El poemario Ubicación Geográfica de los sucesos se presentó en el bus de Bibliorecreo, al sur de la ciudad
Andrea Torres Armas: "Quito es una ciudad muy ruidosa a la que le falta música"
Hace 2 años —el 19 de octubre de 2013— se descubrió el feminicidio de Vanessa Landínez en un hotel de Ambato (provincia de Tungurahua). La mujer tenía 37 años, era madre de una niña, fue asesinada y su cuerpo presentaba claros signos de violencia... un caso que —entre las consecuencias sociales que dejó— hizo que el colectivo Justicia para Vanessa —integrado incluso por familiares de la víctima— le pidiera a Andrea Torres Armas que escriba un ensayo sobre el tema.
El texto conllevó una larga investigación y a aquello que los cientistas sociales llaman “rigor científico” pero a su autora le pareció incompleto: “No alcanzaba ese nivel afectivo que puede tener un suceso que conmueve tanto”, dice Andrea, convencida de que el lenguaje necesario para expresar la conmoción que sintió por el hecho tenía que ser otro.
El sábado pasado, se presentó el poemario Ubicación Geográfica de los sucesos (CCE, 2015) en una biblioteca móvil, que recorre —sobre ruedas— lugares del sur de Quito. En Bibliorecreo, frente a lectores que intercambian libros luego de recorrer sus páginas, Andrea Torres Armas leyó un poema que aparece sin título en su libro pero al que llamaría ‘Zapatos rojos’ por la acción política a través del arte que nació en México y que consiste en poner esas prendas —testimoniales de una desaparición— en lugares públicos para representar los pasos de las mujeres víctimas de feminicidios. Esa manifestación se replicó en Ecuador, por obra del colectivo que, de alguna forma, fue precursor de los versos que la escritora leyó conmovida: “Debemos reconstruir el camino de la vida,/ recuperar ese cuerpo mío, tuyo/ que ha sido territorio prometido,/ conquistado,/ arrebatado durante tantos siglos./ Zapatos./ Solo Zapatos./ Epitafios como huellas”.
Andrea cree que las ciencias sociales abordan problemas desde un punto de vista estadístico para exponer las cosas que suceden. “Te dicen que en el Ecuador 6 de cada 10 mujeres han sufrido maltrato (cifra que en Quito llega a 7 de cada diez, según el Inec) pero seguimos siendo cifras, una realidad que se presenta sin un nombre. No llegas a tener la conciencia de que en esos zapatos que se quedaron sobre el pavimiento estaba toda una historia de vida”, una conciencia a la que se puede llegar a través del arte porque este brinda otra forma de ver las cosas, otra perspectiva.
“Los recuerdos que Vanessa dejó en sus familiares, en quienes compartían sus días, quienes te pueden decir (ella era mi hermana, nosotras jugábamos juntas y un día amaneció muerta) hace que esto no sea solo un dato —dijo la poeta—, se trata de una persona real, con relaciones afectivas, alguien que deja huellas”.
Las ciencias, por sí solas, no alcanzarían a reflejar todos los sentidos, algo que el arte sí puede hacer. Un lector, Álex Vicente, cree que hay que mirar el mundo como lo hace Andrea: “de una manera que no separe los sentimientos de lo material, con la capacidad de mezclar lo lógico y lo sentimental”. (F)