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El Telégrafo
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Antonio Romoleroux repasa los 30 años de su trabajo en una muestra

El artista quiteño frente a su obra -hecha con papel y cobre- que fue ganadora en 1995 del Mariano Aguilera.
El artista quiteño frente a su obra -hecha con papel y cobre- que fue ganadora en 1995 del Mariano Aguilera.
Foto: Miguel Jiménez / EL TELÉGRAFO
20 de abril de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

El trabajo del artista visual Antonio Romoleroux (1968) es un ejercicio de resiliencia. Desde sus primeras obras en grabado, cuando tenía 19 años, hasta sus dibujos más figurativos de mujeres realizados el año anterior, la propuesta de este artista quiteño dialoga con la empatía.

“Mi obra revela que la fragilidad contiene a las fortalezas”, dice mientras muestra su primer aguafuerte de corte surrealista hecho en 1988 y que recibió un reconocimiento en el Concurso Nacional de Grabado del Municipio de Quito. Esta obra forma parte de una muestra antológica que repasa 30 años de labor de Romoleroux y que se expondrá hasta el 26 de mayo en el Centro Cultural de la Universidad Católica.

Esta retrospectiva no sigue ningún orden cronológico y está dividida en varias salas que revelan la evolución técnica y temática del artista, quien creció rodeado de libros y pinturas -pues su tía Flora Romoleroux era dueña de la galería y librería Pomaire, y también fue su primera coleccionista-.

Con una serie de mujeres desnudas, el artista resignifica el lugar de ellas en la historia del arte occidental y resalta, sobre todo, sus pensamientos.

Asistente al taller de grabado gráfico,  Antonio trabajó por dos años en el taller de Oswaldo Guayasamín, en donde experimentó con diversas técnicas gráficas, como la serigrafía, la litografía y el grabado en metal.

Sus obras iniciales -reunidas en una sala llamada Identidades sistémicas- tienen un carácter político, de crítica social, una preocupación que no la ha abandonado hasta ahora.

Denuncias contra la explotación laboral de los niños o sobre las contradicciones ideológicas de los grupos políticos se revelan en esta sala que a, su vez, exhibe todos sus autorretratos que tratan la enfermedad, la esquizofrenia y la búsqueda del ser.

“En la academia todos empezábamos con el surrealismo. Quien quería romper con lo formal se hacía surrealista, onírico”, cuenta Antonio antes de ingresar al siguiente salón (El yo consciente), en el que presenta fotos de personas que exponen sus testimonios de resiliencia ante diversas adversidades –como la muerte de un hijo o un abuso sexual-.

Hernán Pacurucu, crítico de arte y curador de esta muestra que tomó dos años en concebirse, dice que “la pluralidad con lo que en principio se acariciaría su obra no obedece al mundo de la variedad, más bien obedece a la intrincada “esencia compleja” en que el artista formula su proyecto estético”.

Papel de abacá y cobre grabado componen los materiales por lo que se ha caracterizado la obra del artista, quien es profesor de dibujo en Cumbayá.

A continuación sigue un espacio con sus obras más recientes, albergadas bajo el título “Mensajes de las modelos a la humanidad”. Se trata de una serie de dibujos con portaminas de mujeres desnudas que relatan sus testimonios de vida.

“En la historia del arte occidental las mujeres han sido objeto de estudio anatómico. Esta serie también plasma su pensamiento. Les hago la pregunta: “¿cuál es tu mensaje  a la humanidad” y la añado al dibujo. Nunca han plasmado su pensamiento en la historia del arte occidental, solo es un cuerpo, una cosificación de una persona”, dice el artista.

El mundo precolombino y el uso del papel como técnica
Luego de los desnudos continúa la serie de cuadros Amazonía espiritual, basados en una investigación del arte precolombino. Con este trabajo, Romoleroux cuestiona la forma de organización vertical de Occidente y resalta las formas de intercambio más horizontales de esas culturas, como el trueque. Incluso, el artista utiliza la concha spondylus en la composición de sus obras y se apropia de los signos de la pictografía facial de los sionas y secoyas –que representan animales como el jaguar, la  anaconda o la rana- para incorporarlos en sus cuadros.

“‘Amazonía espiritual’ es otra de las series trascendentes de nuestro artista. Óleos de mediano formato resueltos en volutas magistrales en las que Antonio retoza y goza con la cromática, develándose como un maestro del color. Su fundamento: la semiótica de nuestra Amazonía. Y hay que reiterarlo hasta la fatiga, esa región milagrosa convoca una de las mayores biodiversidades del planeta y sus habitantes la mantienen articulando viejas prácticas sustentables heredadas en el tiempo de generación en generación”, dice el escritor y crítico de arte Marco Antonio Rodríguez.

Es en este período cuando surge su interés por trabajar con papel y metal –sobre todo el cobre–, una técnica por la que será reconocido hasta ahora y que le valió en 1995 el Primer Premio de Pintura Mariano Aguilera.

Cuando el artista recibió este reconocimiento tenía 27 años, una edad temprana para alcanzar uno de los mayores premios de arte nacional. El cuadro se llama Natem y está hecho a base de papel de abacá y cobre grabado, en un formato de 200 x 150 cm. Son los materiales los que definen el sentido de la composición.

Sin que la obra represente una escena figurativa o abstracta, el cuadro remite a un estado de antigüedad. El jurado del salón Mariano Aguilera de esa época estuvo compuesto por Estuardo Maldonado, Nelson Román y Carlos Rosero, quienes destacaron la técnica que, hasta ese momento, no la habían visto en ningún otro lugar.

“El papel en mi obra es vital. Este material fue soporte del dibujo, del grabado, de la serigrafía y luego del óleo. Por otro lado, la industria del papel es diez veces más grande que la industria automotriz. Se talan selvas enteras y se siembran monocultivos de eucalipto para hacer pasta de papel, y la gente no sabe eso. Se sigue utilizando indiscriminadamente. Así que dije no, así no es, al papel hay que resignificarlo, por lo que yo mismo fabrico el papel de mis obras”, reflexiona Antonio Romoleroux.

Junto con la muestra que recoge videos de su vida, también fue presentado un libro antológico. “Antonio es un ser humano lúcido y sencillo, torturado y fácil, cuya pasión cardinal en su vida ha sido -y será- el arte visual en una multivariedad de realizaciones”, añade Marco Antonio Rodríguez. (I)  

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