El auge de los musicales demanda artistas integrales
La combinación artística de diversas disciplinas enmarcadas en los musicales se está asentando con mayor ahínco. Un género en evolución por el teatro experimental que, en Ecuador, está tomando nuevas formas a partir del formato corto, el uso de la multimedia y el estilo circense, tanto en Quito como en Guayaquil.
La calidad como base
La directora de la Fundación Teatro Nacional Sucre, Chía Patiño, ha montado óperas, zarzuelas y musicales modernos que han tenido mucha acogida en la capital.
Sweeney Todd (2010), West Side Story (2012), Despertares (2015) y otros más son algunos de los que ha realizado con la ventaja de contar con artistas dedicados al 100% porque pertenecen a la nómina de la Fundación.
“Es una excepción a la regla porque la mayoría de artistas en el país vive indirectamente de otras entradas o trabajos y son pocos los que tienen el tiempo para desarrollar su arte y elevar el nivel que se requiere para las presentaciones”, señala la artista. Dos de los requisitos para participar en una audición es que los cantantes sepan leer partituras y tengan mucha preparación.
Despertares, dirigido por Chía Patiño, contó con las voces del Coro Mixto Ciudad de Quito y el Coro Juvenil de la Fundación Teatro Sucre. Foto: Tomada de Fundación Teatro Nacional Sucre
“El mejor es el que gana el puesto”, subraya.
Dice estar en contra de la gratuidad de los eventos porque considera que es dañina y afecta la subsistencia de los artistas que se encuentran inmersos en esta actividad.
Ella cree que el éxito de sus obras -produce dos anualmente- está en manos del trabajo multidisciplinario y de un equipo comprometido en trabajar 8 horas diarias para lograr la calidad.
Tanya Sánchez, del grupo Círculo de Artes Escénicas, coincide con la opinión de Patiño respecto a la calidad, pero desde la vereda de lo experimental.
La Carpa de la Insensata se montó en la explanada del Teatro Sánchez Aguilar para presentar Cantina, dirigida por Matías y Sebastian Belmar. Foto: Giselle Hidalgo
“En un musical lo importante es la calidad musical; sin embargo, para espectáculos en los que tienes que facturar miles de dólares para sostener la producción, deja a veces de importar lo artístico y se trae un rostro de la tele para que levante el musical”, indica la actriz quiteña.
Su esposo, el también actor circense Matías Belmar, destaca que como parte de su línea del centro cultural La Insensata, lo multidisciplinario es lo que buscan. Hacer malabares, tocar un instrumento, bailar, actuar y cantar es parte de su formación.
Cantina (2016) fue un montaje que obtuvo el primer lugar de los fondos concursables del Ministerio de Cultura, una creación experimental de actuación, canto, interpretación de instrumentos y acrobacias que se narra con temas emblemáticos de pasillo, rocola, baladas, boleros y tex-mex.
“Considero un acierto bajar el nivel del elenco a un número manejable. En nuestro caso lo logramos con 7 artistas en escena; creo que es un ahorro porque tener muchos ya es una escena anticuada”, sostiene Belmar.
De la calidad de la voz también habla la cantante quiteña Ana Passeri, quien ha trabajado como coach vocal en varios musicales.
“La mejor manera de controlar que la calidad sea óptima es la interpretación y afinación, por ello se debe contratar a un coach para potenciar la voz”, aconseja.
En su opinión, es necesario este soporte porque se trata de un entrenamiento de técnica vocal que se mide, incluso, en las audiciones. Insiste en que sea exhaustivo para ser seleccionado en un elenco de cantantes.
Nuevos recursos digitales
Daniela Cevallos, de EUJ Producciones, se aventuró con su primer musical el año pasado para saborear la experiencia.
En coproducción con la Municipalidad, estrenó el año pasado Guayaquil, el musical, dirigido para la generación de millennials.
La obra se promovió bajo la narrativa transmedia con una historia fragmentada en diferentes plataformas. La situación del protagonista se narró en un video que circuló en redes y el desenlace se lo contó en una obra teatral.
“Hay que manejar bien la línea de la comunicación y que el concepto y propuesta inicial sea lo que el público va a consumir”, sugiere la joven directora guayaquileña.
El guionista y productor quiteño Christian Valencia es otro artista que implementa la multimedia, un recurso que funciona en la narrativa para acortar la escenografía y hacer un flashback o con el mapping (audiovisual), que ofrece una experiencia relacionada a la era digital.
Valencia sabe que Guayaquil y Quito tienen una gama enorme de artistas talentosos. Las diferencias las ve en la parte administrativa, siendo Guayaquil más abierto para las coproducciones.
En busca de artistas integrales
La falta de escuelas que formen a un artista, tanto en baile, como canto, actuación y otros es uno de los factores que afecta, en parte, la calidad de ciertos musicales.
La búsqueda continúa y a decir de todos los artistas aquí citados, las audiciones siempre están abiertas y las negociaciones solo se dan cuando se encuentra un buen talento que encaje.
Jaime Tamariz, director de Microteatro Gye y académico de la Universidad Casa Grande, realiza audiciones para las temporadas temáticas que ejecuta en su local ubicado en el teatro La Bota.
“Hay que tener una constante preparación, además el cuerpo debe estar constantemente entrenado para lograrlo”, aconseja el productor de El mago de Oz.
En su experiencia, señala que la oferta y la demanda de talleres y cursos encaminados a la capacitación son un indicio de que los artistas están interesados en trabajar justamente en la calidad.
Este mes su propuesta está relacionada con la cinta de Bohemian Rapsody en la “Experiencia Queen”, que presentará en 6 producciones de teatro en formato corto.
Cantantes como Hugo Chávez e Israel Maldonado caracterizarán al legendario Freddie Mercury en obras fragmentadas donde se contará su vida y situaciones junto a la banda inglesa. (I)