Atopía recorre las historias que generan las migraciones
La artista yugoslava Sanja Iveković salió al balcón de su apartamento, en Zagreb, un día de 1979 en que el desfile bimensual del jefe de Estado Josip Broz Tito pasaba por la calle. Desde allí, vio a un francotirador apostado en la cornisa de un hotel que quedaba frente a su casa. El centinela apuntaba sus binoculares hacia los transeúntes y tenía un walkie-talkie enganchado a su cintura. La fotógrafa decidió provocarlo de una forma sutil.
Sanja -quien entonces bordeaba los 30 años- se puso una camiseta alusiva a los Estados Unidos, colocó un vaso de whisky en el marco de su ventana, se sentó, tomó un libro en una mano y, con la otra, simuló una masturbación. Pasaron 18 minutos y un policía tocó la puerta de su casa. La reprimenda era predecible en un Estado socialista, pero el vigilante le ordenó que retire sus cosas del balcón pese a que, desde la calle, nadie alcanzaba a verlos. El francotirador había cometido una delación.
Las fotografías de las escenas de la treta de Sanja están expuestas en el Centro Cultural Metropolitano (MET) de Quito desde el martes 9 de agosto y son parte de Atopía. Migración - Legado y Ausencia de Lugar, que incluye 28 obras de la colección Thyssen-Bornemisza Art Contemporary, Viena (TBA21).
La colección -dispuesta en 7 espacios del MET, hasta el 29 de septiembre- contiene la propuesta feminista de la artista holandesa Mathilde ter Heijne, quien recopiló 180 historias de vida a través de fotografías de mujeres que vivieron en Europa durante el periodo 1839-1920, época en que les estaban negados derechos. Los espectadores romperán el anonimato de cada personaje al leer la biografía de cada uno en el reverso de las postales de ‘Mujer para llevar’.
En la obra ‘Las Américas’ hay animaciones, imágenes y esculturas del artista colombiano Álex Rodríguez, quien se basó en la institución educativa de El Guabal, un suburbio ochentero de Cali, para representar las promesas incumplidas de la educación pública en América Latina.
El brasileño Paulo Nazareth pintó, en 2011, ‘Imágenes que ya existen en el mundo’, una muestra de portadas de periódicos a través de su representación gráfica. El artista recorrió Sudamérica y los EE.UU. en sandalias y, al llegar a Nueva York, se lavaba los pies en el río Hudson, apilando los periódicos que coleccionaba para, luego, replicar con lápices de colores, sobre papel, los 36 sucesos más relevantes que había leído en los rotativos.
‘Bomba de gasolina petrificada’, de los artistas Allora & Calzadilla (la estadounidense Jennifer y el cubano Guillermo), expone una idea de futuro en piedra caliza como una crítica a la dependencia petrolera, con una esperanza de cambio esculpida en Puerto Rico.
Siete cuadros del pakistaní Walid Raad reflejan las huellas de la guerra. El artista cubrió con círculos coloridos los rastros de balazos en paredes y árboles de su país, además de los rastros de una bomba.
Otro brasileño, Jonathas de Andrade, también se inclinó por un tema belicista y alude a los conflictos limítrofes del Cono Sur, entre Chile, Bolivia y Argentina, países sobre los que proyecta videos con mensajes de dictadores junto a un mapa en que las divisiones territoriales están marcadas por agua.
En 1985, el estadounidense Brad Kahlhamer creó chachinas, una suerte de miniaturas de los pueblos nativos de Norteamérica.
Islandia, el otro lado del mundo, también tiene lugar en este juego de representaciones sobre los fenómenos que provocan desplazamientos humanos, presencias inusitadas y ausencias de lugares.
La brasileña Rivane Neuenschwander propone en ‘Yo deseo tu deseo’, una interacción a través del uso de cintas con propósitos inscritos. Las ha paseado por Colombia, México y Argentina. Las cintas están colgadas en una pared, de forma cabalística, y serán cambiadas por papeles para que los anhelos se cumplan cuando estas caigan de las muñecas de cada participante-espectador.
El origen de esta obra fue un rito de Bahía, Brasil, donde los fieles dejan papeles con sus deseos inscritos en un templo a cambio de pulseras con nombres de santos que volverán realidad sus sueños.
Organizar Atopía llevó 2 meses
Pilar Estrada, la directora de Centro Cultural Metropolitano, conoció a una de las curadoras de Atopía, Valentina Gutiérrez Turbay, con quien trajo las obras desde Viena. Daniela Zyman había trabajado en la muestra TBA 21 y visitó el país, al igual que Gutiérrez, para definir la museografía de la muestra.
El artista ecuatoriano invitado a la edición de Atopía en Ecuador fue Paúl Rosero Contreras, cuya obra exclusiva para la exposición está en el subsuelo del MET.
“No solo se representa la migración sino sus consecuencias y los desplazamientos humanos vistos como un fenómeno natural, de búsqueda”, explica Estrada.
La colección Thyssen-Bornemisza se propone “ver cómo sus obras pueden relacionar a la gente con los desplazamientos, cómo ver esos fenómenos y la historia a partir de las 28 obras”. Estrada recuerda que “vivimos en un momento histórico donde somos testigos de desplazamientos terroríficos por causas políticas y religiosas mientras en Estados Unidos los discursos xenófobos ganan espacio en política”.
Las microhistorias de Atopía se complementan con los artistas Taysir Batniji, John Bock, MonicaBonvicini, Abraham Cruzvillegas, Mario García-Torres, Carl Michael von Hausswolff y Thomas Nordanstad, Allan Sekula, Do Ho Suh y Los Carpinteros, The Atlas Group.
Atopía muestra cómo las cambiantes realidades políticas y económicas han creado nuevos relatos sobre los lugares y cómo sus historias han desatado el impulso de documentar el rápido proceso de transformación puesto en marcha por los movimientos continentales. (I)
