Adolfo H. Simmonds, una de las grandes plumas de EL TELÉGRAFO
Este destacado periodista guayaquileño que mañana cumple 50 años de fallecido, fue según cuenta su hijo Moisés Simmonds Dueñas, un hombre intelectual que fue poseedor de la mejor biblioteca de la ciudad. Ese cultivo intelectual, se lo debió a su padre Adolfo Hauer-Simmonds Codinne, un hombre con raíces judías que había nacido en Santa Marta-Colombia. Como era próspero no dudó en suscribir a su hijo a las editoriales más importantes de Europa. Solo así amainó en algo la pasión por la lectura de su hijo Adolfo.
Aunque era un amante de las letras y poseía una cultura muy amplia, su madre, la quiteña Ramona Guerrero Martínez, quería que su hijo sea médico.
Adolfo, una vez que concluyó la secundaria que la realizó la primera parte en el Vicente Rocafuerte de Guayaquil y la segunda en el Pedro Carbo de Guaranda, ingresó a estudiar medicina. Al terminar la carrera, le entregó el título en manos a su progenitora. Nunca ejerció la medicina porque se dedicó por completo al periodismo, que era lo que en realidad le apasionaba, dice Moisés.
Quien impulsó la carrera periodística de Simmonds fue don Manuel J. Calle.
Él mismo periodista lo reconoce en un editorial en 1943 que llevó por título “Yo no soy yo”. Ahí da cuenta de las lecciones que le dio Calle.
“Durante siete años acompañé a don Manuel J. Calle. Le llevaba datos para sus charlas, le ponía los títulos, le corregía las pruebas. Inolvidables horas las que pasé a su lado. Fue la etapa de mi formación intelectual. Yo bebía sus palabras, como el agua de la fuente de Alemena.
Don Manuel era incisivo, mordaz, duro. Pero sus consejos constituían sabias lecciones de periodismo. “No metas tu persona en tu labor” -me decía. “No se puede ser espectador y actor a la vez”. “Nada hay más repugnante que ese yoísmo de los jóvenes enfermos de importancia”. “Si personalizas tu artículo se convierte en remitido”. “Lo que menos le interesa al público es tu personalidad, de pobre garrapateador de cuartillas”.
Don Manuel infundió en mí la convicción de que el periodista debe colocarse siempre fuera de sus artículos. Lejos del tinglado donde se desarrolla la comedia o la tragedia de la vida social”.
Según consta en el diccionario biográfico del Ecuador de Rodolfo Pérez Pimentel, a fines de abril de 1921 empezó a escribir en El Fuete, de Pompilio Ulloa Reyes y un año después formó parte de la redacción de EL TELÉGRAFO donde trabajó durante 47 años. También integró el grupo de redacción del diario vespertino La Prensa.
Escribió y colaboró con sus importantes artículos en los principales periódicos y revistas como: El Alacrán, El Pueblo, El Guante, del cual fue fundador en 1910.
Una de las costumbres más arraigadas en el periodismo de la época fue escribir con seudónimos y Simmonds no fue la excepción. Francisco de Olmos, Pedro Gallo, Moisés Hauer, Raúl Rojas y Mauricio Romantier fueron algunos, pero más se lo recuerda por Porthos, nombre del personaje literario creado por Alejandro Dumas en las novelas de D’Artagnan: Los tres mosqueteros.
Críticas a un dictador
Durante los últimos días de 1935, el país estaba convulsionado. José María Velasco Ibarra fue destituido como presidente por una junta militar que entregó el mando al ministro velasquista Federico Páez, quien aseguró su dictadura el 28 de noviembre con una sublevación que fue castigada a través de una ley que conllevó órdenes de prisión y exilios a opositores y comunistas. Un día después de que entró en vigencia la ley, el 3 de diciembre EL TELÉGRAFO publicó el editorial titulado: ‘La ley extrema’ con una severa crítica al dictador por la represión a las opiniones contrarias. Su autor fue Simmonds, un hombre brillante que en 1953 fue nombrado miembro de la Academia de la Lengua y en 1960 fue uno de los fundadores de la revista Vistazo. Un erudito que sirvió a la Patria desde el periodismo. (I)