“Buscar la originalidad es casi pretencioso”
Alex Trochut, diseñador gráfico español de 31 años que trabajó con Nike, The Rolling Stones, Brittish Airways, Coca Cola, entre otras marcas, estuvo en el país y dictó, el pasado martes, una conferencia en Quito, en la que abordó el tema de la creatividad, el uso de la copia como medio de aprendizaje y la originalidad. El miércoles dirigió el taller “Ruleta Creativa” en el Centro de Arte Contemporáneo.
Influenciado por Miró y Dalí, asegura que la copia es un instrumento del que se vale el ser humano para aprender y entender determinadas acciones humanas. Su uso en el arte no es nuevo y habla de una copia mala y buena, la última radica en aportar otra mirada a la sociedad.
¿Cómo entender la copia como un medio de aprendizaje cuando este acto es tomado a veces como ilegal o inmoral?
La copia no es nada honorable, pero sería mentir si decimos que no lo hacemos, porque desde que nacemos la practicamos con tal de aprender. Tenemos que copiar para oír los sonidos y entender luego que eso es un idioma. Es una fase imprescindible del aprendizaje, pero hay que diferenciar la buena y la mala copia. La mala es aquella que no aporta nada y es una repetición sin ninguna transformación o modificación de lo que ha hecho alguien, dice lo mismo y de la misma manera. Aquí entra un poco la competencia interna de cada uno, mirar las experiencias de todos y crear. Decido aportar algo más.
En su oficio, ¿cómo la usa?
He analizado mi trabajo y de forma muy honesta considero que la copia forma parte del proceso y no es una idea nueva, no estoy contando nada de lo que no se haya hablado antes. Todo es un remix, todo al final es una mezcla de cosas. Estamos en un momento en el que es muy pretencioso tratar de ocultarlo porque ahora con Internet todo se sabe.
Entonces el origen de las cosas está clarísimo, antes quizá la gente podía proteger las fuentes y así proteger su falsa autoría, pero hoy en día todo se sabe. En Internet ves claramente de dónde nacen las cosas y cómo evolucionan. Es absurdo pretender que uno es un creador autónomo, que no depende de los demás para crear, todos dependemos de todo y en eso se basa un poco el proceso creativo.
¿Hay una metodología para establecer un proceso creativo que conduzca a la originalidad? ¿Cómo trabajó usted?
Siempre hay una parte de documentación, a partir de ahí las soluciones aparecen en el proceso, más que en una reflexión previa, a veces se plantea una dirección en la que uno se va a mover; uno tiene que ver las cosas en el papel para poder descubrir si pueden funcionar o no. Lo original casi que no existe.
Hay que buscar la calidad, luego diferenciarse, mirar y buscar la manera de tener una voz propia, que aparezca ese clic, que haga que tú estés contando las cosas de una manera distinta a otra persona. La originalidad, entonces, es algo que también se encuentra.
¿Cómo está tratado en sus trabajos el concepto de imagen?
Yo cuento menos historias y visualizo más imágenes. Me gusta cambiar mucho de estilo, de manera que la parte visual y estética es muy importante para mí. Ahí está mi fuerte, más que en el concepto, aunque sí hay concepto en las cosas que cuento, pero lo que más me interesa es la diversidad de poder mostrar las cosas de forma distinta y descubrir maneras y lenguajes visuales diferentes.
Entonces, sí, para mí la imagen es el gran motor que me mueve siempre a buscar nuevas maneras. Consumo mucho de Internet, museos, cultura popular, todo eso alimenta bastante a que uno visualmente modifique sus técnicas. Es decir, no soy una persona de un solo estilo, sino de varios para poder contar las cosas de forma diferente. Uno tiene que ser funcional.
La imagen muchas veces está sobreexplotada y para ganar más audiencia se exagera, se muestra lo espectacular o lo violento, ¿cuál es su lectura sobre ese tratamiento?
Considero que la responsabilidad recae en el que visualiza las cosas. Es un problema intrínseco de la sociedad. Cualquier problema que se mire en aras de prohibir al final nunca se podrá tapar del todo, porque va a aparecer en otro lado. Entonces la base es mirar, educar, formar, crear criterios y que la gente elija con más cabeza.
Tiene apertura con la tecnología, ¿en qué porcentaje usa esta herramienta para sus trabajos?
Un 80% en digital y el otro 20% trabajo de manera analógica. Mi empresa soy solo yo, no trabajo con nadie más. A mí me fue bien en Internet, al no verme la cara se me abrieron muchas más puertas que si fuera yo personalmente a entrevistarme a una empresa. Fue funcionando a través de mi web, pero eso no es más que un reflejo del momento en el que vivimos, todo es más accesible y todo se conecta de forma más rápida.
Usted trabajó con marcas internacionales como Nike, Rolling Stones, Coca Cola ¿cómo lo descubrieron, cómo fue ese acercamiento?
Fue casuístico, cada proyecto te lleva a otra, gracias a Internet me fueron contactando los clientes, luego mis agentes. Y bien, cada oportunidad había que aprovecharla y algunas salieron, otras no y estas son las que quedaron.
¿Cómo fue el trabajo creativo con la banda británica The Rolling Stones?
La verdad yo no esperaba salir porque fue un concurso, y yo nunca he ganado ninguno en mi vida, ese fue el primero. Se basaba en hacer una propuesta para el disco “Rolled Gold” que era una recopilación, se hacía una reedición en 2007 de un álbum que salió en 1974.
Querían que fueran unas letras de oro enrolladas que digan Rolled Gold. Mi propuesta pasó por una agencia, luego por un grupo focal, allí participaron consumidores y fans que juzgaban si el proyecto estaba bien para el mercado de seguidores del rock and roll de los Rolling, al final salió.
El final fue más sencillo de lo que parecía. Fue un proceso largo y había que contentar en muchas etapas del proceso. La diferencia entre un proyecto grande y otro pequeño es que en el grande hay muchas opiniones interviniendo; cuesta llegar a un resultado puro, hay más gente opinando sobre lo que uno hace y este llegó bastante “limpio”, no me puedo quejar.
¿Cuáles son sus parámetros para escoger los proyectos en los que participa?
Busco el equilibrio. A veces tienes que comprar tu tiempo y tu libertad en proyectos de publicidad para luego poder invertir en proyectos con los que quizá deseas colaborar de una forma más integrada.
Ahora trabajo para dos campañas. Una es para la investigación del cáncer, es una colaboración, no es pagada, pero si antes no hubiera trabajado para una campaña de publicidad pagada no podría dedicarle el tiempo a esta. También estoy en otro proyecto que busca recaudar un billón de dólares para un billón de personas que no tienen acceso a agua potable.
Son campañas con un marketing más inteligente porque llevan un valor intrínseco que aporta algo, hay un contenido que beneficia a todos. Hay más ética en esa publicidad. Efectivamente hay que ganar dinero, pero hay que enfocarse para que luego se reparta y no haya solo un beneficiario. Creo que esa sería la publicidad ideal.