Escritor latinoamericano, peruano de nacimiento, japonés de origen, sevillano de facto (casado desde hace veinticinco años con una sevillana), director de una fundación de arte flamenco. Es Fernando Iwasaki y su “Ajuar Funerario”, de  Páginas de espuma, es un longseller que lleva más de 60.000 ejemplares vendidos desde 2004, y acaba de lanzar su séptima edición. El éxito de sus microrrelatos es que son historias de miedo.

“Empecé con este género de minificción hace años, cuando me encargaron lecturas y conferencias para la universidad. Verdaderamente me sentía incapaz de leer textos míos de ocho o diez páginas, el público no merecía que le aburriese, así que decidí escribir estas pequeñas historias. Pero para que sean microrrelatos tiene que haber historia, y si no la hay entonces podrá ser un poema en prosa, una anécdota, un aforismo estirado como un chicle… Pero no un microrrelato”.

Afirma que “ficción son los currículum vitae, son las esquelas de los periódicos, son los anuncios por palabras... Esa persona que publica: ‘Licenciado, 42 años, culto, encantador, desearía conocer señorita…’ ¡Eso es ficción!, ¿Cómo es posible que nadie haya llegado a esa situación de abandono a los 42 con todas esas cualidades?” bromea el escritor.

Juan Casamayor, editor de Páginas de espuma, considera que Iwasaki ha tenido la sabiduría de unir la brevedad con el escalofrío. Como Andrés Neuman, Jorge Volpi, Rodrigo Fresán o Juan Gabriel Vásquez, Iwasaki (Lima, 1961) forma parte de una idiosincrasia de escritores de latinoamericanos que viven por el mundo y su literatura sí tiene el membrete de sus raíces, pero es universal.