña sala Juan Villafuerte, en el primer piso de la Casa de la Cultura, Núcleo Guayas.
Desde 2008, -tiempo en el que uno de los integrantes de esta plataforma, el cineasta Mario Rodríguez, empezó a trabajar un documental sobre el poeta-, se ha desarrollado una serie de historias que aclaran varios episodios de la vida de este autor.
A pesar de que César Dávila Andrade vivió en Cuenca, Quito y Guayaquil se tiene muy poca información de él en el país. Las fotos son escasas pero su obra, firmada en cajas de zapatos y servilletas, no ha dejado de ser estudiada después de que se suicidara en la habitación de un hotel en Venezuela.
El cuerpo de Dávila Andrade, a quien sus conocidos apodaron “El Fakir” por sus prácticas de yoga, su repulsión por comer en público y su vida bohemia, parece condenado a la extinción. Su cadáver, enterrado en un cementerio del sur de Venezuela, habría sido tomado por un grupo armado y ya se ha reportado la profanación de tumbas de próceres patrios.
El corresponsal de la Albaquía dijo en una nota de voz, luego de preguntar por la tumba del poeta, que “pasaron vainas muy jodidas, como que han saqueado los mausoleos del Cementerio General del Sur, tumbas muy reconocidas han sido desmanteladas, les han robado el mármol, abierto las urnas. Hace poco nos enteramos de un prócer de la patria que su osamenta fue robada para ritos de santería. Lo que manda es la ley del diablo, definitivamente”.
Los integrantes de la Albaquía, liderados por el cineasta Mario Rodríguez y el museólogo Juan Pablo Ordóñez, han buscado todas las coincidencias posibles a partir de lo que está escrito sobre Dávila Andrade.
En el prólogo de un libro sobre la obra de “El Fakir”, la mujer que cuidó de Dávila Andrade, Laura de Crespo escribe sobre una de las coincidencias que rodean la vida del poeta.
“Cuando recibí desde Caracas la fotografía del poeta muerto y ensangrentado, miré el dibujo que tenía bajo el vidrio de mi escritorio y pensé que Oswaldo Guayasamín tuvo una premonición al dibujar al poeta dormido en una banca de su estudio de la calle Galápagos, en la misma posición en que lo encontraron muerto”.
Los miembros de la Albaquía fueron a buscar ese dibujo de Dávila Andrade en la casa de los herederos de Laura de Crespo y lo encontraron, así como hicieron con la notificación de su muerte del Gobierno venezolano al ecuatoriano, una especie de memorándum que parece la última broma del autor. Lo es porque empieza como si se fuera a dar una buena noticia.
La Albaquía fue tras ese manuscrito de Dávila Andrade de Boletín y elegía de las mitas que fue escrito en papeles regados en la casa de Salvador Lara, y que, según el autor, con su publicación aquel poema fue blanqueado.
En esta muestra, organizada por este grupo que se autofinancia, hay entrevistas inéditas a gente que estuvo cerca de Dávila Andrade, como Miguel Donoso Pareja y Jorge Enrique Adoum. (I)