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El largometraje se presentó en los Encuentros del otro cine (edoc) 2014, además de otros países, como argentina y Cuba

‘Carlitos’ y la ternura de una madre soltera (Video)

La comprensión y paciencia de Noemí Ailla, de 53 años, son el telón de fondo en la historia de una familia peculiar en la parroquia de Guápulo. Foto: Cortesía Cristina Noboa
La comprensión y paciencia de Noemí Ailla, de 53 años, son el telón de fondo en la historia de una familia peculiar en la parroquia de Guápulo. Foto: Cortesía Cristina Noboa
10 de marzo de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

Carlitos tiene el color y los sonidos de la Sierra ecuatoriana. El documental sobre el tránsito de un chico de la adolescencia a la edad adulta, sin que pierda la inocencia, está situado en el margen que divide al campo de la gran ciudad.

Guápulo es una parroquia localizada al oriente de Quito, de clima templado, cuyos amaneceres y ocasos transcurren entre la espesa niebla. Allí, entre cultivos y montañas, el personaje central afronta la vida desde otra perspectiva.

El director José Antonio Guayasamín (Nuna Potosí, Baltazar Ushka, el tiempo congelado) regresó de estudiar en Argentina con el conflicto que quizás pasa por la cabeza de muchos emigrantes: no lograba situarse en el pueblo que creció. En ese momento, cuenta, recordó el consejo de Alejandro Maci, uno de los profesores que tuvo en Argentina -estudió en la escuela profesional de cine Eliseo Subiela-, quien solía decirle que las buenas historias suelen estar cerca y pasar casi desapercibidas delante de nuestras narices, que no hace falta buscarlas en las lejanías.

Entonces, en los alrededores de la casa de su padre, en Guápulo, este cineasta quiteño -quien también estudió en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización cinematográfica, Enerc- puso en práctica, cuenta, un haiku japonés que más que un relato parece un principio: “Yo pinto mi barrio”.

VIDEO

El barrio, el pueblo, Guápulo tiene características similares a todos los confines que en la Sierra demarcan los límites entre la vida rural y urbana. De la experiencia que Guayasamín tuvo al andar por esos caminos recuerda que “la vida, los personajes llegaron a mí y de ahí surgió la necesidad de hacer este documental”. Se había acercado al hogar de Noemí Ailla, una madre soltera, angulosa y de cabellera oscura, que vive con su anciano padre y 2 hijos menores de edad. Uno de ellos tiene capacidades especiales y, en su diferencia, se convirtió en el reto más tierno de esta mujer.

Carlitos es el protagonista de una historia real, en la que la observación participante de un cineasta tejió un vínculo entre él y un grupo de realizadores que decidió retratarlo, desde su particular percepción de la vida campestre.

La palabra discapacidad es algo que José Antonio Guayasamín evita usar en su historia. La vulnerabilidad de su personaje tampoco está enfocada desde la sensiblería.

De esta forma logra reflejar las relaciones que tiene en escenarios que escasamente se hacen visibles, como las fiestas de pueblo, una competencia atlética nocturna, las terapias que sugirió y una de las cuales, incluso, involucra a caballos, en la única escena que Noemí, la madre de Carlitos, relata sus motivaciones como una confidencia.

La risa y la ternura del documental que lleva el nombre de su protagonista, Carlitos, llegó a la gran pantalla luego de 3 años de rodaje pese a que se planificó para 2 meses.

“Entré con la cámara como con un elemento de presión”, confiesa Guayasamín, quien fue testigo de cómo Carlitos Ailla dejó el encierro, consiguió trabajo y emprendió un camino forjando una historia de superación cuyo estreno, en Quito, será el viernes 13 de marzo.

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