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Romeo y Julieta y Otelo también mostraron adaptaciones en la capital

3 obras de Shakespeare son reinterpretadas

Roberto Sanches y Elena López se presentarán del 24 al 27 de septiembre en la Casa-teatro Malayerba. Foto: Mario Egas / El Telégrafo
Roberto Sanches y Elena López se presentarán del 24 al 27 de septiembre en la Casa-teatro Malayerba. Foto: Mario Egas / El Telégrafo
21 de septiembre de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

Hamlet y Ofelia, Otelo y Desdémona, Romeo y Julieta. Obras clamorosas con finales fatales que tuvieron —tienen— interpretaciones alternativas en la ciudad de Quito, durante las últimas semanas: El fin de la lluvia (del teatro Ojo de agua) se presenta en el Teatro Malayerba; Otelo (de la compañía Viajeinmóvil) tuvo tres funciones en el Teatro Variedades; y Romeo & Julieta de Aramburo (del colectivo Kiknteatr) se estrenó durante la Fiesta escénica 2015 que continuará hasta el sábado 26 de septiembre.

Las obras del inglés William Shakespeare (1564-1616) —que en realidad no estudió dramaturgia— gozan de una actualidad eterna —eso no es novedad— y suscitaron reflexiones sobre los idilios de pareja.

Sir William tuvo el modesto destino de todo hombre, pese al eco intemporal y furioso de sus tragedias. Por ello, Jorge Luis Borges —acaso su equivalente en la narrativa latinoamericana— lo nombra en el cuento El Aleph con la frase “el polvo que fue Shakespeare”, con la cual hace una descripción del universo que le aseguró un lugar en la memoria de la humanidad.

Fue, justamente, esa posibilidad de que los recuerdos de un hombre sobrevivan en la mente de otro la que permite que los sentidos que generaron —y que provocan— el Príncipe de Dinamarca, el Moro de Venecia y la pareja de veroneses deriven en versiones que hablan sobre la actualidad con consecuencias que persiguen al espectador fuera de las salas de teatro. Las cavilaciones de Hamlet, los celos de Otelo y la pasión de Julieta son terreno propicio para que las ideas se transporten más allá del tiempo y el espacio en que fueron concebidas. No en vano Borges también tituló su último cuento con el nombre del autor de Macbeth: ‘La memoria de William Shakespeare’, en la que su protagonista es habitado por dos tipos de recuerdos. Para explicarlo en palabras del narrador y ensayista mexicano Juan Villoro, Borges aborda “los recuerdos del personaje y del autor que mora en su interior”.

La realidad que circunda a Roberto Sánchez hizo que urdiera lo que ha definido como una “geografía construida desde el cuerpo y para el cuerpo, una geografía creada en la superficie del espacio a través de dos elementos diversos: piedra y metal”. El primer elemento le pertenece, en escena, a Sánchez (Janlet), mientras que el segundo lo toma Ofelia, interpretada por la actriz María Elena López, la esposa del actor que escribió esa “geografía de dos, de pareja, paisajes irregulares, abismos, mares, a veces laderas, lugares recorridos que no conducen a ningún destino, sino a un mapa impreciso e inventado” que, durante algunas escenas, no solo desdibuja la tragedia shakespeariana que la engendra, sino que se traslada a lo cotidiano y aparenta ser un drama autobiográfico, primero, y existencial, reflexivo, indagatorio, después.

Borges —y esta aún es una explicación de Villoro— escribió un pasaje que pone en escena el grado de realidad que puede provocar la lectura de los clásicos: “Tengo, aún, dos memorias. La mía personal y la de aquel Shakespeare que parcialmente soy. Mejor dicho, dos memorias me tienen. Hay una zona en que se confunden. Hay una cara de mujer que no sé a qué siglo atribuir”.

Esas frases podrían explicar también algunas motivaciones de Jaime Lorca, el dramaturgo chileno que mueve los hilos tras el títere que encarna a un Otelo muy particular. La actriz Teresita Iacobelli es la voz de Desdémona en una entelequia en la que los hilos narrativos parecen, desde el primer acto, estar a la deriva de una suerte de ‘conciencia televisiva’, esa caja refulgente cuya trascendencia se extiende a través de técnicas que encuentra asidero en la oralidad de sus espectadores, desde un reflejo de sus machismos.

Los bolivianos Camila Rocha y Diego Aramburo reafirman el caracter universal del drama vivido por los amantes pertenecientes a familias rivales. El director y actor de esta versión de Romeo y Julieta —en Otelo, Lorca también tiene esos roles; mientras que en El fin de la lluvia, Sanches actúa y es el libretista— dice: “Mi pecado con tu lengua se ha purgado”. El Otelo original y televisivo dirá “Es la causa, es la causa mi alma” y, también sobre las tablas, Sanches suelta una frase que puede terminar de unir los puntos fragmentarios de este trío de obras: “Yo soy Janlet y no sé diferenciar la muerte del sueño”. Todo para que Hamlet concluya, frente a la calavera del bufón Yorik, que los hombres son “polvo quintaesencial”. (I)

Datos

El montaje de El fin de la lluvia tiene su origen en ‘Janlet, el héroe’ —incluido en el libro Variaciones para el tema del asesino (Antropófago, 2012)— de Roberto Sánchez. Allí se recrea una versión del personaje shakespeariano (Hamlet) que mira con desdén su condición de ‘salvador’ alejándose del nihilismo confeso del personaje original.

La versión de Otelo de la compañía chilena Viajeinmóvil incorpora una televisión y títeres al libreto de su coprotagonista y director: Jaime Lorca, quien aborda temas universales, como los celos, la envidia y el rencor en un contexto actualizado, en cuya trama aparece el machismo y una situación fatal que este aún produce: el femicidio.

Romeo & Julieta de Aramburo trabaja sobre la intimidad del conflicto de estos jóvenes amantes, sobre su ‘relativa eternidad’, lo que en realidad es una forma del nihilismo.

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