Arroceros y pescadores pasean a su santo sobre el estuario
La alegría desborda en el parsimonioso pueblo de San Roque, comunidad de la parroquia Charapotó del cantón Sucre, provincia de Manabí, al llegar la tercera semana de agosto.
En esa fecha los agricultores de arroz, principal actividad de la zona, paralizan sus labores para agradecer por los dones otorgados al patrono del lugar, San Roque, a quien veneran desde aproximadamente 20 años con recorridos náuticos, peregrinación, velorios, bautizos, misas y fiestas.
Arroceros y pescadores acogieron la idea de llevar a su patrono al estuario. El sitio (creado hace más de 36 años) se ubica a dos kilómetros de la vía Charapotó-San Jacinto. En su ingreso y trayecto se ven las grandes extensiones de cultivos de arroz.
La imagen de San Roque es sacada de la capilla para en romería dirigirse al puerto de la zona y comenzar la travesía por el estuario.
El número de personas para estas fechas se multiplica en el poblado de 500 habitantes. Llegan moradores que se expandieron por el país como sucede con Wladimir Vera, quien deja momentáneamente Guayaquil para disfrutar de los eventos religiosos. Acuden devotos de Charapotó, El Blanco, Santa Teresa, San Clemente, San Jacinto y Crucita.
La música es el inicio de lo que en pocos minutos -del pasado sábado 18 de agosto- será el evento esperado: la procesión náutica por el estuario del río Portoviejo. El son lo pone la banda de pueblo de Montecristi, que hace bailar hasta a las personas que preparan más de 1.000 platos basados en el arroz que se produce en la zona.
Reparten arroz colorado (comida con pollo, arvejas, zanahoria, pimiento, entre otros ingredientes), además de dulces. Las personas de la comunidad son las que financian las fiestas.
Habitantes, entre hombres y mujeres, alistan más de 1.000 platos elaborados a base de arroz que se produce en la zona.
La actividad cultural y religiosa la iniciaron Ángela Zambrano y sus hijas. Ese detalle es corroborado por Gaspar Zambrano, coordinador de catequesis y pastoral. Luego la organización pasó a cargo de otras familias hasta que se elija un comité pro-capilla y se encargue de la coordinación de los eventos.
Gaspar narra que esa travesía surgió de los pescadores. Los feligreses subían en canoas a remo para seguir a su patrono. Luego los pescadores de San Jacinto, San Alejo, Las Gilces y San Clemente pusieron a disposición sus pangas y colaboraban de esta manera en las fiestas.
A las 09:30 de ese día varios fieles bajaron la imagen de San Roque de la capilla. Lucía un manto nuevo con adornos que destacan la gramínea. Lo donó Adalberto Zambrano, gesto que han tenido otros habitantes desde hace cinco años.
En la urna trasladan al santo hasta el puerto San Roque. Ahí, cerca de 60 pangas adornadas con gallardetes y globos, reciben la imagen y arranca el trayecto de alrededor de tres horas (4 km) entre ir, pernoctar por varios minutos en La Boca de Crucita (donde el río Portoviejo se une con el mar) y retornar.
En La Boca acuden a la vivienda de Rosa Gilces (+), quien dejó un legado a su familia: la devoción a San Roque. “Ella siempre nos pidió que lleváramos al santo para que Dios bendiga su local”, comenta Gaspar. Al retornar se sirven el aperitivo y se enciende el baile.
Las actividades en la zona concluyen con programaciones como el baile, juegos tradicionales, procesión, serenata y juegos pirotécnicos. A la par que San Roque es llevada en procesión una réplica del santo, que también recorre las casas durante todo agosto. (I)