Anteayer arrancó el Primer Congreso Distrital de Culturas en Quito. La afluencia de gestores y actores culturales, provenientes de diversas zonas de la ciudad, le dio al acto un matiz pluricultural.

La modalidad del congreso se organizó a través de seminarios-foros dictados por académicos e investigadores sociales que han sido parte de los procesos previos realizados desde 2010 con la ciudadanía y los actores y gestores culturales que han integrado esta fase sociocultural. Dentro de la introducción al congreso se aclaró que el objetivo del evento es “fortalecer el pensar y el hacer cultural”, para que la ciudadanía se convierta en actor vital de cambios dentro de la matriz cultural de la ciudad y del país.  

El espacio público

Irina Verdesoto, panelista invitada e investigadora social, expuso de manera detallada la situación actual de la mirada social a la plaza y la calle, como espacios públicos-históricos donde es posible realizar su gestión entre dinámicas de ocupación, expulsión, renuncia y permanencia de expresiones artísticas.

Ella amplió: la operación del espacio público para la cultura, en términos de Massey (cientista social inglesa), debe tener como condición la multiplicidad de actos en los que cohabiten  trayectorias y sea posible la existencia de más de una voz.

Hizo una aproximación: En el caso de Quito, por su conformación histórica, el espacio público se erigió por interacciones del intercambio comercial, étnico y de género. En los años sesenta y setenta este fue tomado como tribuna de denuncia social. Mientras que, ahora a este llegan nuevos exponentes de expresiones artísticas y culturales que siguen aquel tejido social histórico y político, pero con un enfoque de multiplicidad.

El acto cultural no deber ser entendido como una fiesta, sino más bien como un quehacer diarioDicho enfoque se constituye por interacciones en las que las áreas de ocupación temporal son fases cruzadas por otros procesos con voces y oídos de diversos receptores.

La gestión del espacio público -recomendó- en el territorio requiere partir del mapeo de dichos espacios públicos “formales” y los “alternativos” para establecer diagnósticos de las condiciones de infraestructura y prácticas de ocupación.

Verdesoto también se refirió a la formación de públicos para eventos en espacios abiertos y admitió que es una tarea en construcción que debe apuntalarse con la democratización del acceso a la infraestructura cultural pública: teatros, plazas, calles y museos. Allí la gratuidad no es necesariamente el único mecanismo de atraer a flujos de visitantes, sino que deben crearse estrategias de convocatoria para que los participantes de procesos culturales se conviertan en cogestores de la producción y difusión de su trabajo.

Según ella, el acto cultural no deber ser entendido como una fiesta, solamente, sino más bien como un quehacer diario que requiere de atención y seguimiento para que se desarrolle como un verdadero acto cultural que integre a las expresiones y prácticas culturales contemporáneas; así que se logre vincular lo actual con lo tradicional y no existan brechas generacionales o identitarias que coarten el desarrollo cultural local y nacional.