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El bus del conjunto está en mal estado y no hay una dirigencia instituida

Banda Municipal es una tarea pendiente de la Secu (Videos)

Aparente distinción entre música popular y académica generó conflictos en la administración de la banda. Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
Aparente distinción entre música popular y académica generó conflictos en la administración de la banda. Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
20 de febrero de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

Wilson Haro tiene su local de ensayo y grabación en el noveno piso de un edificio capitalino que lleva el nombre de uno de los tríos más célebres de la música romántica latinoamericana: Antares. En esa oficina, alfombrada y adecuada para las labores musicales, el compositor oriundo de Cotacachi (Imbabura) suelta una frase que define su concepción del arte sonoro: “ser popular es tan estricto como ser académico”. Esa consideración caracterizó su paso por la Banda Municipal de Quito, de la cual fue director durante 20 meses. La elección que lo llevó a esa instancia se dio mediante un concurso público de merecimientos y oposición.

Wilson fue posesionado el 1 de octubre de 2012, pero en mayo del año pasado, a través de un escrito, Mariana Andrade, exdirectora de Cultura del Municipio capitalino, solicitó su renuncia al cargo “de libre nombramiento y remoción” y él accedió sin ser ratificado luego de sobrevivir a un hecho sin precedentes en la Banda: una paralización de actividades que no llegó a ser un ‘paro’ y a través de la cual la mayoría de integrantes -que hoy recuerdan el suceso como una ‘huelga’- expresaba su desacuerdo con la forma en que la agrupación ensayaba y llevaba a cabo sus presentaciones bajo la batuta de Haro.

Cuando este arreglista, pedagogo, técnico de sonido e investigador musical llegó a sus funciones, encontró, dice, a un conjunto musical en un estado que se acercaba más a la anarquía que al profesionalismo y enlista las ausencias que halló en ese momento: “no habían procesos musicales ni programación, tampoco organización administrativa, ni una bodega donde se custodien y se manejen los bienes del Estado (instrumentos), tampoco había procesos de montaje de repertorios... Era urgente” enfatiza “establecer políticas de modelos de gestión en la Banda Municipal de Quito”.

El día de la visita a su oficina del edificio Antares, Wilson Orlando Haro López realizaba un ensamble de percusión y le daba los últimos toques a un libro sobre la música fúnebre en el Ecuador que aún no tiene fecha de publicación y que consta como proyecto del Ministerio de Cultura y Patrimonio.

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Memorias de un disidente

Las notas que ejecuta el percusionista Santiago Farfán son una evidencia de la variedad generacional que compone la Banda Municipal, pero, actualmente, él integra la Banda Sinfónica, perteneciente a la Fundación Teatro Nacional Sucre que ha situado su local de ensayos en el centro cultural Mama Cuchara, del Centro Histórico, junto a la también célebre Orquesta de Instrumentos Andinos, el Ensamble lírico, el grupo Yavirac  y los coros Juvenil y Ciudad de Quito.

Santiago vio en la sinfónica (que se distingue de una orquesta por la ausencia de cuerdas entre sus instrumentos) la oportunidad de evolucionar en su formación como músico a través de un proyecto que, de alguna forma, asegura, tenía claro durante la gestión de Wilson Haro en la Banda Municipal.

La salida de Wilson motivó a Santiago y al saxofonista alto Edison Morocho a salir del conjunto. El percursionista estuvo durante 3 años allí y recuerda “cierta resistencia” de sus compañeros a “un cambio positivo” en el plano estético, técnico y artístico con la excusa de que “la música nacional debe respetar los límites que la separan de la música académica”, fronteras que él, al igual que el maestro Haro, considera inexistentes y que hicieron que los “relegaran a segundos planos” en la Banda.

La mañana de la visita, Santiago se encontraba con la expectativa de ver en escena al grupo de música celta Druida, que esa noche actuaría en el mall El Jardín sin su acompañamiento pese a que es parte de ese original proyecto.

La banda sigue su curso

En el populoso caserío del sector La Mena II, en el sur de la ciudad, hay que acercarse a las calles Ecuador y Río Maya para escuchar los ensayos de la Banda Municipal, dirigida por  el músico Óscar Aymacaña desde la salida de Wilson Haro (mayo de 2014). Óscar lleva 2 décadas en la institución y no se rige a los mecanismos de evaluación de todo servidor público porque no tiene nombramiento en el cargo, al igual que Cirilo Puchaicela y Marco Socasi, inspectores. Sin embargo, y con un bus en continuas reparaciones, la banda sigue activa con gran apego público durante sus presentaciones.

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DATOS

La Banda Municipal de Quito fue fundada el 11 de julio de 1933 con los músicos de las bandas -hasta esa época desorganizadas- de algunos batallones del Ejército, luego de la “Guerra de los Cuatro Días”. Con instrumentos prestados y gracias al apoyo de otros grupos como la Banda del Gremio de Albañiles, la banda de la población de Guápulo y la del Conservatorio Nacional de Música, tuvo su primera retreta en 1932.

Los ensayos se realizaron en espacios como las lavanderías de Yavirac, la gallera de la Tola, el camal antiguo, el hipódromo de La Carolina y la Plaza Arenas. En 1983 la Banda llegó a La Mena II, en el sur de la ciudad.

La producción del conjunto está archivada en partituras musicales para banda, cerca de 30 mil folios de música, y en una veintena de placas discográficas grabadas a lo largo de sus más de 8 décadas de existencia.

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