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La Capilla de Cantuña expone obras ocultas

La pintura mural “El Calvario” sería del siglo XVII, estaba tras el retablo de San Lucas. No tiene firma de autor.
La pintura mural “El Calvario” sería del siglo XVII, estaba tras el retablo de San Lucas. No tiene firma de autor.
23 de enero de 2019 - 00:00 - Redacción Cultura

Los restauradores de la Capilla de Cantuña dejaron de trabajar el viernes pasado. La intervención en este espacio, del Convento de San Francisco, puede conllevar descubrimientos que en el Centro Histórico son recurrentes.

En diciembre de 2018 se encontró un escudo de madera en una de las torres de la iglesia -campanario construido en 1893-, dos inscripciones ocultas en esculturas, un mural tras el retablo de San Lucas, una cripta y piso de ladrillo pastelero.

La construcción de la capilla se dio a fines del siglo XVII e inicios del XVIII, y estuvo a cargo de la Cofradía de la Vera Cruz, mientras que el convento franciscano se levantó entre 1540 y 1580.

Esta orden religiosa no tenía conocimiento de los recientes hallazgos, por los cuales se han interrumpido las obras de restauración y habrá visitas guiadas en el espacio y taller hasta fines de febrero.

El escudo franciscano tallado en cedro es centenario y tiene una fisura. Los clavos que lo sostenían como anclajes en el campanario son metálicos.

El mural data del siglo XVII y sus pigmentos los analizó un equipo técnico del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP) para determinar la época en la que se realizó. No hay registro de su autor, una característica de varias obras de la reconocida Escuela Quiteña.

Al desmontaje del retablo que estaba visible le siguió la limpieza del muro en que está la pintura. Siete restauradores del IMP fueron los primeros en ver la imagen de “El Calvario”.

El escudo franciscano que estaba montado en el campanario, a 12 metros de altura, tiene símbolos que han perdurado en la madera. Sus anclajes (clavos metálicos) son industriales, lo cual devela que es del siglo XX.

“No tendría cuatro siglos porque la madera no resiste ese tiempo”, explicó la restauradora, Karina Noboa.

El símbolo de paz y bien, una cruz, el brazo de Cristo y de San Francisco (cruzados) están representados en cedro.

La Cruz de Tierra Santa aparece rodeada de los cuatro puntos cardinales, el Sagrado Corazón de Jesús y un querubín con dos pares de alas.

La corona de los reyes católicos y una cadena de la que pende un cordero está enmarcada en la pieza por el cordón franciscano. La fisura que tiene la cruza en diagonal, por lo cual el escudo tendrá una réplica en la torre donde se encontraba. La obra original pasará al Museo Franciscano.

En el taller donde se restauran las piezas de la capilla está la escultura del Cristo del Calvario, del retablo principal, junto al Señor de la Misericordia o de la Justicia.

En el recorrido, los visitantes pueden ver elementos como una silla de plata repujada, una joya de la Escuela Quiteña que contiene los símbolos de la Pasión de Cristo.

Se trabajan óleos sobre lienzo en caballetes.

El encarne brillante de las esculturas, sus ojos de vidrio, expresividad en el rostro y anatomía (con las venas en relieve) son características de las obras de siglo XVIII.

Los personajes de “El Calvario” (La Dolorosa, San Juan y María Magdalena) están entre las esculturas intervenidas.

Y una inscripción en papel se encontró en la efigie de San Juan con la indicación de que el 25 de enero 1779, el devoto Juan Esteban Reyes mandó “a encarnar a estas santas efigies de Cristo, Magdalena y San Juan y le mandó a poner ojos de cristal”. En tres días había terminado la restauración enunciada.

Las esculturas son del siglo XVII y también se puede ver una de las piezas del coro, que se representan en dibujos para completar las faltantes.

Otra inscripción, hallada en la base de la escultura de San Lucas Evangelista, patrono de los artistas, dice que la efigie se terminó de construir en 1668.

En 1731, Bernardo de Legarda (1700-1773) la restauró mientras era prioste. Hasta 1762, el célebre artista fue síndico de la obra.

Los residentes de obra y restauradores quiteños Carlos Ramírez y Diana Moreanos fueron quienes hallaron el escudo y el mural. (I)  

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