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Los bolívares se convirtieron en souvenirs

Celso Benigno Palacio Riofrío se dedica a la venta de monedas extranjeras y locales desde hace tres años.
Celso Benigno Palacio Riofrío se dedica a la venta de monedas extranjeras y locales desde hace tres años.
Foto: Jéssica Zambrano / EL TELÉGRAFO
31 de marzo de 2018 - 00:00 - Jéssica Zambrano

Por el corredor de un bus que viaja copado al mediodía en el calor de Guayaquil se filtra la voz de una mujer extranjera. Dice que lleva medio año en el país, que todo ha sido muy difícil, que su madre y su padre están por venir después de cruzar el puente Rumichaca, en la frontera entre Colombia y Ecuador. Ella los espera para ver qué hacen.

Mientras tanto, la mujer repite la estrategia de los vendedores locales en los buses de la ciudad. “No quiero interrumpirlos. Soy venezolana. Vendo estos billetes (bolívares) que en mi país no cuestan nada. Estoy aquí porque en Venezuela ya no se puede vivir. Se los pasaré dejando por su asiento. Mírelos, tómelos si quiere y ayúdenme”.

Su nombre es Zoila, tiene  37 años, proviene de Maracaibo, una ciudad costera de Venezuela  donde el acento es similar al de cualquier habitante de Guayaquil.  Llegó a Ecuador con su hija de siete años en bus, como muchos otros.

En su país era enfermera. Aquí reparte por todos los asientos los billetes que tiene en una maleta negra.  La gente los mira y sonríe. Algunos dicen que son bonitos, se sorprenden con los colores. Zoila resalta que tienen animales que solo existen en su país y una parte de los personajes de su historia. El paquete de cinco billetes lo vende a $ 1. Tiene 100 paquetes guardados y espera ganar algo con ellos, con una moneda que no le sirvió para poder quedarse en su país.

En cada paquete vienen cinco billetes de 5, 20, 50, 100 y 500 bolívares. Tienen los rostros de Negro Primero, Luisa Cáceres de Arismendi, Simón Rodríguez, Francisco de Miranda y el más grande prócer de la región, Simón Bolívar. 

Los 675 bolívares se transforman en $ 0,14. Los pasajeros los compran en $ 1.

Los bolívares se han convertido en un souvenir en Guayaquil. Algunos los valoran y otros no. A unas cuadras por donde transita el bus en el que Zoila vende lo que en algún momento pudieron ser sus ahorros, se exhiben los mismos bolívares en una vitrina de una tienda de la Zona Rosa. Allí venden gaseosas, jugos, agua y cigarrillos, así como útiles escolares.

La gente mira a través del vidrio una moneda que últimamente se ve por montones en Ecuador. La historia monetaria de los migrantes -tras llegar a un nuevo destino para rehacer su vida– se deshace porque “para nosotros solo es dolor”, comenta Zoila.

El dueño de los billetes que se exhiben en la vitrina no es el mismo que atiende el local. Tampoco es venezolano, los dejó allí porque algunos migrantes amigos suyos se los regalaron y pensó que sería buena idea que la gente los viera.

En unas cuadras, más hacia el sur, aún en el centro de la ciudad, hay tiendas de antigüedades en las que se vende dinero de todas partes del mundo. Pero, paradójicamente de Venezuela no hay demasiado. “Eso no sirve para nada”, dice el dueño  de una tienda.

Aquí lo que más se vende como historia monetaria son los sucres que también se devaluaron a inicios de este siglo, cuando el país tuvo una crisis financiera que lo llevó a dolarizarse como forma de salvación.

Celso Benigno Palacio Riofrío lleva tres años en este negocio.  Es ingeniero y descendiente de la misma familia del escritor lojano Pablo Palacio. Cuando no tiene que hacerse cargo de planos y mediciones vende monedas. Dice que la gente las valora porque son capaces de contar la historia a quienes no la vivieron, a las siguientes generaciones que nunca tuvieron  en sus manos un billete de 5.000 sucres con la cara de Juan Montalvo.

Cada paquete de 11 billetes de sucres se venden en $ 18 cuando se evidencia que tuvieron algún uso. Cuestan $ 30 si son absolutamente nuevos. Cuando le preguntan de dónde saca tantos billetes para vender, Celso Palacio responde que de “la huaca”.

Él guardó muchos en el tiempo de la crisis económica de Ecuador y compra aquellos que en el valor cambiario pasaron de 1 millón de sucres a 40 dólares. “Algunos los guardaron porque pensaron que iban a costar más en el futuro y no se equivocaron”, dice Celso.

Los venezolanos que transitan en Ecuador y venden la moneda con la que no pudieron sobrevivir en su país ya no esperan  que pase el tiempo para ver si en el futuro el bolívar funcionará.  Lo necesitan para sobrevivir y empezar de nuevo. (I)  

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