Alejandro Ormaza da una idea de su “profe”
El “profe” (como le decíamos sus alumnos cercanos) era una persona muy generosa. Generoso con su tiempo, conocimiento y energía. Cuando veía en sus alumnos disciplina y dedicación al piano, no tenía reparos ni excusas para entregarle todo el conocimiento que tenía acerca del instrumento.
Por muchos años estuve becado en el conservatorio y durante una parte de mis estudios en el Rimsky no pagué un dólar por las clases que recibía de Reinaldo... a él le bastaba que estudiara a conciencia y mostrara los frutos de mis horas de práctica... teníamos clases hasta tres veces por semana cuando su "deber" era darme una.
También fue un propulsor de la música clásica, supo prolongar su amor por los grandes maestros a sus alumnos, compartiendo grabaciones y escuchando juntos versiones de famosos como de piezas inmortales.
A través del piano y del cuerpo de virtudes humanas que se desarrollan en el estudio de un instrumento, él se convirtió en mi mentor. Lo admiré y respeté. Mucha de la disciplina, concentración y voluntad que ahora tengo se debe a mis años de estudio con él.
Durante los 20 años que trabajó arduamente por el desarrollo artístico musical de Ecuador creó un legado de ex alumnos y compañeros músicos que aman la música y que con responsabilidad hacen de ella su profesión. Debemos estar muy agradecidos de que en Ecuador hubo alguien como él. Espero de corazón que aún haya personas así ahí.
De anécdotas no tengo muchas, pero un recuerdo que tengo muy presente era el siguiente: cuando teníamos clases los sábados o domingos, podía ir a estudiar al conservatorio, me abría la puerta el conserje que vivía al lado. Pasaba horas practicando durante la mañana y tarde y Reinaldo venía alrededor de las 5 de la tarde y teníamos clases dos horas aproximadamente.
Recuerdo que solía pensar en toda la gente que en la ciudad a esas horas y en esos días estaría divirtiéndose, relajándose, disfrutando de su tiempo libre en actividades vanas, mientras nosotros aprovechábamos esas horas para trabajar fuerte por mi desarrollo pianístico.
Recuerdo que una vez se lo comenté a Reinaldo y él dijo: "Bueno Alejito, para mí este es mi fin de semana, la música me alimenta y me da la paz y tranquilidad que las horas de oficina me quitan"... y por más de 12 años si te acercabas al conservatorio, mientras predominaba el silencio ligero de los fines de semana al atardecer, escuchabas de seguro música de los grandes maestros con una peculiaridad: la melodía estaba doblada una octava arriba... era él al lado mío, tocando el piano y guiándome a través de los caminos de la música.