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Bolivianos viven fiesta Alasita entre los ritos indígenas y católicos

La fiesta de las miniaturas se realiza masivamente en Bolivia. Incluye ritos indígenas, así como católicos, puesto que los bolivianos son muy creyentes.
La fiesta de las miniaturas se realiza masivamente en Bolivia. Incluye ritos indígenas, así como católicos, puesto que los bolivianos son muy creyentes.
Fotos: Agencia EFE
27 de enero de 2019 - 00:00 - Agencia EFE

Bolivia celebró el jueves su festividad andina de la Alasita, de los sueños en miniatura, declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, con la intención de extenderla al menos a una veintena de países.

El acto principal se desarrolló en La Paz, de donde es originaria esta tradición, con la presencia del vicepresidente del país, Álvaro García Linera, la ministra de Culturas, Wilma Alanoca, y autoridades municipales.

Hoy compartimos la Alasita en el mundo entero porque en veinte países a estas horas también celebramos la Alasita”, dijo la ministra Alanoca durante el recorrido inaugural de la gran feria en la que se exhibió un sinfín de miniaturas fabricadas artesanalmente.

De acuerdo a la tradición, cada 24 de enero al mediodía toda persona creyente debe iniciar un recorrido para comprar alguna miniatura relacionada con algún deseo material, como dinero, alimentos, vehículos, títulos de propiedad y otros bienes materiales.

También es común llevarlas de inmediato ante un sabio andino o a un templo católico para que por medio de una bendición especial los deseos de quien las adquirió se transformen en realidad durante el año.

“Aquí vienen todos los que quieren y tienen fe, la fe es lo que manda”, manifestó el kallahuaya o sacerdote aimara Raúl Mayta que realiza esa labor hace muchas décadas, desde que tenía 17 años.

Una niña (foto) cambia miniatura de billetes por unas imágenes de helados; su deseo es que la golosina esté presente en su vida.  

Mayta es uno de tantos sabios apostados a los pies de una gran estatua del Ekeko, la principal deidad andina vinculada a la abundancia y la prosperidad, situada en el centro del Parque Urbano Central de La Paz, corazón de la feria de la Alasita.

los pies de la imagen del dios tallada en piedra, un grupo de personas aguarda que algún creyente lance un fajo de pequeños billetes para atrapar alguno en espera de suerte.

Otros llegan con sus miniaturas a las que aplican sahumerios y echan algo de alcohol, al mismo tiempo que repican campanillas.

Uno de los lugares más concurridos en la feria es el altar improvisado del maestro Mariano, que realiza las bendiciones con rigor y orden, al mismo tiempo que usa abundante incienso, pétalos de flores y alcohol, ante la atenta mirada de su transitoria feligresía.

Mariano recibe a los creyentes en el dios de la abundancia de cuatro en cuatro, exige que las bolsas negras se desechen, hace la señal de la cruz con un crucifijo grande y al concluir sus ritos ata un pequeño cordel en las muñecas de todos los que recurrieron a él.

Elizabeth, una mujer que llegó para la Alasita desde la región central de Cochabamba, explicó que vino con “mucha fe” en el Ekeko y que compró miniaturas relacionadas con títulos de estudios para sus hijos y dinero.

Los recorridos rituales en La Paz, capital boliviana, durante esta festividad fue- ron declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en 2017.

La celebración se extiende a 20 países

La comunidad boliviana en Argentina, la más numerosa de ese país viviendo en el extranjero, celebró en Buenos Aires su tradicional fiesta de la Alasita, dedicada al Ekeko o dios de la abundancia, en una mezcla de ritos indígenas y cristianos por los que tratan de ver cumplidos sus sueños.

“Alasita” significa en lengua aimara “cómprame”, y es la primera parte de esta festividad: los fieles se acercan a las decenas de puestos para hacerse con una de las miniaturas de aquello que quieren conseguir a lo largo del año: casas, autos, dinero, títulos universitarios o toros, los más repetidos, que representan la fertilidad, la fuerza y la prosperidad.

Ya con una de las detallistas y logradas miniaturas en sus manos, los miles de bolivianos se dirigen a alguno de los chamanes que se ofrecen en el parque de Buenos Aires que acoge la fiesta.

La Alasita no queda ahí y tras la ceremonia más indígena, los bolivianos acuden con sus miniaturas a que reciban la bendición de un sacerdote, que hoy se esforzaba por hablar algunas palabras en quechua con los creyentes.

“Están los chamanes, los curanderos tradicionales de la religión andina, con sus rituales lo bendicen, y la Iglesia se hace presente también y bendice con el ritual católico (agua bendita) y acompaña las costumbres de la colectividad boliviana en Buenos Aires”, explica el padre Mauricio Segovia, un argentino que trabaja desde hace años con bolivianos.

“Es un pueblo con mucha fe, con mucha devoción”, asegura el sacerdote, y cuenta que además de todas las fiestas religiosas oficiales, las familias bolivianas suelen tener en sus casas devociones e imágenes que van desde las deidades andinas a algunas llevadas por los españoles como Santiago Apóstol, uno de los más venerados.

“Esta festividad es un ritual de año tras año; desde hace miles de años está el dios de la abundancia”, dice la presidenta de la Asociación de Artesanos y Artistas Indoamericanos, Felipa Vargas, una de las referentes de la comunidad boliviana en el país.

Vargas, que luce un tradicional traje de cholita para la ocasión, afirma también que la fiesta de la Alasita “se vive con mucha devoción”.

Además, relata que los extranjeros bolivianos forman comunidades en las que se mantiene viva su cultura: “Nosotros siempre vamos cargados de nuestra cultura a distintos países. En este momento también se está (la Alasita) haciendo en España, en Estados Unidos, en todos lados. El boliviano va cargado de cultura”.

Según el censo de 2010, el último realizado en Argentina, habían 345.272 inmigrantes bolivianos, concentrados principalmente en Buenos Aires y en las provincias fronterizas del norte, la segunda colectividad extranjera más grande, por detrás de la paraguaya, y la mayor de bolivianos.

Juan Carlos Mendoza, un boliviano de 43 años que vive desde hace veinte en Argentina, cree fielmente que el dios de la abundancia cumplirá sus deseos. (I)

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