Dos errores, dos goles. Eso fue todo. Y Ecuador pudo hacer mucho más, pero todavía no encuentra el equipo que sintonice a los jugadores y sienta el peso de la camiseta en cada partido.

Chile tuvo el control, pero bajo presión (jugó de local y fue un anfitrión con mucha expectativa) se mostró demasiado sofocado. Por eso la angustia de ganar pudo más que la capacidad de llevar un juego organizado. Por supuesto, este partido mostró la diferencia entre dos estructuras: la chilena, con la fuerza de un proceso que se arrastra desde hace ocho años (comenzó con Bielsa), y la ecuatoriana, que está en período de adaptación con otras figuras y un nuevo director técnico. Al final lo que cuenta, como dicen los expertos, es el resultado. Y para Ecuador este no fue el reflejo de lo que hizo ante un rival que no estuvo a la altura de las expectativas. Pierde tres puntos, podría aspirar a recuperarlos con Bolivia y México, pero por ahora el balance en cifras es negativo.     

Gustavo Quinteros tiene que conocer mejor a su propio equipo; necesita dialogar con aquellos jugadores que no militan en Emelec. No cuenta con las figuras de contrapeso ante un Chile que exhibe futbolistas de talla mundial.

La ausencia de Antonio Valencia, por la banda derecha, solo se pudo suplir al final con el ingreso de Renato Ibarra. Miller Bolaños no fue el que todos querían ver. En el medio campo él carece de un abastecedor nato para que Énner Valencia pueda brillar y sorprender. En la defensa Walter Ayoví ya no es el mismo lateral efectivo que frena los ataques y alimenta a sus delanteros. Y sin lugar a dudas, el arquero Alexánder Domínguez fue medio equipo cuando, con sus atajadas, evitó, en este cotejo, la penetración chilena de los primeros minutos que bien pudo convertirse en dos tantos en los cinco minutos iniciales.

En otras palabras, la selección ecuatoriana tiene que ensamblar sus líneas fundamentales con una idea clara para que se armonicen los deseos y objetivos no solo del técnico sino de todo el país para brillar en esta Copa América.

Tampoco los chilenos ni su técnico, Jorge Sampaoli, salieron contentos con su desempeño: hay poca consistencia en la delantera para concretar con efectividad y parecería que cada una de sus estrellas se opacara entre sí. Lo cierto es que solo esos dos errores garrafales de Miller Bolaños y Renato Ibarra le dieron a Chile los dos goles. No más. Quedan dos partidos por observar. (O)