120 minutos para conocer la historia de Guayaquil
Reinventar la ciudad es posible y más aún resucitar su historia. A esta experiencia un grupo de veinte personas llegaron para tener una nueva visión como habitantes guayaquileños. Los asistentes cambiaron el recorrido habitual de los domingos que hacen en los alrededores de la Plaza San Francisco. No iban a sentarse a ocupar los espacios designados para escuchar la misa que usualmente inicia en la Catedral. Los convocados estaban dispuestos a recorrer las calles del centro a través de las guías patrimoniales que ofrece el Ministerio Coordinador de Patrimonio cada domingo.
A las 10:00 de un sábado o domingo los interesados pueden asistir a esta iniciativa cultural. Ellos pueden escoger qué día del fin de semana destinarán para esta actividad que incluye una caminata de hora y media aproximadamente que permite evocar las palabras del sociólogo Armando Silva: “Una ciudad es lugar, aquel sitio privilegiado por un uso (...)también es el límite hasta donde llegamos, pero también es abertura, desde donde entramos”. Es así como el recorrido histórico da la bienvenida a partir de la génesis que sería la “Ciudad nueva” (desde el río Guayas a la calle Boyacá y de Vélez a Sucre, en el centro).
La guía de la actividad -quien es fácil de identificar pues lleva una camiseta blanca con imágenes celestes con el símbolo de la Guía Patrimonial- recibe a los asistentes. Ellos han formado un círculo para escuchar con atención las palabras de la conductora. A esta escena se unen los transeúntes que convoca usualmente este lugar clásico de reunión o de simple paso.
Mientras tanto la instructora sostiene en sus manos fotografías antiguas del puerto principal. “¿Sabían que Guayaquil fue uno de los principales exportadores de cacao?”, repite reiteradamente en tanto que el grupo de los asistentes pasan entre ellos las imágenes que contextualizan a Guayaquil de la “era cacaotera”.
De inmediato la plaza se transforma en la evocación de un pasado que no necesita de esfuerzo mayor por parte de los asistentes, pues de inmediato dos actores aparecen con un saco de cacao para realizar un ‘sketch’ que saca sonrisas a quienes se encuentran reunidos. Las señoras de la tercera edad se divierten con los datos que de forma humorística escucha el público. A más de una se la ve con una amplia sonrisa en su rostro.
En estos veinte minutos de la primera estancia el clima porteño también es partícipe de este paseo. Sin importar la presencia del intenso sol los caminantes tienen un rostro ávido, curioso y paciente por cumplir con la ruta turística. “¿Por qué no paramos aquí?¿Alguien sabe?”, la voz de la conductora los sitúa en las calles Vélez y Escobedo. En los alrededores, como en los días de descanso, solo se observan casas y a pocos caminantes que pasean por sus alrededores.
Un vistazo a las estructuras y las edificaciones. Hay una breve explicación del material de construcción de los edificios: las chazas, los portales, el predominio de la madera, el cemento, como principal material de elaboración de las primeras edificaciones que rodean la urbe. “Todo esto es patrimonio, la herencia arquitectónica que rodea la ciudad”, aporta la guía.
“¿Por qué las edificaciones son altas?”. “Por el calor”, aporta uno de los participantes a medida que el panorama coincide con la observación. “Así es, el aire circula y la vivienda se condiciona naturalmente”, afirma la guía mientras le otorga un lápiz como obsequio al participante por su acertada respuesta.
Un recorrido multifacético
Pasados los veinte minutos el grupo se ubica frente a la dulcería “La Palma” (Escobedo entre Vélez y Luque), emoción y comentarios llenan el paseo luego de escuchar que se les brindará las conocidas galletas “Lenguas de gato”, una de las especialidades del tradicional local.
Allí, Ramón Costa, quien luce una guayabera sale a saludar a los visitantes que se han aglomerado no para disfrutar de los clásicos desayunos, sino para escuchar sus historias y anécdotas del lugar. “Las leyendas, los cuentos, las tradiciones orales, la gastronomía son consideradas patrimonio”, aporta uno de los instructores que conducen al grupo a la siguiente parada del recorrido.
Una observación obligada para todo turista es La Catedral Metropolitana y el parque Seminario (conocido también como el de las iguanas), pero para el guayaquileño es caminar alrededor de los recuerdos y la memoria. Las iguanas, los fotógrafos y las historias de los asistentes se comparten en la plazoleta de ese punto turístico.
Visibilidad urbana
“En estos recorridos patrimoniales queremos que la ciudadanía mire hacia arriba, por lo general, una guía turística tradicional imparte una visión hacia los alrededores para que se observe la arquitectura de las casas o de los monumentos”, explica Paola Martínez, Gestora Cultural de la regional 5 del Instituto Nacional de Patrimonio.
En lo que queda del recorrido el grupo de personas llega a cincuenta. En el Museo Nahím Isaías asisten a la exposición “Guayaquil en la ría. Vientos de ría”. Se obsequia a los visitantes una botella de agua, una pulsera y un libro con la información patrimonial de la ciudad.
Una breve parada en la plaza de la Independencia hasta llegar al Hemiciclo de la Rotonda donde una nueva representación ilustra y concluye este paso por la historia local. Un ‘flashback’ para reconocer la historia en sus alrededores.