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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Un archivo privado contiene fotografías desde fines del siglo xix hasta la década del 70

4.500 imágenes cuentan la transformación de Quito

Rafael Racines heredó de su padre y su abuelo el amor por Quito. Difunde las imágenes de su archivo a través de una página de Facebook llamada ‘Quito de aldea a ciudad’. Foto: John Guevara | El Telégrafo
Rafael Racines heredó de su padre y su abuelo el amor por Quito. Difunde las imágenes de su archivo a través de una página de Facebook llamada ‘Quito de aldea a ciudad’. Foto: John Guevara | El Telégrafo
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Guarda en su computadora un pedazo de la historia de la capital:4.500 fotografías, 619 carpetas, 19 gigabytes de información. Tiene todas las imágenes ordenadas nítidamente en carpetas clasificadas por barrios, calles, monumentos y personajes. Sabe exactamente a qué año pertenecen y tiene una anécdota de cada una de ellas.

“Mi padre y mi abuelo me enseñaron a querer a Quito. Cuando los vendedores de caramelos me ofrecían una fotito, yo les compraba. Y así iba, de una en una. Mis amigos me regalaban fotos, o les pedía prestados sus álbumes para digitalizarlos”, cuenta Rafael.

Su gusto por la fotografía antigua nació cuando era muy joven. Es un aficionado de los libros de historia y siente una fascinación por la ciudad que contagia. Durante años ha recorrido Quito buscando los rincones que constan en sus archivos, para contrastar pasado y presente. Después de 30 años de recolectar imágenes -por medio de amigos, parientes y comprándolas a los chocolateros que pululaban por las calles y plazas quiteñas- Rafael sentía la necesidad de dar a conocer su inmenso archivo.

¿Qué punto tenía guardar ese patrimonio culturar e histórico solo para él, sus familiares y amigos? Cree firmemente que esa colección es tan suya como del resto de los quiteños: “¿cómo  entendemos nuestras raíces, cómo aprendemos a querer al lugar que nos vio nacer, si no sabemos nada sobre su historia?”, se pregunta.

La calle Cuenca, ubicada en el Centro Histórico de Quito, a principios del siglo XX. Foto: Cortesía de Rafael Racines

Las fotos que cuelga diariamente en ‘Quito de aldea a ciudad’, su página de Facebook, disparan la nostalgia de sus visitantes. Cientos de personas comentan las imágenes con sus propias anécdotas. Los jóvenes, en cambio, que no llegaron a vivir ese Quito de callecitas adoquinadas, tranvía y arquitectura colonial, se asombran al constatar los cambios que la han transformado.

Una imagen de 1968 muestra a la calle Chile -aledaña al Palacio Municipal- como un epicentro repleto de comercios, personas y automóviles. Hoy esa calle es peatonal y la mayoría está destinada a oficinas municipales. El contraste es impresionante. Lo mismo sucede al ver fotos de las avenidas más importantes de la ciudad.

El Centro Comercial Naciones Unidas (CCNU) era apenas un edificio que se erigía sobre una calle prácticamente vacía, donde aún predominaba el verde, en la Gaspar de Villarroel todavía existían sauces llorones, en las calles había más peatones que automóviles,el Centro Histórico era el vértice más movido de Quito.

Para el coleccionista, un momento de la década del 70 fue fundamental para la metamorfosis de Quito: el boom petrolero. “Ahí se da la transformación de la ciudad.  Incluso cambió la manera de pensar de la gente, la hizo más egoísta e indivualista. El progreso transformó el tranvía en Trolebús, a un colegio en edificio de oficinas, a alguna embajada en Banco Central”, opina.

Pero en el archivo de Rafael Racines no hay solamente nostalgia, algunas imágenes son testimonio de una historia que se ha querido borrar. Una de sus carpetas contiene cientos de fotografías de indígenas a principios y mediados de siglo.

La Plaza del Teatro Sucre, en la calle Manabí. La edificación conserva su estructura original. Foto: Cortesía de Rafael Racines

Para él, no solo se deben difundir las fotos que muestran a hombres y mujeres bien vestidos, o la rutina diaria de quienes pertenecen a la clase alta. “Las mujeres indígenas eran cargadoras. Llevaban inmensas cargas sobre sus espaldas, de arriba a abajo, en calles empinadas. El tratamiento que se les daba era totalmente inhumano, y aunque algunas de estas fotos resultan dolorosas, me parece que la gente debe conocer también esa parte de nuestra historia”, explica Racines.

Él ha intentado dialogar con el Municipio de la ciudad para sacar adelante un proyecto de conservación y divulgación de su archivo, pero no ha logrado nada concreto.

Entonces decidió crear la página de Facebook, que arrancó en 2013. “Al comienzo no tenía respuestas. Pero con el tiempo me di cuenta del potencial que podía tener esto. Miles de personas ven una imagen en cuestión de una hora. Me mandan comentarios de China, Japón o África. Me llegan mensajes de ecuatorianos que viven afuera, a quienes los conmueven esos pedacitos de historia”, dice.

Y a veces, la vida los sorprende con las coincidencias mágicas que puede provocar una foto.

Un día, Rafael subió a su página la foto de una mujer indígena lustrando las botas de un hombre en la Plaza de Santo Domingo. Días más tarde recibió un e-mail: un hombre estaba desesperado por comprar esa fotografía. Rafael se rehúsa a lucrar con su archivo y a recibir dinero a cambio de una foto. Entonces le preguntó cuál era la historia detrás de esa fotografía.

La respuesta del hombre lo conmovió: “esa mujer es mi abuela. Hace muchos años que mi familia y yo vivimos en Washington. Me encantaría regalarle esta foto a mi padre y a mis tíos, por el día del padre”, le explicó. Racines envío, encantado, la fotografía e hizo feliz a una familia entera.

Son ese tipo de anécdotas las que lo motivan a seguir adelante con este proyecto, convencido de que es un profundo ejercicio de memoria, personal e histórica.

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