10 de Agosto, el peso de la historia
Primeras ideas de libertad
La idea de convertir la Real Audiencia de Quito en una nación independiente nacería a finales del siglo XVIII, con los movimientos intelectuales. Tal es el caso de la Sociedad Patriótica de Amigos del País de Quito, en cuyos objetivos se tejería los primeros proyectos de independencia.
Clausurada la Sociedad, por Real Cédula del 11 de noviembre de 1793, tomó la posta la Escuela de la Concordia, con similares fines políticos e intelectuales. Producto de ello fue la publicación de siete números del periódico Primicias de la Cultura de Quito, editado por Espejo y el obispo Pérez Calama. Tras desaparecer la Escuela de la Concordia, también desapareció Primicias.
Pasados los años, en diciembre de 1808, se llevó a cabo la famosa “Conspiración de Navidad” en el Obraje de los Chillos, donde asistieron varios próceres para tratar sobre la formación de una Junta quiteña que destituya a las autoridades peninsulares de la Audiencia. Al ser descubierta la conspiración, en marzo de 1809, los cabecillas fueron detenidos; sin embargo, fueron puestos en libertad por falto de documentos acusatorios.
El día más grande en la historia
Lo que más indignó a los patriotas quiteños fue que los allegados de Ruiz de Castilla anunciaron el plan de reconocimiento de José Bonaparte como Rey de España e Indias.
Fue tal la indignación que, el 9 de agosto, se reunieron en casa de Manuela Cañizares un grupo de próceres para ultimar detalles de lo que sería el Primer Grito de Independencia. Allí estaban: Morales, Salinas, Quiroga, Riofrío, Ascázubi, Juan y Antonio Ante, Arenas, Zambrano, Angulo, Padilla, Jiménez, Correa, Checa, Matheu, Vélez, Egas, Villalobos, Juan Pío y Pedro Montúfar, entre otros.
Al amanecer del 10 de agosto de 1809, Salinas se dirigió al cuartel, tomó contacto con el oficial de guardia, teniente Nicolás Aguilera y tocó zafarrancho para arengar a la tropa, manifestándole que las autoridades locales tenían la intención de poner al país en manos de los franceses.
Fue el momento histórico en el cual Salinas tomó el mando de los 177 soldados de las dos compañías fijas. Por otro lado, Antonio Ante sorprendió a la guardia del Palacio y arrestó al presidente de la Audiencia, al tiempo en que le presentaba el acta de la nueva Suprema Junta de Gobierno, organismo que asumía el poder a partir de ese momento.
En todo el día la banda militar entonaba una música de tinte marcial y nacional, mientras los soldados de Dios repicaban las campanas. Sonaros varias salvas de artillería y la plebe pronunciaba sus vivas entre la confusión y la esperanza.
Al puro estilo quiteño, la autoridades españolas fueron depuestas y arrestadas en sus propios domicilios, sin sangre ni tropelías de ninguna clase. Así, días más tarde la nueva Junta asumió el poder de forma oficial en la Sala Capitular del convento de San Agustín, dando a conocer el siguiente cuadro de dignidades:
Juan Pío Montúfar, Presidente (Alteza Serenísima)
José Cuero y Caicedo, Vicepresidente (Excelencia)
Juan de Dios Morales, Ministro de Negocios y de la Guerra (Excelencia)
Manuel R. de Quiroga, Ministro de Gracia y Justicia (Excelencia)
Juan Larrea, Ministro de Hacienda (Excelencia)
Vicente Álvarez, Secretario Particular del Presidente (Señoría)
Esta Junta quiteña duró apenas 78 días. Sus líderes devolvieron el poder a Ruiz de Castilla, al saber que las tropas de represión de Lima, Santa Fe, Popayán y Guayaquil ya estaban en camino.