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“Acá no tenemos un lugar donde construir al espectador: la universidad”

“Acá no tenemos un lugar donde construir al espectador: la universidad”
13 de agosto de 2012 - 00:00

Jorge Aycart se autodefine como un cineasta ecuatoriano que nunca ha filmado en Ecuador. Sus dos películas, “El durmiente del valle” y “La lumbre del fuego”, fueron rodadas y editadas en Argentina, donde estudió cinematografía.

Hace dos años, este guayaquileño volvió al país, donde dice no poder encontrar a un equipo con el cual trabajar en su próximo proyecto. Por lo pronto, dedica su tiempo a dar clases relacionadas con las artes audiovisuales en las universidades Casa Grande, Espol y en el ITAE, instituto que lo parió como artista.

Ha filmado dos películas, ¿cuál es su siguiente proyecto?

Intenté producir una película que se llama “Herbert Quain”, pero todo mi equipo estaba en Argentina, así que no me sentí con la fuerza necesaria para continuarla. He empezado, pero no sé cuándo podré terminarla.

¿No ha intentado continuarla con realizadores ecuatorianos?

No. Seguramente acá hay muchos profesionales. Pero es más por una cuestión de convivencia con el equipo. Allá me sentía en sintonía: hay un cine que ha pasado por un proceso que acá recién empezó cuando  el Gobierno de Rafael Correa decidió alimentar al cine instaurando leyes y poniendo un instituto.

¿Cómo evalúa la evolución del cine nacional desde entonces?

Es peligrosa. Lo que se construye es una industria nacional que aliena al individuo. El CNCine ayuda, pero también es un instituto que reduce su meta al número de películas.

Pero el Consejo Nacional de Cine financia proyectos que de otro modo no podrían realizarse...

Si   necesitamos elevar nuestro ego exponiendo ante el mundo el cine nacional, entonces bienvenido sea el Estado, siempre y cuando no nos pida generar una imagen muy chata e inmediata de la nacionalidad. Sería el cine de la falsa identidad.

El cine en Ecuador suele mostrar cierto afán de realismo nacional... ¿se refiere a eso?

Sí. Ese postulado no hace más que someter el lenguaje cinematográfico. No lo usa para expresar ni interrogar, sino para ilustrar un discurso.

¿En qué película identifica esto?

Son películas que se someten a un guión que está fuertemente calculado, que no deja nada al azar, ni permite que se exceda ninguna escritura previa. No necesariamente he visto completas: las de Camilo Luzuriaga, las de Sebastián Cordero, “Prometeo Deportado”.

¿Qué falla, para usted, en “Prometeo Deportado”?

Que no podemos afirmar nada sobre la identidad. Esa palabra debe acompañarse de un signo de interrogación, pero acá nos remitimos a hacer una apología. El cine debe ser una forma de interrogar la mirada constante del individuo hacia el mundo, y eso es un acto político   importante, porque es una mirada que cuestiona.

El guión de “Prometeo Deportado” fue premiado en el extranjero...

¿Y qué? Los premios no significan nada, solo ayudan a inflar el ego. Una obra no debe legitimarse por ese tipo de reconocimientos, sino por lo que un grupo de la sociedad puede interpretar y señalar.

Pero los premios están legitimados por la sociedad...

Esa legitimación se agota en el reconocimiento social. No lo uso para definir una obra. Un ejemplo: en Cannes se ha premiado a un gran cineasta como Pedro Costa, pero también a otros totalmente reaccionarios como Gael García Bernal con “Babel”, una película repleta de lugares comunes.

También ha mencionado a Sebastián Cordero ¿habla de todas sus películas?

Solo vi completas “Crónicas” y “Ratas, ratones y rateros”, una película miserable: transforma a los sujetos, la temática social, en un sencillo instrumento para ilustrar un guión bien escrito. Cordero debió dedicarse a la literatura y no al cine.

Sebastián Cordero es el cineasta nacional más destacado afuera...

A mis alumnos siempre les pongo la necesidad de diferenciar entre Pedro Costa y Cordero. Costa se dirige a un estrato social periférico. Empezó a mediados de los 90 con “Huesos”, en la que dirigió a su equipo de rodaje a un barrio de migrantes africanos de Lisboa, y registró el espacio-tiempo extraño de ese mundo, no solo para regodearse en la miseria, sino para dignificar a esos seres humanos vilipendiados por el capitalismo. Eso no le resultó suficiente,  y luego hizo otras películas con la misma temática. Entendió que para registrar la esencia de ese mundo, había que convivir con él, y que esa convivencia no sea una simple anécdota, sino que se exprese como una forma cinematográfica. ¡Qué distinto a lo que hace Cordero! Que podemos definirlo como postales de la miseria, sobre las que se regodea. Es el discurso que necesita el Estado.

¿Qué opina de “Qué tan lejos”?

Terrible. Son postales turísticas del país nada más. Por eso fue tan bien recibida. ¿Y dónde está Tania Hermida ahora? Con el Estado. Ella también es parte de ese discurso.

¿Y “Pescador”?

No la he visto  porque sospechaba que se iba a elaborar alrededor de un cliché, Andrés Crespo, que supuestamente identifica lo que es ser guayaquileño. Yo quiero que el cine me sorprenda, pero descubriendo un nuevo ángulo del mundo, no porque al final se sabe que el asesino era el mayordomo.

Si no ha visto algunas de estas películas, ¿no cree que pierde autoridad para opinar?
Seguramente.

¿Y cómo defiende lo que dijo?

Son películas que se venden como cine-arte, y desde el tráiler se evidencia que son de entretenimiento... y no está mal que sean eso, pero que ocupen su lugar. Que no nos vengan a decir que plantean una interrogante desde el arte o la estética.

¿Entonces se resume en cómo el realizador habla de sus filmes?

Hay que poner las cosas en su sitio. Bienvenido el cine de entretenimiento, mientras se reconozca como tal, porque significa que habrá fuentes de trabajo... Y significa que los enajenados tendrán más herramientas para seguirse enajenando. Hablamos de una cultura de masas en la que el signo está codificado fácilmente  y el espectador no es espectador, sino solo consumidor, y por eso está tan satisfecho y alegre. Acá no tenemos un lugar donde construir al espectador, que es la     universidad, el lugar del saber.

¿Es responsabilidad de los cineastas que, como dice, el espectador sea solo  consumidor?

Es difícil decir quién es responsable, pero nadie hace nada para construir al espectador. Y yo me empiezo a excluir de ese grupo, porque sí hago algo desde el ITAE. Me han dicho que soy profesor porque no puedo ser cineasta, ¡grave error! Soy docente porque quiero seguir siendo cineasta. Desde  la docencia me cuestiono a mí, al mundo y ayudo a que se cuestionen los demás.

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