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Ecuador, 25 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Baile, historia y erotismo en las tablas

Con muy pocas butacas vacías en el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en Quito, con capacidad para 1.200 personas, los cuerpos de 15 bailarines  de la Compañía Nacional de Danza Ecuatoriana (CNDE) presentaron las obras “La Condición” y “El Otro bolero de Ravel”, previo a su viaje a Francia, en donde participarán en 2 festivales.   

“Ya tenemos las visas, las obtuvimos sin ningún problema”, dijo con una risa cómplice María Luisa González, directora de la Compañía a Chystèle Thezes, representante de la Alianza Francesa,  entidad que colaboró para la participación de la Compañía en los  festivales.

La maestra, como le dicen las personas que la rodean, indicó que los bailarines profesionales participarán en los festivales “Tiempos de Amar”, en la ciudad de Biarritz, y “Cadencias”, que se desarrollará en Arcachón. “La danza tiene la capacidad de borrar fronteras y hermanar a los pueblos del mundo”, dijo la maestra tras anunciar que antes de partir a Francia las dos obras se presentaron  en Ambato, Chunchi, Atuntaqui y otras localidades del país.

La primera obra en presentarse fue la “Condición” que estuvo a cargo del cubano Jorge Alcolea. Esta, que duró cerca de una hora, “indaga, busca, transita por los espacios diversos de la interioridad del ser humano”, según indicó la directora de la Compañía. Las sillas, el paso de un tren, un muro, las sombras fueron objetos que adquirieron un carácter simbólico durante la obra.

La primera imagen cautivó y fue la señal de que el montaje sería un éxito. Al bajar el telón rojo se observó un muro gigante de color tomate construido de ladrillos que parecía ser sostenido por una delgada mujer que reposaba en él con su mano extendida.

A su lado, un poco distanciado, un hombre sentado en una silla la miraba. De repente el muro se desvaneció y en su lugar apareció un tren en pleno viaje. Luego solamente fue un cuadro blanco en donde las sombras de esos dos seres solitarios, que se resistían a unirse, se aproximan y se tocan hasta que ella reacciona y con fuerza agarra al hombre y empieza una danza, un juego donde él y ella tratan de escapar y al mismo tiempo pretenden quedarse juntos. Una vez agotados de ese juego, regresan a sus sitios: la mujer a sostener el muro y el hombre a mirar desde su silla. Además regresa el muro y regresa el tren al escenario. El fragmento de la primera obra había terminado.

La obra contó con cuatro paneles gigantes móviles, los que fueron creando mundos imaginarios. Uno de esos mundos fue el de un hombre que soñaba que era atacado por una mosca gigante. El escenario estaba oscuro y la mosca por su color verde y tomate brillaba. El hombre con traje azul se defendía de la mosca y en esa defensa se dibujaron saltos y piruetas, un baile perfecto que fue aplaudido por el público.

También hubo una danza con sillas que significan el tiempo. Uno se sienta a esperar y en esos instantes realiza una serie de movimientos y crea los sueños más fascinantes. Era el turno del segundo acto del “Otro Bolero de Ravel” que fue dirigido por el francés Hervé Maigret.

La interpretación del famoso bolero del compositor francés Maurice Ravel es una apropiación de un segmento del arte universal, dijo la directora de la Compañía. “Se trata más bien de habernos apropiado de un segmento del arte universal para darle nuestra propia característica y volverle nuevamente universal y particular, a la vez con nuestro propio lenguaje corporal y con nuestra forma de entender sentir e interpretar la obra”, explicó González.   

Los 14 bailarines con trajes de color azul danzaron al ritmo de la composición. Los movimientos de los bailarines fueron primero de forma individual, pero luego parecía que era un solo cuadro.   

La sincronización, los saltos, los giros eran repetidos por cada uno sin aparente error. En la coreografía hubo también una ronda que hizo que los bailarines se desplegaran por todo el escenario, luego los cuerpos de las bailarinas terminaron en los brazos de sus compañeros. Nuevamente la lucha de esa lejanía y cercanía que hay entre los seres humanos. Al final el público copó el ambiente de aplausos.

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