Anthony Arrobo provoca tensiones en la caja blanca
El museo, esa caja blanca, con paredes altas que tiende a acomodar la historia en exhibiciones con vitrinas es para el artista Anthony Arrobo (1988) un espacio neutro. Al mismo tiempo, el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC), una de las mayores infraestructuras museísticas de la ciudad, es un “contenedor que no tiene política definida”.
Su trabajo en la muestra Apolitical Walls (paredes apolíticas) ha sido cargar ese espacio vacío de colores que se contraponen en varias obras a las que les ha dado una historia en su universo particular.
Desde sus primeras propuestas, Arrobo reflexionaba sobre el sentido de la pintura con trabajos hechos a partir de grafito molido. Parte de aquella reflexión ha mutado el color. Desde 2013 trabaja con minas de grafito y para esta muestra que presenta en el MAAC ha podido finalmente culminar con las posibilidades de este universo.
Arrobo toma los colores de minas de grafito de una empresa extranjera para agruparlos en la estética de un cuadro de gran dimensión e interpelar al espectador con los detalles que conforman la gran obra. La serie, denominada “Espectro” acaba con las posibilidades de colores que ofrece el fabricante.
Frente a estos 11 cuadros de grafitos brillantes está “Ugly Colors”, una serie de lienzos pintados en acrílico con los colores que nadie compra. El artista recorrió seis tiendas distintas de pintura y preguntó por el tono de pintura que menos sale de la tienda. Así se encontró con “los colores rezagados”.
Arrobo explica que le gusta “pensar en cómo estas microverdades presentadas de manera grupal generan un área de color que coquetea con el mundo de la pintura y con la abstracción pospictórica más particularmente”.
Su propuesta está entre los medios tradicionales y una nueva estética. “Genero piezas que de alguna manera dialogan con el mundo del dibujo porque están realizadas con miles de líneas rectas pero también con el mundo de la pintura porque son áreas de color. Esa negociación que hay entre los medios tradicionales me interesan para reflexionar sobre la pintura”, dice.
En la obra “Ocaso de papel” el artista contrasta todo el color y todas las historias posibles de los cuadros de gran formato con el blanco de lo no contado. Usa los papeles de hoteles en los que pasó la noche y en los que no quiere escribir nada, pero al mismo tiempo piensa en las posibilidades de que ese silencio construya una bitácora, un diario de lo que no dice.
Usa esos papeles al revés con su blanco frente al espectador y la sombra de las letras del lugar al que pertenece, como una señal de su origen que está por revelar. “Todo tiene que ver con el vacío”, dice Arrobo.
Esta muestra, con la que el autor culmina su proceso de titulación en la Universidad de las Artes, le ha permitido concluir también una serie de trabajos que desarrollaba sobre el color. Además, construye su ideal de llenar de color el blanco del museo.
“Me interesan los puntos, las líneas rectas, los círculos; en general, la geometría. Hay música en la geometría, solo hay que subirle el volumen”, dice el autor en una especie de confesionario que acompaña la muestra.
Agrega que piensa en la fragilidad y su posibilidad de generar un gatillazo en la sien “a nuestro fanatismo por lo atemporal y lo eterno”. (I)
A Arrobo le interesa trabajar con formas geométricas, con la acumulación de objetos frágiles. Foto: Lylibeth Coloma / El Telégrafo