15/N/22: El nacimiento del proletariado en el Ecuador
Un contexto para la muerte: antecedentes históricos de la matanza del 15 de noviembre
La profunda crisis económica que atravesaba el Ecuador en la década de 1920 obligó la organización de la clase obrera, que se manifestó con fuerza en noviembre de ese año con una huelga general y una marcha, a las que siguió la matanza del día 15, un suceso sin precedentes hasta ese momento, orquestado por la oligarquía guayaquileña. Este hecho, dicen los historiadores, marca en el país el nacimiento de la clase históricamente consignada a la transformación de la sociedad capitalista: el proletariado. (Ver infografía ampliada)
El 25 de octubre de 1917, Vladimir Lenin, al mando del proletariado ruso, derrotó a las fuerzas zaristas que mantenían a Rusia en una espesa tiniebla de opresión y miseria. La voz de la libertad emanada desde el campo socialista llegaba hasta el Ecuador y no fue una mera cuestión de tiempo, sino una consecuencia de las condiciones del sistema capitalista por las que los obreros ecuatorianos iniciaron su organización.
Hacia finales del siglo XIX, la gran depresión mundial que tuvo lugar entre 1870 y 1890 estaba superada. El reflejo de esta situación en Ecuador fue el incremento notable de los precios del cacao, iniciándose así la etapa conocida como el auge cacaotero, que tenía a Europa y Estados Unidos como sus principales compradores, gracias a la explosión de la industria chocolatera.
La burguesía gastaba el dinero que era fruto del sudor derramado por miles de trabajadores.Las familias agricultoras dedicaban un pedazo de terreno para la siembra de otras plantas que les permitiera sobrevivir; la siembra más frecuente era de platanales. Quienes se dedicaban a vender su fuerza de trabajo como jornaleros recibían aproximadamente un sucre por sus labores. La necesidad obligaba a que sembradores y jornaleros solicitasen adelantos en efectivo, lo que daba lugar a una suerte de concertaje, mediante el cual el hacendado retenía la fuerza laboral.
Estas formas de explotación se reproducían en todas las haciendas dedicadas a la producción de cacao. Los costos de producción se reducían casi única y exclusivamente a los salarios que los propietarios pagaban a los jornaleros y sembradores, con sus familias. El costo real de producción del quintal promedio era de 7.29 sucres, de los cuales, el 10% era de costos de materiales (bolsos y herramientas) y el 90% representaba los salarios. Sin embargo, las ganancias obtenidas por los dueños de las haciendas superaban fácilmente el 300%, debido además a que el cacao no permanecía en Guayaquil mucho tiempo y, por lo tanto, no requería el alquiler de bodegas. El precio final del quintal en el puerto era de entre 20 y 25 sucres.
Pero ahí no paraban las ganancias. En el exterior, el precio del cacao alcanzaba los 56 sucres (ver cuadro). Este excedente era acopiado por diversos actores pertenecientes a la tramposa red denominada “mercado mundial” a la que ya pertenecían algunas familias del Ecuador. Para nadie resultan esquivos los apellidos Aspiazu, Seminario o Puga, famosos por su picardía y sus artes fraudulentas en la banca del país.
Estas eran las familias que controlaban el imperio creado gracias a los cultivadores de la pepa de oro. Nótese la trascendencia que algunos de estos apellidos han tenido hasta la actualidad.
Los obreros ganaban un sucre, mientras que la burguesía viajaba por París a un costo de 4.325 sucres.Estas familias, y otras pocas más, no conformes con controlar metódicamente todas y cada una de las plantaciones cacaoteras, tenían estrechos vínculos con el negocio financiero a través de los dos bancos existentes en la época: el Banco del Ecuador, que era manejado por los importadores costeños, y el Banco Comercial y Agrícola, que pertenecía a los exportadores.
La burguesía guayaquileña gastaba el dinero que era fruto del sudor derramado por miles de trabajadores, en lujos y viajes de turismo al exterior, mientras el hambre creaba un ejército entre la clase proletaria. "Esta clase [la burguesa] buscaba ponerse a tono con las nuevas corrientes que empezaban a desarrollarse en el mundo capitalista. […] Los “oligarcas del cacao” […] se instalaban grandes temporadas en Europa, especialmente en París, y de allí regresaban con las modas francesas, los artículos novedosos que engalanarían sus guardarropas y mansiones”, escribió Claudio Mena, en referencia a esta práctica.
Ninguna de esas familias burguesas se detuvo a pensar que mientras pagaban al trabajador de sus haciendas apenas un sucre para que mantuvieran a su familia, ellos se daban el lujo de viajar a París con costos de hasta 4.325 sucres, sin el menor reparo.
Los artículos suntuarios a los que se acostumbró la burguesía ecuatoriana durante el auge cacaotero constituían el 99% de todo lo importado y se desglosaban en mercancías de origen metropolitano, mercancías de consumo para la élite económica.
Así, la burguesía fue creando las condiciones para el hambre, el levantamiento popular y la masacre que sería auspiciada por la prensa privada que ya ejercía su poder en esa época.
*Texto tomado del libro Con tinta sangre, de Santiago Aguilar Morán