Bendita seas, María, señorita de las montañas
En las faldas de una montaña de los Andes de Colombia vive una mujer que detesta ponerse pantalón y que reza todos los días, fervorosamente. Su nombre, con el que ella decidió rebautizarse en este mundo, es María Luisa Santos, una campesina del municipio de Boavita, en el departamento de Boyacá.
Vestida usualmente con un saco rojo de lana y una falda cuadriculada, María Luisa, sin agotarse, remueve la tierra con un azadón, ordeña las vacas y prepara su comida en una cocina de leña. Cuando la jornada de trabajo concluye, ella se cepilla el pelo largo y negro antes de acostarse y mira la televisión que apenas proyecta imágenes reconocibles. La señal donde María vive sola es mala.
Ella, que casi siempre anda risueña y camina con ímpetu de modelo en medio de la espesa vegetación colombiana, le pide todos los días a Dios que la proteja, que le ayude a tener un hijo y que sane su soledad. No soporta estar sola.
La gente que la contrata suele tratarla bien -a veces “por lástima”-, porque reconocen que es una trabajadora cumplida, honesta y fuerte. Y, aunque ella se presenta ante todos con un nombre y una apariencia de mujer, las personas la llaman torpemente en masculino, mezclan los artículos, confunden su género, la violentan al no reconocerla como es. “Él es muy bueno; ella vive por allá; a María la conozco desde que era un pequeño”, suelen decir.
Señorita María, la falda de la montaña es un documental del cineasta colombiano Rubén Mendoza que retrata la vida de esta mujer de 45 años que es pobre, campesina, enferma, católica practicante, trans y a quien le duele estar sola. Una serie de condiciones de clase y género que profundiza aún más la discriminación que vive por su identidad, pero que ella la sobrelleva con una energía única, tan o más grande que la montaña donde habita.
Porque esta película es, sobre todo, un retrato de seres grandiosos -como María o la montaña-, que destilan una vitalidad que no se deja amedrentar con facilidad. Hay mucho dolor, rabia, odio, rencor, lágrimas en el cuerpo de María -cuyo nombre es un homenaje a la Virgen María-, pero también hay un profundo amor propio hacia lo que ella ha decidido ser.
“Femenina como la montaña, que no es hombre ni mujer, luminosa como el Sol o la Luna, que no son hombre ni mujer, espera sin tiempos, sin fechas, sin desespero, a la nada”, dijo el director sobre su trabajo.
Acompañada con una marcha procesional, la película inicia con la cámara de Mendoza recorriendo caminos pavimentados de los Andes y cruzándose con animales parados en medio de la carretera. Mientras la cámara se adentra en las entrañas de Boavita, los caminos se vuelven de piedra y, finalmente, de tierra. Parada entre ese paisaje rural aparece María Luisa Santos, a quien la cámara la seguirá poco a poco hasta que ella desanude su pasado o se haga una catarsis estremecedora.
El rumor es lo que más recorre por Boavita: se dice que María Luisa es hija de una relación incestuosa, que cuando era niño su abuela la encerraba para que nadie la vea. María Luisa es un rumor, un nombre mal pronunciado, una insistencia.
Bendita seas, María Luisa, señorita de las montañas, por luchar por una identidad que aún no es reconocida ni legal ni socialmente, pero que existe y late con fuerza. (I)
Horarios
Funciones de marzo
El documental se presentará en el Ochoymedio de Quito, durante dos semanas, en los siguientes horarios: miércoles 14, a las 20:00; jueves 15, a las 18:00; sábado 17, a las 18:30; martes 20, a las 20:30; y miércoles 21, a las 19:00.
45 años tiene María Luisa Fuentes, la protagonista del documental de Rubén Mendoza.
Discusión
El día de la inauguración hubo un conversatorio con la activista ex Coccinelle, Purita Pelayo; con Gabrielle Esteban, coordinadora de Sentimos Diverso; y con la cineasta Paulina Simon.