Centenas de seguidores de la banda española se apostaron cerca del Ágora de la Casa de la cultura desde el mediodía de ayer y un puñado durmió expectante cerca de la entrada principal durante la noche del martes, como si de un concierto masivo se tratara.

No obstante, este lugar no puede albergar más 5 mil personas. Cifra que casi se desborda durante el concierto que inició, con 3 temas ejecutados, la agrupación El Duende del parque, nombre tomado de una de las canciones que la banda extremeña compuso para el disco ¿Dónde están mis amigos? (1993).

La estudiante de cine Valeria Jácome llegó a las 13:00 con la intención de fotografiar a los dos grupos para Quito Acción, revista en que trabaja. Pero la banda estelar, según los organizadores del evento, dispuso que no habrían entrevistas ni ruedas de prensa en durante los días en que permanecerán en el país. (Llegaron el domingo pasado, provenientes de Santiago de Chile, ciudad en la que dieron un concierto el 6 de diciembre, y se irán mañana, rumbo a su próximo show, en Bogotá, el 14 de diciembre).

Valeria esperó durante la soleada tarde, con un vino de cartón entre sus manos, a que le dieran alguna respuesta sobre su acceso sin poder ver a la banda ecuatoriana que subió a las tablas pasadas las 20:30.

Durante el anochecer, luego de que iniciaran los chubascos que pusieron el ambiente a unos 15 grados de temperatura, los asistentes ingresaron a las 4 localidades en que fue dividido el lugar sin más información que la fecha y hora en que se realizaría el evento y algunas fotografías publicadas en redes sociales en las que aparecían los músicos durante sus visitas al Centro Histórico y la ciudad Mitad del Mundo.

Las requisas en la entrada, por parte de un centenar de policías y guardias privados, fue exhaustiva —incluso para los periodistas—, lo que importunó a quienes hicieron largas filas, adolescentes en su mayoría, y cuyo único fin era presenciar el concierto, parte de la gira Para todos los públicos que Extremoduro inició a propósito de su más reciente y décimo cuarta producción discográfica, publicada el año pasado.

Valeria obtuvo fotos de la puesta en escena de la banda que lidera el cantante y guitarrista Robe Iniesta antes de que el grupo se ausentara durante 20 minutos del escenario con un anunció repetido durante casi toda la gira: "Nos vamos un ratillo a hacer lo que nos da la gana —dijo Robe—, vosotros haced lo mismo, pero cuidadito... ¡que no os vean!". La espera se vivió sin exabuptos, a eso de las 23:30.

A su regreso, Extremoduro completó un repertorio en el que, a juicio de los fanáticos más veteranos, cuyas edades bordean los 35 años, faltaron los temas Pepe Botika, De Acero, A fuego o Deltoya.

El cantante oriundo de Placencia tomó el micrófono para soltar sus conocidas arengas que incluyen frases poéticas y tuvo que alternarlas con una advertencia luego de que varios asistentes saltaran las vallas que dividían las localidades.

Al final, Iniesta dejó a un lado su guitarra mientras sus compañeros (en la batería, dos guitarras, bajo y teclados) urdían un cierre instrumental que dejó a los asistentes con los pelos de punta y se paseó por el escenario agitando las manos en despedida. Sin duda, el más destacado fue el vasco Iñaki Uoho Antón, quien cerró el concierto pasada la una de la madrugada, con su guitarra a cuestas, sobre los tambores de un José Ignacio Cantera que no dejaba de tocar los platillos.