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El Telégrafo
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“Actores en desespero” se repone y se reinventa

“Actores en desespero” se repone y se reinventa
02 de junio de 2013 - 00:00

Lo dicho: ya en una reseña anterior de Actores en desespero publicada en EL TELÉGRAFO, se hablaba de la intención de la obra de ser un “ataque sensorial” más que una productora de sentidos, sin que ello signifique su ausencia.

Producida por Cuarta Pared -conformada por los jóvenes actores que toman parte en esta obra- Actores en desespero es casi una declaración de conciencia sobre la realidad de las artes escénicas en el país.
Pero hay algo que va más allá. Los actores repitieron hasta la saciedad la necesidad de que su obra sea comprendida como una que debe sentirse, no entenderse.

“Nuestro público no está listo para los sermones teatrales”, dice la actriz Luisa Cuesta, que suele ser quien lidera la mediación ante los medios de comunicación.

Y con esa premisa, lo que ha hecho Cuarta Pared es buscar un relato en que el hilo argumental queda en un segundo plano, lo primordial es la estimulación de los sentidos, que el espectador entre en contacto con lo que intentan transmitir los actores.

El elenco sufrió una baja en esta ocasión. Pablo Rivera, que tenía un papel en la versión original de Actores en desespero,fue sometido la semana anterior a una cirugía, y en lugar de cinco actores fueron cuatro.

Cuesta explica que, como cada fragmento era interpretado por un actor distinto, fue necesario, con la ausencia de Rivera, alargar las interpretaciones de 12 a 15 minutos.

En esta reposición de Actores en desespero, los actores se han planteado la intención de convertirse en sus propios directores, tomando de esa forma un papel más activo en el proceso de creación artística de la obra, porque, explican, son artistas escénicos, preparados para asumir cualquier rol en las tablas.

Cuarta Pared presenta esta obra como una especie de ensayo en que la modalidad unipersonal permite a los actores volverse entes más agresivos en su rol creativo, al trascender el papel del actor que forma su personaje en torno a las necesidades del guión o la dirección.

Cuesta, cuyo papel deambula entre el ser y el no ser, a través de un personaje que se cuestiona sutil sobre la corporeidad y la evanescencia, practica en su número movimientos que llegan a la contorsión mientras se desplaza lo mismo vertical que horizontal entre los peldaños de una escalera de tijera.

Datos

Cuarta Pared presentó el pasado jueves y viernes en el Teatro Sánchez Aguilar la reposición de Actores en desespero, obra que, desde su primera presentación, se promociona con tráilers en YouTube.

El aspecto sonoro de la obra va desde sencillas onomatopeyas, pasando por estertores producidos por los actores, hasta un DJ en vivo que se suma al ataque.

Los actores enfatizanque esta obra no es para “ser entendida”. Con ello apelan a la obsesión occidental de la decodificación de sentidos, en una propuesta en que el espectador debe aproximarse al arte a través de la experiencia.

Las formas corporales se antojan angustiosas al mezclarse con un fondo sonoro de estertores.

La peluca que lleva Luciana Grassi es su personaje. Así lo ha dicho la actriz, acaso la más conocida de los cuatro por sus papeles en producciones nacionales para televisión.

“Acaso no fui lo suficientemente buena para morir contigo”, dice Grassi en algún momento de su acto, con un marcado acento español que justifica como un impulso ajeno a la razón, entregado a lo fugaz, al momento, a la sensación y no al sentido... al leitmotiv de la obra, como si se tratara de la inspiración repentina de la que hablan los poetas.

Pero esa sensación no es solo la peluca. Hay algo en la voz de Grassi, fuerte y grave por sí sola, que llega al momento en que atraviesa su propia pérdida -la pérdida que lleva cada uno de estos personajes-, y mientras se vuelve atronadora, carga consigo un trance contagioso.

Por su parte, Velasteguí lleva adelante un fragmento que habla de una catarsis autoprovocada. Él se inflige dolor a sí mismo mientras se lo causa con una sierra, cruel, a alguien más. La naturaleza de sus movimientos sugieren intimidad: al parecer, la víctima es su pareja.

Si bien pareciera, a simple vista, que la obra es la unión de cuatro fragmentos unipersonales, hay un hilo conductor que los une a todos: el vacío que genera la pérdida.

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