Hoy en día la primera causa de muerte violenta en adolescentes mujeres y varones en Ecuador es el suicidio (INEC).
Según datos de la Dinased, de enero a abril de este año, 42 niñas, niños y adolescentes (entre 9 y 18 años) se suicidaron por problemas familiares, relaciones amorosas fallidas y violencia. Una cifra escandalosa que, lastimosamente, no ha generado la atención necesaria.
Es raro que el suicidio, en estas edades, no obedezca a una muerte anunciada. La gran mayoría de veces ese pedido de ayuda, silente y solitario, es entendido como un deseo de “llamar la atención” siendo minimizado, desatendido o desestimado. Y sí, es un llamado de atención, pero está muy lejos de ser una nimiedad, responde a un proceso, que al no ser atendido oportunamente, puede tener un fatal desenlace.
Las cifras demuestran que el suicidio, al igual que otras problemáticas sociales (drogadicción, embarazo precoz, violencia intrafamiliar, sexual, etc.), son problemas de gran impacto que demandan respuestas apropiadas del Estado.
La disponibilidad de servicios de salud mental para la población infantojuvenil no ha sido considerada como prioritaria en la agenda gubernamental, pese a la recomendación que en este sentido fue dada a Ecuador por el Comité de Derechos del Niño en su último examen especial.
Los servicios siguen teniendo una estructura que no se corresponde a sus necesidades y el enfoque sigue siendo, básicamente, de atención y no de prevención del daño; siendo muy limitados los servicios ambulatorios y de atención primaria para niñas, niños y adolescentes, así como la disponibilidad de recursos especializados en este nivel.
Implementar una estrategia nacional de lucha contra el suicidio adolescente es mandatorio, para ello hay que introducir nuevas unidades de intervención de crisis y emergencia, desarrollando planes para su rehabilitación psicosocial, pero -sobre todo- para prevenirlo, pues el suicidio no es una opción tomada por el adolescente, es un hecho violento evitable. (O)