“A veces la vida te manda un actor”
“Mejor no hablar...” configura la idea de un “Rey que no quiere ser rey”, ¿cómo erigió la historia a partir de esta paradoja?
No sé. Ese tema siempre me agradó y me propuse escribir un largo. Eso fue mientras viví en Nueva York y estaba en la escuela. La primera idea era cómo encontrar un tema, y ese, que es tan antiguo, me gustaba mucho porque empataba con otra idea que era la de contar la historia de alguien que pasa de ser adicto a las drogas a ser un adicto al poder. Básicamente lo que yo vi fue la oportunidad de hacer una versión nueva, fresca, interesante, manabita de esa historia. Y con eso plasmar un par de obsesiones que tengo sobre el país, sobre la corrupción, sobre la forma de ser del ecuatoriano de la Costa, sobre un montón de cosas positivas y negativas que yo siento sobre Ecuador. Como uno va creciendo (yo ahora tengo 34 años), va formando la relación que tiene con su identidad y con su lugar de origen; se vuelve más compleja. Me parecía que todas estas cosas las podía tratar, las podía poner bajo el abanico de una historia de alguien que evade su destino todo lo que puede hasta que el destino lo jala de vuelta de la manera más sorprendente posible.
¿Puede detallar cómo ocurrió la selección de actores, especialmente cómo logró aquel empate entre su idea de los personajes y lo que puede ofrecer la interpretación de Savinovich, Aráuz, Orlandini, Fajardo y Crespo?
Eso viene de algo que me le robé a Robert Almant. Él siempre dice que su trabajo, el 60% de su trabajo con los actores, está hecho una vez que termina el casting. A mí me encantaba esa idea: la manera en que yo la interpreto es que el proceso de casting debe ser el de terminar una esencia específica, fundamental, básica del personaje en papel, de cómo está en el guión, y luego tratar de hacer una suerte de empate de esa esencia con un actor.
En Ecuador no encontramos tantos actores para los roles principales como pensamos que iba a suceder; por ejemplo, para el papel de Pancho y de Leovanna. Allí decidimos abrir el abanico a gente no profesional (a músicos, amigos, etc.), pero manteniendo esta idea. Cuando vimos a Pancho (Savinovich) me dije “así debe verse mi personaje, así debe hablar”. No es un actor, pero es una persona inteligente, una persona sensible y en poco tiempo supe que podía obtener de él lo que necesitaba. Lo mismo con Leovanna.
¿Qué pasó con Víctor (Aráuz) y Andrés (Crespo)? Con ellos fue diferente. Víctor es un actor, vive de la actuación en Guayaquil -que no es cualquier cosa hacerlo- y trabaja mucho en teatro, trabaja mucho en televisión. Yo a él lo veía más joven, tal vez un poco más tímido, igual bien afrentoso, salvaje, pero en un registro distinto. Pero Víctor tenía toda esta personalidad arrolladora. Creo que se debe a que es de una ciudad chiquita (Buena Fe) y tenía esta cosa callejera como bien tropical, bien costeña, y eso no era lo que yo exactamente quería, pero me pareció tan interesante, tan carismático que dije: que tal si moldeamos al personaje un poco más hacia como lo configura Víctor. Recuerdo, incluso, que su casting fue el menos profesional del mundo. No llegamos a hacer una escena. No llegamos a que haga una prueba, sino que más bien conversamos y luego me di cuenta de que allí estaba el personaje que yo quería y que estaba mejor que el que yo había escrito. Y volví a lo de Almant que dice que hay que estar atento; si la vida te manda un actor así hay que saber que beneficiará a la película.
Con Andrés pasó lo que conversaba antes. Andrés fue de los que hizo casting. Lo hicieron Daniel Llanos y él. Y como siempre Andrés estaba por allí y es un tipo que no puedes ignorar. De pronto esa personalidad sentí que me iba a ayudar a salirme de los lugares comunes y de los clichés con Lagarto (personaje que interpreta Crespo) que tal vez es el personaje más “funcional” que tiene la película. Es un personaje que necesita el argumento, que necesita el guión para mover el argumento hacia delante. Entonces al tener a Andrés, el color que le daba a un personaje así lo sacaba justamente del cliché y le daba una dosis de humor; sobre todo cuando tienes en escena a Víctor y Andrés, la película agarra tanto humor que casi se vuelve una comedia. Y en una película en la que hay tanta tensión, tantos temas tan fuertes, esa risa es casi nerviosa, pero ellos la hacen inevitable.
