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Al gallo le llega la hora de decidir

Al gallo le llega la hora de decidir
26 de octubre de 2012 - 00:00

Los asientos han sido reorganizados en la Sala Experimental del Teatro Centro de Arte (TCA). La nueva disposición ubica a los espectadores por los cuatro costados, alrededor del reducido espacio en que se desenvuelven los actores de “Cock”, en una situación que recuerda a un cuadrilátero, o -en los términos que dicta la obra- a una gallera.

Carlos Icaza, conocido crítico de cine guayaquileño, toma ahora el papel de director en esta adaptación en la que la obra se puede ver desde todos los ángulos. Sostiene Icaza que al cercar tanto a las miradas, se espera que “el público se integre a los conflictos que se desarrollan en el escenario”.

Es que Mike Bartlett se inspiró en una pelea de gallos a la que asistió en México para escribir el guión de “Cock”, obra titulada con aquella palabra que sugiere, como quien no quiere la cosa, de qué va la historia.

“Cock” en inglés quiere decir gallo, y es al mismo tiempo una forma peyorativa de llamar al pene. La trama habla de una pareja de homosexuales, John (Juan Pablo Asanza) y H (Ricardo Velasteguí), que se encuentra  en un momento culminante de su relación. Son años que han vivido juntos y una casa compartida es testimonio.

John es una persona débil. Su novio, H, le pasa por encima. “Tus manos son inútiles como antenas parabólicas pegadas a cañas de pescar”, le espeta H en la escena inicial, que ubica a ambos en una pelea salpicada de bipolaridad, que se encierra y exalta en una luz circular, como las galleras.

Y llega la debacle. La relación se termina, no sin breves arranques de recíproco erotismo que en segundos deja de ser correspondido.

Contada en desmembrada cronología, “Cock” gira en torno a un personaje que transita por la verosímil indecisión. Vientos de provocación soplan en la puesta en escena, carente por completo de escenografía. El tema de la homosexualidad es tratada con una gestualidad y una inflexión que prescinden del estereotipo, pero que están y funcionan con claridad.

Y llega a escena M (Luciana Grassi). Han pasado dos semanas de la ruptura de H y John, y ella se acerca a este último, con un abanico de expresiones inestables. Ya sonríe, ya frunce el ceño. Le gusta John, pero no sabe si del otro lado la atracción es igual. Cree que lo ha asustado con su personalidad explosiva.

M va por John. Es de esos personajes que entran y dominan la situación. Lo descubre poco a poco y lo obliga a replantearse. Él se siente, desde el momento inicial, atraído por ella, y ella no deja de atraerlo, como un pescador que hala el hilo de su caña. Y John disfruta ser aquel pez, y nada en cama de M. Pero John y H se reencuentran, y empieza el conflicto. De nuevo.

Toda la obra, la mirada de John, que no sus cejas, mantiene un halo indescifrable. Es la manzana de una discordia que ha desatado él, y todas las miradas hacia allá se dirigen, se ha convertido en juez de su vida y de los demás, pero retrasa el momento de tomar una decisión.

“Te estás comportando como una bestia, con él y conmigo”, le reprocha M a John. M es una mujer bipolar, como ha dicho la propia Grassi. La actriz le imprime un fuerte halo de intensidad al personaje. “El problema es que no podemos dejar de mirarnos”, suelta poco después.

En la misma obsesión de no ser rechazados se encuentran H y M -hombre y mujer-, cuando acuerdan, entre los tres, una reunión en la que al final se decidirá el desenlace de este triángulo.

Ya en la reunión, H pregunta a John: “¿En qué momento se lo vas a decir?”; minutos más tarde llega M, con la misma pregunta.

Y entre presentaciones incómodas y descaradas indirectas, el de H se convierte en un papel enorme.

-John me dijo que eras masculina, y yo me imaginé que me iba a encontrar con Chewbacca. Pero no eres nada masculina.  -Es lo primero que atina a decir H.

-No, soy bien femenina, con tetas y todo -responde afilada M.

El desaire es pronto empatado por H, que no duda en poner en la balanza su exitosa carrera como broker frente a la modesta profesión de asistente escolar de M.

Pero el golpe maestro de H toca la puerta. Se trata de P (Luis Secaira), su padre, un hombre sexagenario que ha llegado a bendecir, no sin ciertas dificultades, la relación de su hijo con John. “Tienes que decidir quién vas a ser”, dice P, un personaje que no deja de ser simpático, en circunstancias que toman una dimensión distinta.

Y en un eterno “de tin marín de do pingüé”, John debe decantarse. A ratos parece que por M y su incontenible aura de feminidad (“Ella hace el amor mejor que tú”), a ratos por H y su rudo talante, capaz de dominar el juego de poderes en cualquier relación.

Ni siquiera al momento de decidir John es capaz de decirlo. El silencio habla por él. Las funciones de “Cock” iniciaron ayer en el TCA. Hoy y mañana se presenta a las 20:30. Entrada: $ 20.

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