Su obra Prohibido entrar sin pantalones ganó en la I Bienal de Novela Mario Vargas Llosa
Bonilla: “No tengo ningún afán de ser un personaje”
Prohibido entrar sin pantalones es el título de la obra ganadora de la I Bienal de Novela Mario Vargas Llosa. Juan Bonilla, su autor, recrea en esta los últimos años de la vida del poeta futurista Maikovski, lo que ha sido visto por el jurado, encargado de entregar el dictamen, como una suerte de libertad del lector para asumir la época y las acciones del poeta más allá de su significado en la historia. José Manuel Blecua, presidente de la Real Academia de la Lengua Española, entregó el galardón a un Bonilla visiblemente emocionado, quien empezó su agradecimiento citando un poema de César Vallejo. “Me guardo estos días felices para cuando me falten”, señaló agradecido.
Horas antes de recibir este premio, el autor de más de una docena de libros, dialogó con EL TELÉGRAFO.
Su vocación, ha dicho, está en querer escribir y no en querer ser un escritor ¿Qué es lo que ha caracterizado a esta elección?
Querer ser escritor conlleva a hacer de uno un personaje o una máscara, que sostiene, en parte, a la obra; querer escribir, en cambio, se sostiene solo en lo que haces. Luego lo que seas personalmente es algo casi irrelevante. A mí lo que me gusta es escribir y no querer ser escritor, no tengo ningún afán de ser un personaje ni caracterizarme como tal. Trato de escribir alejado de esas representaciones.
Quizá por eso no hay preocupación por el género que se elija a la hora de escribir.
Sí, aunque eso lleva, por otro lado, a que se extrañen porque me dedico a escribir varios géneros literarios. Esa pregunta de “por qué escribe usted ensayos y novelas y cuentos”, no se la hacen nunca a un arquitecto, por ejemplo, nunca se le dice “usted por qué hace edificios y palacios y cementerios”, pues lo que hace es poseer una serie de herramientas para construir edificaciones de diversos tipos, y yo tengo una serie de herramientas para escribir distintos géneros: a veces las uso para escribir ensayo, a veces para hacer novelas y, a veces, pocas para hacer poemas.
UN REFERENTE DE LITERATURA EN ESPAÑOL
El anuncio de Juan Bonilla como ganador de la cita pone el punto final a la primera Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, celebrada en Lima, y que premiará cada dos años la obra de autores que publiquen en español. La bienal, cuya inauguración fue presidida por el propio Vargas Llosa, Nobel de Literatura en 2010, contó con la presencia de los autores Leila Guerriero, Edmundo Paz Soldán y Santiago Roncagliolo. La bienal, que entrega $ 100 mil al ganador, aspira a convertirse en un referente de la literatura en español.
¿Cuál ha sido el proceso de búsqueda y formación de esas herramientas con las que cuenta?
Casi todo lo que hacemos tiene la misma evolución natural: un niño que se pone a jugar fútbol quiere ser Messi o Cristiano Ronaldo porque ve en la pantalla ejemplos que le gustaría encarnar. Sencillamente uno como lector ve en los libros, cuando es joven, un mundo, una manera de enfrentarse a ese mundo que lo lleva directamente a la mímesis, es decir, a saber que me gustaría hacer esto, escribir. O sea, la imitación es el primer paso para cualquier escritor. Esta cosa de buscar la originalidad está bien siempre que venga avalada por el tiempo que uno necesite para imitar. Es evidente que a uno lo empuja a querer escribir el hecho irrefutable de que encuentra vida en la lectura, casi no hay ningún escritor que no haya iniciado como un gran lector.
Se presentaría así el escritor como una suma de un universo de voces. ¿Qué pasa con su propia voz? ¿Aparece en algún rato?
Cada uno tiene su camino, y si uno alcanza una voz propia o no, no es uno el que lo puede decir, son los demás. El escritor no puede decir: “oye tengo una voz personal y reconocible”; lo dice quien lee. Esa personalidad se alimenta siempre de muchas voces distintas, es decir, si mezclas la voz de Bukowski, con la voz de Scott Fitzgerald, con la voz de Nabokov, el resultado no es ninguna de esas tres voces, sino tu voz, y esa especie de contagio de diferentes voces es lo que proporciona voces personales.
También hay escritores cuya voz es imposible de seguir.
Tienen una voz tan personal que es imposible seguirlos, aunque haya muchas imitaciones, el ejemplo más claro es Borges: cualquier intento por hacer un cuento borgiano lo único que logra es una imitación de Borges, pero no un cuento de Borges.
¿Los distintos géneros que maneja tienen en su origen la intención de comunicar algo en especial?
No, porque nacen de una manera natural. No es un proceso en que piense en la forma por un lado y en el fondo por otro: forma y fondo son exactamente lo mismo, es decir, todo lo que nace, lo hace con una forma, por lo tanto empatar la forma y el fondo es discutir sobre el sexo de los ángeles. Son cara y cruz, si falta la cara o la cruz, si falta alguna de las dos, lo que tienes es una moneda falsa, una moneda que no vale. Entonces no me digo “voy a hacer un poema sobre la crisis española”, no, si necesito contar algo que nace ya inmediatamente con una forma, si voy paseando e inmediatamente tengo un relámpago y tal, le hago caso. Esta novela sobre Maikosvki, desde el primer momento nace como una novela, no nace como un ensayo sobre los futuristas rusos, no nace como una biografía del poeta, sino con una forma determinada.
Maikovski es uno de esos personajes que asumió esa guerra verdadera, y que describe en la novela que te ha puesto como finalista en esta bienal. ¿Por qué elegir a un poeta que fue a contracorriente, en este momento en el que parece que ya no hay lugar de resistencia en el mundo?
El tema de cualquier novela es la actualidad, los personajes siempre son actuales: la lluvia es actual ahora y en la edad media. Esos son los temas profundos. Maikovski era un espejo perfecto del hombre convencido y enamorado de esto que decía antes: la literatura que no es capaz de saltar sobre la valla de la literatura y llegar a la vida, no es ni siquiera literatura.
Uno de los temas que ha trabajado ha sido el de vanguardias poéticas en Latinoamérica. Quizá, en esos autores, se puede ver el otro lado de la imitación de quien lee, es decir, la negación de los referentes. ¿Cómo explicar esa contradicción?
El de las vanguardias es un proceso histórico, como tal lo podemos entender ahora como relato, pero vivido insitu debió ser apasionante, pues surgen voces que efectivamente ordeñan la vaca del idioma por completo. Rubén Darío hace eso. Los que vienen luego lo único que pueden hacer es decir “no, por aquí no”. Marinelli decía, refiriéndose al romanticismo, “hay que asesinar el claro de luna”, es decir, ya basta de princesitas tristes pues por ese camino a ningún lugar podemos llegar. Los vanguardistas con esa especie de golpe en la mesa que a mí me parece muy interesante por el lado literario y político. Para ellos, la literatura no puede quedarse encerrada en los libros, tiene que saltar, tiene que ir a la calle, a las plazas, a la gente, los recitales no pueden ser en un club selecto donde van veinte personas que además escriben poemas. Es como una plaza de toros, donde se está toreando para un público constituido por toreros, no tiene sentido. Se torea para la gente, se escribe para la gente, y esta especie de ambición de hacer saltar a la poesía de los museos, de gente que vaya a la calle y lo intoxique todo con los versos, que logre ganarse un sitio en los periódicos, es algo heroico, no lo veo solo como un momento literario sino como algo mítico, para mí son como Héctor y Aquiles. Una especie de guerra verdadera.