Hubo actores de su historia que particularmente quería que no hubieran tenido experiencia actoral -caso de Leovanna Orlandini, por mencionar alguno- ¿Cómo aquella elección apuntaló el filme?
Lo primero viene de que no había tanta gente para el perfil que yo necesitaba para esos dos papeles. O sea, vimos a muchos, pero ninguno me convenció y eso se debe a que Ecuador todavía es una industria relativamente pequeña. Somos un país pequeño y aún hay poca gente que se dedica a esto, gente que marcara un poco lo que yo necesitaba con mis actores. De repente pensé que puedo ajustarme a tener un actor que no cuente con esa esencia o puedo buscar en otro lado. Quedamos con un elenco que es mitad-mitad (profesionales y no profesionales). Tienes que llegar a un tono común y ese tono sale en los ensayos. No sale en el trabajo de mesa -yo hago mucho trabajo de mesa-; en una semana de ensayos se lee el guión, se leen las escenas, se discuten las escenas, pero siempre en papel, siempre sentados en la mesa y reescribimos en función de lo que va saliendo del análisis y del trabajo del porqué necesitamos que pase algo en la escena. Todo se profesionaliza como por arte de magia en esta mezcla.
Los profesionales se deslumbraron ante la naturalidad de los que no actuaban profesionalmente. Pancho (Savinovich), en particular era diez en la película. Él era muy honesto y lo que salía de su boca era él y eso les encantaba a los profesionales que están un poco más “viciados” por lo profesional. Esa combinación resultó interesante.
Hay hechos que en nuestro cine ocurren por primera vez, por ejemplo el beso apasionado entre dos hombres...
... No tengo idea si es la primera vez. Evidentemente debe ser de los primeros. Creo que es el primero que yo he visto. ¿Por qué nos vamos por ese lado? A mí, con toda honestidad, me pasó que es casi natural. Yo sabía que ellos tenían que involucrarse -Luis (Aráuz) y Rodrigo (Fajardo)- para que la historia avanzara. Era una cuestión de escribir. Yo escribí esta película sin escaleta. No la uso. Solo tengo -en la historia- principio, medio y final con un par de puntos de giro y con eso me lanzo. Y a eso le agrego notas de los personajes sobre lo que pasará.
Y me acuerdo de que lo que yo quería era que Luis y Rodrigo tengan una relación de poder en la que ambos se necesiten. Y recuerdo que escribía esto y que estaban ambos en la camioneta y estaban solos y era como -obvio- se tienen que besar. O sea, adónde más irá esto. Y es interesante porque una vez que escoges un asunto para hablar de una temática así si es un poco una responsabilidad, particularmente de género, porque de repente eres un heterosexual hablando de una relación homosexual. Para mí era simplemente interesante.
También hay que decir simplemente que yo escribo la película que quiero ver. No pienso en las ventas, ni en el premio, ni nada. Yo solo escribo una película que pueda recomendar. Soy cinéfilo antes que director. Como cualquier persona que se dedica a esto, nace de un amor por el cine. Y soy el típico “man” que llega a la fiesta y digo “qué fue, acabo de ver esta película y es increíble”. No creo que la gente tenga por qué asustarse (con la escena del beso entre Fajardo y Aráuz), pues la película avanza y eso no detiene la historia. Ese subplot es un robo de Rocco y sus hermanos, de Visconti. La vi de nuevo para aprender de ella.
Luis, por ejemplo, resulta robustecido, me parece, por la interpretación de Víctor Aráuz. ¿Puede ahondar en qué tanta vía libre tuvieron para proponer?
Yo creo que todos venían con ideas, pero también todos venían contenidos por el guión, es decir, que el guión sí estaba bastante gruesito en términos de descripción de los personajes. Había mucho que morder ahí.
Creo que en el caso de Víctor era un poco más entenderlo, aterrizarlo a comportamiento básico, así como profundizar en por qué este man es así. Y lo que él hacía era darle una vuelta ligeramente más pueblerina. Yo creo que eso aumentó el contraste con Pancho o Paco. El personaje de Paco era más callado y más introspectivo y era pues nuestro narrador. Luis era más antipático en el guión y con Víctor, que es naturalmente simpático, todo eso mejoró. También es como te sientes amenazado en cuanto a director. Yo más bien sentí que eso ayudaba a la película. Así, creo que él se fue robando el papel.